Mientras en España la polémica se gestaba este martes en torno a las condiciones en las que los menores podrían pisar la calle tras semanas de confinamiento, había quien pedía al Gobierno que confiara en la ciudadanía, apelando a la "responsabilidad" de todos para contener la expansión de la epidemia.
Las diferencias con el caso sueco son muchas pero llaman la atención especialmente en este punto, porque esa llamada al sentido comunitario ha llegado desde el mismo Ejecutivo, que desde el comienzo de la crisis optó por mantener unas medidas más relajadas que en el resto del continente. Y los datos, por el momento, parecen respaldarle.
Es cierto que, en los últimos días, el Gobierno sueco, que dirige el socialdemócrata Stefan Löfven ha allanado el camino legislativo en previsión de eventuales necesidades sanitarias, pero eso no supone apenas cambios en las escenas de normalidad que se han visto en las calles de las ciudades suecas, especialmente en la capital, Estocolmo, donde se concentran gran parte de los casos de coronavirus en el país.
Y es que, a diferencia de las férreas medidas de confinamiento y parálisis económica derivada que han puesto en práctica no solo países del sur, como Italia o España sino Alemania, Francia e incluso países de su entorno, en Suecia el eje de su estrategia contra el virus pasa por las recomendaciones. Por palabras, por consejos para que su población, especialmente aquella que se incluye en los grupos de riesgo, sepa proteger y protegerse con medidas de higiene y distanciamiento social.
Por eso, y entre otros detalles, Suecia no ha cerrado ni guarderías ni escuelas (sí institutos y universidades) y mantiene abiertos con restricciones bares y restaurantes, aunque ha prohibido concentraciones de más de 50 personas.
De hecho, según el jefe de la Agencia de Salud Pública de Suecia, Joahn Carlson, "no le decimos a la gente que se quede en casa. Creo que es una parte muy importante de nuestra política". "Por el contrario. La gente debería salir, hacer ejercicio, tomar aire fresco. Es bueno para su salud física y mental", dice.
Estas tácticas se perciben con más escepticismo desde el exterior que desde dentro, aunque una de las razones que pueden explicar esta actitud apunta a la gran autonomía de las agencias públicas que, controladas por expertos y científicos, han marcado esta peculiar hoja de ruta. Se trata de una estrategia que incluso parece estar proporcionándole cierto crédito político a Löfven, fortalecido en los sondeos que se hacen regularmente en la nación.
Parte de la peculiar estrategia sueca se basa en tener acceso a uno de los mejores sistemas de atención médica del mundo. En ningún momento Suecia experimentó una escasez real de equipos médicos o de capacidad hospitalaria, y las tiendas instaladas como centros de atención de emergencia en todo el país han permanecido prácticamente vacías.
Apelación a la responsabilidad
El Gobierno sueco ha reiterado al mismo tiempo que no alterará su estrategia general de informar de algunas recomendaciones generales para proteger sobre todo a los grupos de riesgo y apelar a la responsabilidad individual, si bien se han ido introduciendo de forma progresiva algunas medidas restrictivas.
Sin embargo, y desmintiendo la que podría apuntarse como actitud pasiva ante el Covid-19, la ministra de Exteriores quiso salir al paso y defender el papel del Ejecutivo en estos tiempos: "Es un mito que la vida transcurra como si nada en Suecia", aseguró Ann Linde.
Al mismo tiempo y en esa misma línea, su colega de Asuntos Sociales, Lena Hallengren, rechazó también que Suecia actúe de forma "radicalmente distinta" al resto y sostuvo que solo hay dos diferencias importantes: que no se han cerrado las escuelas y que no se han adoptado reglas para obligar a la gente a quedarse en casa.
No hay ninguna evidencia de que cerrar escuelas frene el contagio, ni tampoco hay justificación racional para imponer el confinamiento: al contrario, tomar el aire mejora la salud, ha resaltado el director de la Agencia de Salud Pública de Suecia, Johan Carlson. Carlson resume la estrategia sueca en abogar por la distancia social a través de algunas prohibiciones y muchas recomendaciones, y en que los mayores de 70 años se recluyan lo máximo posible.
Pronto para sacar conclusiones
Y aunque la incidencia del virus no ha alcanzado ni de lejos los números que se manejan en los países más azotados por el coronavirus -apenas tiene 16.000 casos, con unos 2.000 muertos-, lo cierto es que respecto a los países del entorno que sí han aplicado medidas más restrictivas, Suecia es el que sale peor parado y las autoridades reconocen que, como en otros lugares, la tercera edad es la que más ha sufrido la enfermedad: hasta un tercio de los fallecimientos pertenecen a este grupo.
Esto obliga a la cautela a la hora de sacar conclusiones. Sería prematuro, dado que aún hay que ver de qué forma evolucionará la pandemia, por una parte; y por otro, la diferente contabilidad de víctimas según los países tampoco permiten una valoración actual precisa de la situación. Lo único que parece objetivo es que frente a las escenas próximas al colapso de otros lugares, en Suecia parece que el desabastecimiento ha sido algo muy puntual y en las unidades de cuidados intensivos hay un 20% de plazas libres todavía.
"La situación sigue siendo grave, con más infectados cada día. Contaremos los muertos por miles, ya lo estamos haciendo. Detrás de cada cifra hay una persona. Recordemos a todos los que están sanos que asuman su responsabilidad", dijo Löfven ayer en su última comparecencia.
Una de las claves que apuntan los científicos es la de la llamada 'inmunidad grupal' que, en condiciones ideales, ayudaría a ralentizar los contagios. En lo que parece que coinciden los expertos es en que la curva de infección, al menos en la capital, se alcanzó a mediados de abril, por lo que lo número de casos debería ir reduciéndose. Pero como en todos los ámbitos, incertidumbre.