Para la semana que viene, unos 150 millones de norteamericanos habrán votado en las elecciones presidenciales. Ya han votado más de 89 millones de personas, bien por correo o bien en persona en los estados que lo permiten, intentando así reducir los contagios de la Covid-19 a través de las aglomeraciones del día 3.
Sin embargo, más de un millón de esos votos serán rechazados por defectos de forma.
La importancia de este número se puede apreciar cuando recordamos que, en 2000, George W. Bush ganó a Al Gore en Florida, por un total de 537 votos. Así logró las 29 votos en el colegio electoral (Electoral College) que determinaron el ganador de la presidencia.
En 2016 Donald Trump ganó en los tres estados claves para su victoria –Pensilvania, Michigan y Wisconsin– por 79.646 votos de un total más de 13 millones. O sea, el número de votantes que dieron la presidencia a Trump cabrían el Bernabéu o el Camp Nou.
Si son así de importantes, ¿por qué anulan tantos votos en la elecciones norteamericanas?
Tardanza. El principal motivo por el rechazo de las papeletas es que llegan tarde. En algunos estados, la fecha tope para su llegada es el día de la elección. En otros, es unos días más tarde, con tal que el matasellos del sobre lleve la fecha del plebiscito.
Falta firma. Según el estado, el votante tiene que firmar tanto la papeleta como el sobre en el que es enviado. En algunos estados, la papeleta tiene que llevar también la firma de un testigo. Faltando estos trámites, el voto es rechazado.
Firma desigual. La firma del votante en la papeleta debe ser igual a la que el condado tiene en sus archivos. No importa que la firma original es de 10 o 15 años atrás; las dos tienen que ser iguales. Sumar a estos obstáculos el hecho que la(s) persona(s) que juzgan la autenticidad (o no) de la firma no tienen que ser profesionales del tema, sino simplemente voluntarios en el colegio electoral.
Papeletas desnudas. También se rechazan las naked ballots: las que llegan en el sobre oficial (un requisito), pero sin el sobre de seguridad interior que oculta la papeleta.
Fallos en máquinas de votar. Muchos estados del EEUU usan máquinas electrónicas para votar y tabular los votos. Estas son susceptibles de fallar y hasta pueden ser manipuladas para falsificar el resultado del voto. Como el voto por máquina abarca un 21% del total (en 2020, unos 30 millones de votos), las posibilidades de un resultado erróneo son amplias. Es más. Según un estudio del Brennan Center for Justice de la Facultad de Derecho de la New York University, unos 42 estados (de un total de 50) usan máquinas de votar con más de 10 años de antigüedad, desfasadas y susceptibles a errores.
Estas máquinas ya no se fabrican, y algunos usan como sistema operativo el Windows 2000, software con más de 20 años de antigüedad. Como apaño, unos administradores han tenido que desmontar máquinas para obtener piezas de recambio para reparar otras, así disminuyendo el número total y alargando (todavía más) las esperas para votar. Sea verdad o no, los fallos y las paradas de estos inventos tienden a inspirar teorías de resultados trucados y fraudulentos.
Papeletas dañadas. Como la gente recibe las papeletas en sus casas unos días y hasta semanas antes de votar, si no las cuidan, éstas pueden llegar a enviarse parcialmente dañadas, manchadas o borradas. O con dibujos, eslóganes políticos, grafitti, etc. Todas estas adiciones anulan el voto.
Prisa. Desde hace meses, el presidente Trump viene insistiendo que el ganador de las elecciones se debe anunciar en la noche del día 3. Aunque esto es habitual, no siempre es el caso (el ganador en 2000 sólo se supo en diciembre de aquél año, más de un mes después de la votación).
Este año, la exigencia del presidente será casi imposible de satisfacer, ya que en varios estados como Pensilvania, Wisconsin y seis estados más, está prohibido empezar a contabilizar los votos por correo hasta el mismo día de votación. Estamos hablando de millones y millones de papeletas y estos estados han anunciado que, con suerte, tendrán su recuenta confirmada para tres o cuatro días después de la votación en persona. Intentar hacer este trabajo con más prisa invita errores los cuales, lógicamente, penalizarán a algunos votantes.
Votar dos veces. Hay instancias en las que el ciudadano vota dos veces – una por correo y una segunda vez en persona. Aunque Trump ha instado a sus seguidores en Carolina del Norte intentar esta maniobra, es claramente ilegal y resultará en la anulación del voto.
Conclusión. Visto desde una perspectiva española, las elecciones en Estados Unidos sufren por dos deficiencias principales:
- En EEUU no hay DNI, ni ningún documento nacional de identificación. Todos los contenciosos sobre la identificación del votante, que suelen ocurrir con cierta frecuencia en zonas de poblaciones minoritarias, no existirían si hubiese DNI.
- Tampoco existe el concepto de empadronamiento. Los americanos se mudan de casa mucho más frecuentemente que los españoles, y allí no es inusual que un votante se da de alta para votar en el estado de su nueva residencia, sin haberse dado de baja en el anterior. Esto puede ocurrir varias veces en secuencia y, ya que todos los datos están en manos de los estados y no el gobierno federal, tiende a confusión, si no a fraude.
En España el voto en persona, con identificación clara y positiva, y con papeleta que no da fallos técnicos, constituyen una garantía que ni se da en las tierras de Mr. Marshall.
*** Aden Hayes Hyde es Director Ejecutivo de la Foundation for Practical Education.