El presidente Donald Trump visitará este viernes la sede del Comando Sur en Miami. Para más señas, se trasladará a Doral, el principal enclave venezolano en el sur de Florida. Los militares estadounidenses encabezan una coalición internacional que patrulla el mar Caribe: su misión es bloquear la ruta de la droga desde Sudamérica hacia Norteamérica y Europa. Por supuesto, esto pone en el ojo del huracán a Venezuela, base de operaciones de los carteles colombianos y el Cartel de Los Soles, el grupo de oficiales venezolanos involucrados en este negocio.
Durante la administración Trump la presión sobre el chavismo se ha radicalizado. Las sanciones y el apoyo a la única institución democrática en Venezuela, la Asamblea Nacional, son política de primera línea en la actual Casa Blanca. El gobierno de Estados Unidos es el mejor aliado de la oposición venezolana.
El tema es que es hora de elecciones y, en consecuencia, de hacer balance. Tres años y medio después, Nicolás Maduro sigue en el poder. Esa, y no otra, es la medida real por la cual son juzgados los principales actores de este conflicto. Por eso Trump se toma en serio este asunto. Es determinante para Florida, sobre todo en el sur. Hablamos de un estado con una catarata de votos electorales que suelen determinar la balanza en carreras cerradas.
En el sur de Florida está la gran metrópoli del estado. Miami suele votar demócrata, como la mayoría de los grandes centros urbanos de Estados Unidos. Dominado el conservador norte de la península, Trump necesita que la brecha entre Biden y él no sea tan grande en el liberal sur. En el condado de Miami Dade, Hillary Clinton obtuvo en 2016 el 63,2% de los votos. En el colindante Broward la aspirante demócrata sacó el 66,1%. Un poco más arriba, en Palm Beach, la ex secretaria de Estado se llevó 56,2% de los sufragios. Aun así, Trump conquistó Florida con el 48,6% de los votos y se trajo a casa los 29 votos electorales.
La sombra Obama
Es mérito de Trump, en su afán de contraste, que Obama siga vigente.
Obama, experto en marketing y relaciones públicas, pasó a la historia como un presidente conciliador. Lo logró a pesar de que no pidió permiso para matar a Bin Laden en Afganistán, comandó la invasión a Libia que dio con la muerte de Gaddafi, bombardeó Siria buscando el derrocamiento de al-Assad y no terminó con las guerras ni de Afganistán ni de Irak. Curiosamente, con ese expediente a cuestas, lo que se recuerda son episodios como la firma del Tratado de París, el acuerdo nuclear con Irán y el acercamiento a Cuba.
Estas líneas se limitan a exponer los hechos. Cada quien opinará, incluyendo este cronista, en otro escenario.
El sur de Florida es base del extremismo anti castro-chavista. Ese núcleo considera que su lucha es la misma y que Obama no hizo nada por ellos
El deshielo con Cuba atañe al asunto original de este análisis en cuanto a su consecuencia sobre el conflicto venezolano. Obama inició la política de sanciones, elevó su voz por los perseguidos políticos venezolanos y firmó el decreto que estableció a Venezuela como una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos. Es decir, dio el puntapié inicial a una serie de eventos que hoy dan con la flota del Comando Sur en el Caribe. Sobre eso construyó Trump su política contra Maduro, siendo mérito suyo el fortalecimiento del cerco internacional.
La desgracia para Obama es que, en política y en la vida, la percepción termina siendo realidad. Todo lo expuesto anteriormente, incluyendo su discurso en La Habana cantándole las cuarenta al régimen mientras elevaba los valores de la democracia liberal, palidece ante las fotos amigado con Castro. Una imagen vale más que mil palabras.
El sur de Florida es base del extremismo anti castro-chavista. Ese núcleo considera que su lucha es la misma y que Obama no hizo nada por ellos. No es esta una apología de las prácticas más radicales. Sacar el músculo ante Cuba no ha hecho nada en sesenta años, pero eso no quiere decir que sonreírle al régimen si vaya a llevar la gata al agua. Que lo tenga en cuenta Joe Biden en caso de llegar a la Casa Blanca. Ahí tienen el ejercicio de Reagan y Kissinger con China. La apertura económica no necesariamente termina en apertura política.
Trump está ahora ante el riesgo de terminar igual que Obama: sin el único resultado que importa a los votantes. Ahí siguen impávidos en el poder el chavismo y el castrismo. El catire tiene menos de cuatro meses para enderezar el rumbo.
*** Francisco Poleo es un analista especializado en Iberoamérica y Estados Unidos.