Afganistán está, de nuevo, bajo el yugo de los talibanes. Pasó en pocas semanas, nada más empezar la retirada de las tropas anunciada por Joe Biden. Ciudad, tras ciudad, todas fueron cayendo a manos de los talibanes hasta hacerse con la capital, Kabul. Las imágenes de los talibanes dentro del Palacio Presidencial, mientras el presidente afgano huía del país, certificaban la victoria aplastante de las fuerzas insurgentes.
Veinte años después, EEUU sale del país dejando atrás un escenario casi idéntico al que encontró tras los atentados a las torres gemelas. Los intentos de apaciguar el país fueron un fracaso. El ejército afgano ha sido incapaz de resistir a las fuerzas talibanes y los insurgentes se han adueñado de las calles esparciendo el miedo. Los ciudadanos, sobre todo las mujeres, temen que se instaure de nuevo en el país un régimen de terror, sin respeto por los derechos humanos más básicos, y se agolpan el aeropuerto buscando escapar del país.
Y en medio de la victoria talibán, un hombre emerge como el ganador indiscutible de la guerra: Abdul Ghani Baradar, el líder talibán liberado por petición de los propios estadounidenses de una cárcel de Pakistán hace menos de tres años.
"Hemos conseguido una victoria que no esperábamos en tan poco tiempo y de forma tan rápida, a la que ahora debe seguir la humildad ante Alá. Éste es el momento de la prueba, se trata de cómo servimos y protegemos a nuestro pueblo. Y cómo aseguramos su futuro y la vida de Afganistán y sus ciudadanos, ahora rebautizado como 'Emirato Islámico'", ha dicho Baradar pocas horas después de la toma de Kabul.
Nacido en la provincia de Uruzgan en 1968, luchó en los muyahidines afganos contra los soviéticos en la década de 1980. Después de que los rusos fueran expulsados en 1989 y el país cayó en una guerra civil entre señores de la guerra rivales, Baradar instaló una madraza en Kandahar con su excomandante y cuñado, Mohammad Omar. Juntos, los dos mulás fundaron los talibanes, un movimiento encabezado por jóvenes eruditos islámicos dedicados a la purificación religiosa del país y la creación de un emirato.
Impulsados por el fervor religioso y el apoyo de la agencia de Inteligencia Interservicios de Pakistán (ISI), los talibanes llegaron al poder en 1996 después conquistar las capitales de provincia en un abrir y cerrar de ojos, como acaba de ocurrir en las últimas semanas. Baradar, del mulá mano derecha de Omar, fue el estratega clave de esas victorias.
Baradar desempeñó varias funciones militares y administrativas en el régimen de cinco años de los talibanes, y cuando fue derrocado por Estados Unidos y sus aliados afganos, era viceministro de Defensa.
Durante los 20 años de exilio de los talibanes, Baradar alimentó su reputación de líder militar y negociador político. Los diplomáticos occidentales llegaron a considerarlo del ala de Quetta Shura - el liderazgo reagrupado de los talibanes en el exilio - que era más resistente al control del ISI y más permeable a los contactos políticos con Kabul.
Sin embargo, en los años de la administración de Obama, se hizo más fuerte el temor a su experiencia militar que la esperanza sobre sus inclinaciones moderadas. La CIA lo siguió hasta Karachi en 2010 y en febrero de ese año EEUU presionó al ISI para que lo arrestara.
Pero, ocho años después, en 2018, la actitud de Washington cambió. Ya bajo la batuta de Donald Trump, el enviado afgano de EEUU, Zalmay Khalilzad, pidió a los pakistaníes que liberaran a Baradar para que pudiera liderar las negociaciones en Qatar, basándose en la creencia de que se conformaría con un acuerdo de reparto del poder.
Escuchado y respetado por las distintas facciones talibanes, fue nombrado jefe de su oficina política, ubicada en Qatar. Desde el país del golfo, llevó las negociaciones con los estadounidenses, que condujeron a la retirada de las fuerzas extranjeras de Afganistán.
Baradar fue liberado y, en febrero de 2020, firmó el acuerdo de Doha con los EEUU, hecho que la administración Trump celebró como un gran avance hacia la paz, pero que ahora parece más el punto de partida hacia la victoria total de los talibanes.
Se suponía que el acuerdo entre Estados Unidos y los talibanes de no pelear entre sí iría seguido de conversaciones para compartir el poder entre los talibanes y el gobierno de Kabul de Ashraf Ghani. Esas conversaciones sin embargo tuvieron pocos avances, y ahora parece claro que Baradar y los talibanes estaban intentando ganar tiempo, esperando a que los estadounidenses se fueran para iniciar una ofensiva imparable.
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