La Justicia rusa impuso al líder opositor Alexéi Navalni una pena de tres años y medio de prisión al hacer efectiva una sentencia suspendida de 2014 que fue calificada de arbitraria por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
La jueza del caso dictaminó que Navalni, que volvió a Rusia en enero tras recuperarse del envenenamiento con el agente químico Novichok, violó la libertad condicional al no personarse el pasado año ante la autoridad competente.
Aunque el tribunal ha sentenciado a Navalny a tres años y medio, también ha apuntado que este tiempo podría acortarse por haber cumlido arresto domiciliario con anterioridad.
Navalny, uno de los críticos más destacados del presidente Vladimir Putin, fue arrestado en la frontera rusa el 17 de enero después de regresar de Alemania, donde se estaba recuperando de haber sido envenenado con un agente nervioso de grado militar.
Los aliados de Navalny pidieron a sus partidarios que protestaran de inmediato contra el fallo en el centro de Moscú. El abogado de Navalny dijo que el político de la oposición apelaría contra el fallo.
Una vida frente a Putin
Navalny es buen conocedor de la Justicia rusa. Su primer arresto por parte de las autoridades del país se produjo después de las protestas posteriores a las elecciones parlamentarias de 2011. El opositor lideró un movimiento en contra del partido de Putin, Rusia Unida. Después de aquella primera vez, Navalny declaró: “Estos 15 días en prisión me han enseñado a no tener miedo”.
Y así enfrentó lo que vino: otras dos semanas de cárcel después de las presidenciales de 2012 y una condena de cinco años de prisión, acusado de malversación y lavado de dinero. Después de una gran presión social, la sentencia pasó a ser de libertad condicional.
En febrero de 2014 fue puesto bajo arresto domiciliario y en diciembre del mismo año recibió una nueva sentencia de libertad condicional de tres años y medio. Entonces fue acusado por “crímenes financieros”. Al mismo tiempo, su hermano era condenado a cumplir la misma pena en prisión.
Navalny desafió el arresto domiciliario casi un año después, cuando se deshizo de su brazalete de seguridad para salir a la calle a comprar leche. Pasó nuevos períodos en la cárcel antes y después de las presidenciales de 2018. En 2019, volvió a estar entre rejas por organizar protestas ilegales contra Putin. Después de uno de aquellos arrestos tuvo que ser hospitalizado. Entonces, denunció que había sido víctima de un primer intento de envenenamiento.