Es alarmante la cantidad de aplausos a Xi Jinping, el presidente de China, por asegurar que, de encontrar la vacuna contra el Covid-19, su país la ofrecerá gratuitamente al mundo. ¡Es lo mínimo! ¿Nos parten las piernas y luego hay que agradecerles por las muletas?
Hasta que se demuestre lo contrario, no se puede asegurar que el coronavirus se creó en un laboratorio con fines oscuros. No se trata de eso. De lo que se trata es de la rendición de cuentas que China nos debe por haber manejado de la manera más irresponsable el brote inicial, en ese incontrolable reflejo de las autocracias por ocultar la información bajo la lógica de que se puede moldear la realidad. “1984 (el libro de Orwell) no estaba supuesto a ser un manual de instrucciones”, se lee en alguna esquina de internet que se ha popularizado.
La vacuna contra este fantasma que ha desolado al mundo debe ser un bien común
La vacuna contra este fantasma que ha desolado al mundo debe ser un bien común. De acuerdo. Se trata de solidaridad entre quienes estamos de paso en este planeta, en tener empatía con el dolor del prójimo.
Al momento de escribir estas líneas, las muertes superan las 370.000 a nivel mundial. “La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque me encuentro unido a toda la humanidad, por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”, (Donne, J. (1624) Meditación XVII de Devotions Upon Emergent Occasions).
La crisis desatada por esta mortandad da para todo, según cada país. En Venezuela, Maduro ha dado rienda suelta a sus instintos dictatoriales. Mantiene al país bajo siete llaves, logrando exitosamente sofocar a un pueblo que tiene mil y una razones para protestar. También ha servido para que en España la crispación política prive por sobre las decisiones de Estado: Madrid y Barcelona apenas entran en la primera fase del desconfinamiento gracias a la pugna entre las fuerzas oficialistas y opositoras.
En Estados Unidos, la situación es parecida a la de España, pero con los “desconfinar inmediatamente” en el gobierno y los “confinados para siempre” en la oposición. A leguas se ven las intenciones políticas de cada bando. Trump necesita la economía, la punta de lanza de su discurso, marchando a todo vapor. Biden y su partido quieren arrebatarle al actual presidente esa bandera, ocupándose del desastre económico después del 03 de noviembre, pero ya en la Casa Blanca. ¿Que deben encontrar un justo medio? Imposible. Viva el populismo, viva el extremismo. Después de mí, el diluvio, dicen ambos candidatos.
La carrera en estos momentos es por encontrar el pinchazo preventivo y por salvar un poco los muebles. Bueno, tanto para lo uno como para lo otro, es absolutamente necesaria la cooperación internacional para mantener medidas preventivas racionales, robustecer los sistemas sanitarios y, sobre todo, encontrar el Santo Grial: la vacuna. La misma razón por la que el virus se expandió con una rapidez pasmosa - es decir, la globalización-, es la misma razón por la que la principal acción preventiva debe hacerse disponible para todos inmediatamente. Ninguna economía estará realmente bien si las demás no lo están. El comercio internacional es fundamental.
Ninguna economía estará realmente bien si las demás no lo están. El comercio internacional es fundamental
Pero de ahí a aplaudir al autócrata que causó el desastre hay un trecho bien largo. La animadversión causada por las salidas de tono de Trump no justifica una visión dual del mundo en el que se aplauda a Xi por jorobar al otro. Esa visión del mundo tan maníquea, tan infantil, tan de Disney, es caldo de cultivo idóneo para la nueva cepa de ese ancestral virus llamado populismo.
La ayuda de Pekín nunca es gratis, y mucho menos es de calidad. No son pocos los negocios que han hecho las empresas chinas con la pandemia. Que se lo digan al gobierno español, ahora con ese pesado fardo de la millonaria compra de los defectuosos tests chinos, por citar sólo un ejemplo.
Más de 45 años han transcurrido desde que Richard Nixon y Henry Kissinger pusieron en marcha su tesis de que, abriéndole a China las puertas del mundo democrático, el régimen comunista terminaría convirtiéndose en un paraíso de libertades. Bueno, ya saben cómo va eso casi medio siglo después.
Esto no significa que se le declare la guerra al régimen de Beijing. Nada de eso. Mejor será aplicarle el jarabe democrático, ese al que tanto rehuyen los autócratas: la rendición de cuentas. Para eso las principales potencias deben los valores democráticos por encima del afán del lucro. Me temo que no les será tan fácil.