Mientras el número de afectados por el Covid-19 sigue creciendo en distintos países de Europa y en Estados Unidos, las medidas impuestas por varios gobiernos de la UE en relación al cierre de fronteras, paralización de actividad comercial y confinamiento de la población para reducir al mínimo el riesgo de contagios, surge otra batalla que se dilucida en segundo plano: la pelea entre Beijing y Washington por ganar el pulso del liderazgo en la lucha contra el virus a nivel mundial.
El escenario es complejo. La urgencia sanitaria es prioritaria, pero tras esta actividad que se desarrolla en los laboratorios, la realidad es que millones de personas permanecen recluidas en sus casas en muchos países como medida de prevención y control de la enfermedad. Es una situación nueva y drástica, pero efectiva a la luz de la única experiencia previa con cierto éxito de la que se pueden recoger datos en este sentido: la de China.
El ejemplo chino
Es cierto que la duda planea sobre las cifras oficiales que se ofrecieron cuando el número de casos empezó a ser lo suficientemente importante como para atraer la atención internacional. Este lunes, China contaba más de 81.000 afectados, con más de 3.200 fallecidos. Sin embargo, a día de hoy Beijing habla, sin esconder el orgullo y con campañas de publicidad que remarcan su logro, de que la etapa crítica no solo se ha superado, sino que la enfermedad está en remisión en su territorio: se reactiva la actividad industrial y comercial y, en definitiva, la vida vuelve a las calles de sus ciudades.
Para llegar a este punto, el gobierno chino ha tenido que imponer medidas restrictivas, inmediatas y pocas veces vistas a tal escala para contener el virus. Mientras el número de enfermos crecía, el mundo asistía atónito y con una cierta dosis de desconfianza y temor a las coreografías urbanísticas capaces de levantar hospitales especializados en menos de quince días o al cómo decenas de millones de personas se veían obligadas a guardar cuarentena en casa o veían extraordinariamente limitada su movilidad.
Tales medidas han dado resultado. Pero ahora que la situación allí parece controlada, el problema se ha trasladado a Europa, donde atravesamos las primeras semanas críticas por la enfermedad. Italia ya aplica medidas parecidas a las del país oriental. Y este domingo España decretaba el ‘estado de alerta’, que permite el confinamiento de la población en los domicilios y la restricción de la circulación, entre otras decisiones. Este lunes, además, se ha establecido el cierre de las fronteras.
Optar por el mal menor
Este escenario opta, como en el caso de Beijing, por el mal menor que supone paralizar casi toda la actividad para evitar que el sistema sanitario colapse. Para Italia o España es un momento delicado en el que la emergencia les ha hecho mirar hacia Bruselas, esperando el respaldo comunitario ante la situación. Sin embargo, hasta el momento la UE no ha sabido o no ha podido dar una respuesta efectiva y algunos de sus miembros han optado por una suerte de 'sálvese quien pueda' que muchos euroescépticos han tomado como argumento para su causa.
Ante la aparente parálisis de la Unión Europea, China ha hecho bueno su proverbio de considerar toda crisis como una oportunidad, en este caso para prestarse a ofrecer ayuda a Roma y Madrid. No deja de percibirse este afán de colaboración chino con cierta desconfianza por parte de varios sectores, dado que es obvio que Europa es uno de sus principales clientes comerciales. Sin embargo, también está claro que la grave situación que vive Italia no permite esperar más y que en Roma han recibido con los brazos abiertos el primer envío de material y personal médico con el que se estrecha esta colaboración.
El avión procedente de Shanghai incluía 30 toneladas de equipo especializado en el tratamiento de la enfermedad y distintos expertos que ya lucharon contra la enfermedad en Wuhan, su foco de origen, y que podrán aportar su experiencia sobre el terreno.
Pero, a ojos de los más críticos, este ejercicio solidario es un ejercicio de marketing y de lavado de imagen, una especie de ‘regalo’ para los chinos en la ambición de seguir aumentando su influencia en zonas estratégicas como Europa. Pero en cualquier caso, y a la vista de la reacción de las autoridades italianas, la iniciativa china les concede un tiempo y unos recursos para los que no podían esperar más. Así lo han dejado claro miembros del Ejecutivo, como el ministro de Exteriores Luigi di Maio, quien agradeció el envío asegurando que “esto es lo que llamamos solidaridad y estoy seguro de que llegará más. No estamos solos. Hay personas en el mundo que quieren ayudar a Italia”, afirmó.
España también recibirá ayuda china
España seguirá próximamente los pasos de Italia. Este mismo domingo, la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, cerraba el acuerdo de colaboración con su homólogo chino, Wang Yi, según anunciaba la Embajada de China en España mediante su cuenta de Twitter.
En nuestro país, este lote de material también será recibido entre la necesidad y las críticas, a veces incluso con tintes racistas. No hay que olvidar que, cuando el virus aún no había llegado a occidente, la misma comunidad china tuvo que salir al paso de esta injusta desconfianza que se vivía en las calles contra ellos en casi todo el planeta con la campaña #Nosoyunvirus, con la que pretendía hacer ver que este problema, independientemente de su origen, era algo global.
Pese a ello, estos días abundan igualmente las movilizaciones de las organizaciones chinas en España que están costeando material médico que entregan en centros hospitalarios o, antes del decreto del estado de alarma, incluso a personas de barrios donde su presencia es mayoritaria.
Washington: "Todo está bajo control"
Puede que estas acciones no permitan distinguir realmente cuánto hay de campaña de imagen de China y cuánto de solidaridad, pero lo cierto es que esta solidaridad llega cuando la UE parece sobrepasada por los acontecimientos y Washington solo está empezando a medir las primeras consecuencias del coronavirus en su territorio. Ante este vacío, China ha asumido una posición de liderazgo que ha alcanzado no solo a Italia o España sino a países de su entorno muy afectados por el virus como Corea o Japón, o incluso a Estados Unidos: según la agencia china Xinhua, el dueño de Alibaba, uno de los más ricos del país, donó un millón de mascarillas y 500.000 kits de análisis al país norteamericano.
Y esta ola solidaria, aunque pueda conllevar intereses comerciales, le concede a Beijing el primer tanto en el liderazgo global contra la pandemia. Especialmente frente a Estados Unidos, que afronta estos días los primeros repuntes graves de casos en su territorio y que aún no parece tener una estrategia definida frente al Covid-19, algo que choca con la seguridad que su presidente, Donald Trump, mostraba el fin de semana: "Estamos haciendo un gran trabajo", afirmó, al tiempo que ensalzó a los médicos de su país, de quienes dijo que "lo están haciendo muy bien, son increíbles y y todo está bajo control", si bien horas después se desdijo y reconoció que el virus "no está bajo control en ningún lugar del mundo".
No obstante, en la pelea por ser el país que derrote al coronavirus queda otro capítulo: el estrictamente médico, que dé como resultado la vacuna para la enfermedad. Varios países mantienen estudios con distintos enfoques, si bien uno de los más prometedores se desarrolla en Alemania, donde según el medio local Welt am Sonntag se dilucida otro episodio de esta batalla por la influencia global: el presunto intento de compra del acceso exclusivo a la vacuna por parte del gobierno de Estados Unidos “pero precisamente solo para Estados Unidos”, según fuentes próximas al Ejecutivo alemán citadas por el diario, en un claro ejemplo del “America First” del que tanto presume su presidente que olvida que el problema, como sí ha entendido Beijing, afecta a todo el planeta.