Aunque en líneas generales, Asia ha conseguido relajar un poco la sangría de afectados por el coronavirus en las últimas semanas, rebrotes de la enfermedad como el que sufre Singapur obligan a mantener vigente la vigilancia en todos los frentes. Pero de los países que aún no han vivido los días más aciagos, Japón es el más poblado y el que a estas alturas ve que lo peor esté por llegar aún. Las autoridades sanitarias locales empiezan a pensar que han reaccionado tarde y temen que el número de muertos se dispare hasta los 400.000.
Parece una cifra disparatada puesto que, desde que se inició todo, a nivel global han fallecido poco menos de 140.000 personas. Sin embargo, lejos de un constituir un mensaje con un dramatismo innecesario, un equipo de trabajo del ministerio de Salud nipón apunta a una cantidad tal de no imponerse inmediatamente restricciones a todos los niveles y reducir de forma drástica el "contacto entre personas", según estos expertos.
La situación, por tanto, anticipa una explosividad imparable, ya que hasta ahora en Japón solo se han registrado algo más de 8.600 casos y 178 muertes por el virus. Son cifras muy alejadas de lo que augura este equipo, que también señala otra cifra: la de los 850.000 que, según sus proyecciones, necesitarían en algún momento sistemas de respiración mecánica. Por todo esto urgen al Gobierno a actuar ya. No hay que olvidar dos detalles que juegan en contra de la escasa repercusión en las estadísticas, hasta el momento: lo avanzado de la edad de buena parte de la población; y el que solo se hagan test a quienes tengan síntomas.
Comienzan a intensificarse los casos
La realidad es que los hospitales de algunas regiones comienzan a notar el incremento de enfermos. En otras ciudades ya se han hecho llamamientos a la ciudadanía para que se preserve el material sanitario ya que los profesionales, como hemos visto en otras partes del mundo, comienzan a sufrir cierto desabastecimiento que compromete su propia protección. De hecho, algunas de las empresas más importantes del país ya están empezando a virar su actividad habitual hacia productos destinados a tal fin.
La situación, como denuncian los propios médicos, comienza a ser preocupante, especialmente en la capital, lo que ha generado un intenso descontento hacia el Gobierno en la calle. Aunque la gestión de Shinzo Abe no fue muy discutida al principio, una encuesta realizada por Kyodo News revela que el 80% de la población cree que la declaración de estado de emergencia en las principales ciudades ha llegado demasiado tarde y que la actitud del primer ministro ante la crisis está resultando "tímida y lenta" ante el brote. Además, se le acusa de no haber hecho caso a las recomendaciones de los expertos.
La clase política no parece ayudar mucho con su actitud tampoco. Noriko Hama, una profesora de economía de la Universidad Doshisha de Kyoto, según recoge South China Morning Post, denuncia que durante estos días "hemos visto imágenes de Abe en Twitter acariciando a su perro y bebiendo té", lo que a su juicio "hace que la gente se dé cuenta de que no se está tomando esta situación en serio y no entienda que la gente corriente está sufriendo".
Incluso su mujer ha sido duramente criticada estos días por haber visitado un monasterio con 50 personas días después de que Abe pidiera a las escuelas que cerraran y que se evitaran actos públicos.
En este contexto de tensión, la oposición tampoco se libra de las críticas, y el último episodio de vergüenza nacional lo protagonizó el diputado Takashi Takai, que fue pillado en un club de alterne después de la imposición del estado de emergencia.
Se extiende la alerta sanitaria
Pero al margen de estos episodios, el Ejectuvo trata de intensificar las medidas y por eso, este mismo jueves se extendió la alerta sanitaria a las 47 prefecturas del país al menos hasta el 6 de mayo. Es la primera vez que Japón recurre a esta medida en su era democrática, si bien la aplicación es diferente de las medidas similares vistas en otros países, por ejemplo en España, puesto que la legislación no contempla sanciones de ningún tipo para quien no siga las recomendaciones de permanecer en casa.
En el cumplimiento de las mismas estará la confirmación -o no- del pronóstico de los expertos. A las puertas de la llamada 'Semana Dorada' nipona, en la que habitualmente se producen millones de desplazamientos, es un reto hacer caso y evitar la colaboración involuntaria en la propagación del virus, que está intensificándose durante los últimos días.
Por otra parte, tampoco el sector empresarial está a gusto con la situación. Al golpe económico que comparte con el resto de países del mundo -en su caso, el FMI le augura una contracción del 5,2% para este año-, las compañías del país denotan una gran decepción con el plan de estímulo del gobierno.