Reynosa, en Tamaulipas, es una ciudad mexicana de 700.000 personas en la frontera con Estados Unidos. Ahí, en una zona ya castigada por el crimen y los homicidios, las organizaciones criminales de México cruzaron otra línea. El sábado 19 de junio, durante toda una mañana, un comando salió a cazar civiles, matando gente indiscriminadamente, sin que las autoridades hicieran nada durante varias horas.
¿El saldo? 19 muertos y un nuevo horror en una dinámica que siempre logra llegar un paso más lejos. No fue el único multihomicidio, la única matanza de esa semana. En total, más de 60 personas murieron en diversos enfrentamientos, tiroteos y motines en siete días. Pero Reynosa sigue siendo el hecho más grave, el más insólito, el más loco.
Desde Estados Unidos se ha emitido una alerta de viaje a Tamaulipas. “A la luz de la violencia que ocurrió en Reynosa el 19 de junio, el personal del gobierno de los Estados Unidos en Reynosa está temporalmente restringido de las operaciones de campo y los movimientos oficiales que no sean del hogar al trabajo”, escribieron las fuentes diplomáticas.
A las pocas horas de este aviso, un nuevo tiroteo estremeció el estado. Nueve muertos en un enfrentamiento entre grupos militares en otra parte de Tamaulipas. Mientras, en Reynosa, la población se autoimpuso un toque de queda. Los comercios cierran a las seis de la tarde, las fábricas adelantaron sus horarios y antes de que se ponga el sol es una ciudad fantasma. Por redes sociales llegaban advertencias. No salgan a la calle en la noche. Los criminales no se están portando bien en Reynosa.
A los pocos días de la matanza de Reynosa, fueron detenidos ocho supuestos culpables, pero la familia de dos de ellos aseguran que fueron inculpados por la policía, que les hizo tocar y manipular diferentes objetos relacionados con el crimen.
La importancia de la ciudad radica en su frontera y su puente internacional, que cruza el río Bravo y es uno de los pasos principales de drogas y personas de México a Estados Unidos. Acostumbrada a los tiroteos entre bandas de criminales o con las fuerzas de seguridad, a las 12.45 del sábado 19 de junio el horror comenzó.
Tres vehículos tipo pick up, con hombres armados a bordo, abrieron fuego contra siete hombres en el barrio Almaguer al este de la ciudad. Mataron a siete. De ahí se acercaron al barrio Obrera, donde segaron otras dos vidas, y de ahí a Bienestar, donde cayeron cinco personas.
El comando siguió moviéndose impune por la ciudad hasta las 14.00, que por fin la policía interceptó el convoy y se enfrentaron con los criminales. Pero otros ataques siguieron esa noche y el domingo. En total 19 personas normales, sin vinculación con el crimen organizado (obreros de la construcción, vendedores, trabajadores fabriles, taxistas…) cuya única causa de muerte fue cruzarse en su camino.
“Este es el proceso que se conoce como ‘calentar la plaza’. Consiste en hacer acciones muy vistosas para las autoridades, que se ven obligadas a actuar y mandan más elementos de seguridad”, explica Víctor Manuel Sánchez, investigador de la Autónoma de Coahuila, doctor por el CIDE y especialista en seguridad pública, “en este caso parece que ante una avanzada para tomar la plaza por el Cártel Jalisco Nueva Generación, el Cártel del Golfo reacciona y autocalienta Reynosa para que haya tanta presencia militar que no puedan acercarse”.
“Lo que sí es nuevo es ir tiroteando civiles por las calles. Tenemos antecedentes muy claros en Veracruz, Michoacán, Sinaloa o el propio Tamaulipas de uso de población civil y sus cadáveres para calentar la plaza, pero no de entrar en una ciudad a tiros de esa manera”, argumenta.
Tamaulipas es un estado donde las masacres son relativamente comunes. Uno de los casos más conocidos fueron San Fernando, en 2010, 73 migrantes fueron asesinados, o los 19 migrantes asesinados en Camargo en enero de 2021. En total, de enero a mayo de 2021, han sido asesinadas 298 personas en el estado. Muchos tienen que ver con la guerra por el control del territorio fronterizo entre tres organizaciones criminales: el Cártel Jalisco Nueva Generación, el Cártel del Noreste y el Cártel del Golfo.
Otras matanzas
Al sur, en Tabasco, cinco hombres fueron asesinados mientras iban en su camioneta. En el mismo estado, en un motín en una cárcel, seis presos murieron. En Guanajuato, siete fueron asesinados en un taller de motos. En Zacatecas, el mismo día que un grupo acribilló a siete personas, aparecieron colgados de un puente dos policías, y, al poco, en un enfrentamiento entre delincuentes murieron 18 personas. Si se suman con los 19 de Reynosa, en una semana, 64 muertos en homicidios masivos.
“Lo que ha pasado en Reynosa, Zacatecas y otras partes del país tiene que ver, creo yo, con el proceso electoral. Hay una reconfiguración del poder regional y por eso las organizaciones criminales intentan aprovechar, entrando en nuevos territorios, y lógicamente quien ya está en esos territorios lo intenta evitar”,
El pasado seis de junio, México celebró sus elecciones intermedias. 93 millones de votantes renovaron la Cámara de Diputados y se escogieron 20 mil cargos locales, entre ellos 15 gubernaturas de estado, equivalentes a presidencias de comunidad autónomas de España. El proceso fue terriblemente violento, con 89 políticos asesinados.
Por eso sorprendió cuando al día siguiente, en su comentario de los comicios y su desarrollo, el presidente del país, Andrés Manuel López Obrador, dijo que la delincuencia organizada en las elecciones, en general, “se portó muy bien”. Ciertos analistas y políticos de oposición acusan al presidente de haber bajado las manos frente al crimen organizado y que su política de dejar hacer, ejemplificada en su frase de “abrazos, no balazos”, no está funcionando para reducir las cifras de violencia.