Cuando los eslovacos acudan a las urnas el próximo 29 de febrero para elegir 150 diputados, seguramente recordarán dos cosas: el asesinato del periodista Jan Kuciak y su prometida hace dos años, y la frustración que siguió al ver que nada cambiaba. Dada la fragmentación del mapa político de este pequeño país, cabe hablar más bien de un archipiélago de opciones políticas que apenas consiguen repartirse en el desencanto que invade la vida pública eslovaca.
A pesar de que una rígida legislación aprobada hace tres meses prohíbe publicar encuestas durante los 50 días previos a las elecciones (e incluso difundirlas en las redes sociales), los datos filtrados por algunos medios auguran unos resultados en los que el actual Gobierno del socialista Peter Pellegrini, que tomó el poder tras la dimisión de Robert Fico en 2018, continuará con su caída libre desde que el asesinato de Jan Kuciak destapase las conexiones del ejecutivo con la mafia italiana y varios hampones convertidos en hombres de negocios.
A pesar de prometer un “nuevo Smer” (Smer es el nombre del partido que gobierna), sólo el apoyo de dos formaciones menores le ha permitido mantenerse en el Gobierno. Pero estos aliados están perdiendo a su vez apoyo y, de no conseguir el 5% mínimo necesario para tener representación parlamentaria, convertirían a los fascistas del L'SNS en árbitros de la situación, al volverse los únicos posibles aliados con suficiente representación.
La historia del L'SNS (Ľudová strana – Naše Slovensko, o Partido de la gente – Nuestra Eslovaquia) y de cómo ha llegado a cobrar tal importancia solo puede explicarse por la combinación de fracasos, desilusiones y desconfianza que inunda el ambiente político en este país de 5,5 millones de habitantes, donde unos cientos de votos pueden otorgar o quitar un escaño. Su líder es el polémico Marian Kotleba, de 42 años, quien hasta hace poco enseñaba informática a los alumnos de un instituto.
Programa populista y fascista
En sus mítines de plaza de pueblo o a pie de calle, Kotleba se dedica a difundir ideas declaradamente fascistas que le han llevado a enfrentarse a hasta ocho años de cárcel en un juicio que ha sido pospuesto hasta después de las elecciones. Tanto él como otros dos miembros del partido, acusados de los mismos delitos de ataques a minorías y religiones, son el producto del descreimiento que los eslovacos albergan hacia la clase política y un discurso poco elaborado que promete “orden, disciplina y enderezar la espalda” para “todos los eslovacos decentes”.
En sus soflamas, Kotleba ha llamado “parásitos” a los gitanos, que ha prometido “controlar con una milicia ciudadana”, ha pedido la salida de la OTAN y de la Unión Europea (posición que ha matizado últimamente), “respeto” para el gobierno pro-nazi de Eslovaquia durante la 2ª Guerra Mundial y ha logrado golpes de efecto entregando a algunas familias pobres (pero solo 100% eslovacas) 1.488 euros. Este número está asociado con la consigna supremacista del “discurso de las 14 palabras” y el doble ocho: Heil Hitler.
Además de calificar a los judíos como “demonios con piel humana” y defender teorías conspiracionistas de un gobierno mundial sionista, Kotleba ha hecho llamamientos a la “unidad eslava” para pedir una alianza de su país con Rusia y, en un gesto más prosaico, escribió una carta al embajador ruso en Siria para expresarle su “ardiente deseo de comprar un coche ruso”.
Su “chocante” ascenso, como lo han calificado otros políticos, tiene origen en otra formación que fundó en 2003, de un cariz similar. Al ser prohibido por la ley, Kotleba animó a sus seguidores a hacerse con el control de otro partido con estatus legal, llamado “Amigos del Vino”. Debido a su mayor número, consiguieron dominar esta no menos peculiar formación y cambiaron su nombre sucesivamente hasta el actual de L'SNS. Esta maniobra, denominada “entrismo” les valió de poco cuando a finales del año pasado estuvieron a punto de ser prohibidos de nuevo, pero los fiscales no consiguieron reunir evidencias suficientes y el L'SNS salió reforzado, pasando de un 8 a un 14% de intención de voto.
Alternativas insuficientes
Para intentar contrarrestrar las promesas populistas de Kotleba, el Gobierno acaba de prometer una paga extra a todos los pensionistas y doblar las ayudas a la natalidad para las parejas eslovacas. Estas medidas, que costarían 750 millones de euros, han dado al traste con el proyecto de presentar un presupuesto sin déficit para 2020. Smer, que gobierna el país casi ininterrumpidamente desde 2006, sigue representando para muchos ciudadanos la vieja y corrupta política, frente a otras propuestas, como los fascistas, cuyo mayor atractivo es simplemente que son nuevos: “Solo he entendido que prometen orden en las calles y que no son corruptos, y para mí eso es suficiente”, decía al final de un mitin del L'SNS un eslovaco citado por la prensa de Bratislava.
Otra formación reciente, Eslovaquia Progresista, que conmocionó al país el año pasado tras el triunfo de la independiente Susana Caputova en las elecciones presidenciales, se presenta como una opción sin la fuerza suficiente para aglutinar un número de votos significativo. Este movimiento, nacido precisamente como reacción al caos y deseo de cambio que recorrió al país tras el asesinato de Kuciak y su prometida, ha ido perdiendo gas y credibilidad por contar entre sus filas con candidatos sin experiencia política ni relieve social. Por otro lado, es una incógnita cómo afectará a los resultados el voto de los más de 20.000 eslovacos que viven en el extranjero.
Al igual que acaba de ocurrir en Austria, donde gobierna una coalición de los Verdes y la ultraderecha que parecía imposible, las coaliciones de gobierno se forman después de ver los resultados, y la retórica de la campaña electoral deja paso a los intereses, las necesidades y el sentido práctico, tal y como recuerda Vaclav Hřích, director de la agencia AKO.
Los alcaldes de Bratislava, Varsovia, Budapest y Praga, todos ellos de ideología progresista en países con gobiernos ultraconservadores, formaron hace poco una alianza que bautizaron como “Pacto de Ciudades Libres”. A pesar del empeño de estos regidores de llevar a cabo políticas independientes de sus gobiernos nacionales e incluso intentar que los fondos europeos vayan directamente a ellos en vez de ser distribuidos a través del gobierno central, el alcance de sus medidas es muy limitado en países con una administración centralizada.
En el caso de Matúš Vallo, alcalde de Bratislava desde hace poco más de un año, el mayor cambio que ha podido llevar a cabo se refiere a nuevas normas en el pago de aparcamientos. Mientras tanto, el alcalde del distrito de Vranov na Toplou –al este del país- se jactaba hace poco en un vídeo de arrojar a los vecinos gitanos al río cuando era joven y promete “acabar con la cuestión gitana en un año y un día”.