El caos y el miedo se han adueñado de Afganistán en el último mes con el avance fugaz de los talibanes por el país y la conquista final decisiva de Kabul. Los integristas radicales se han hecho con 33 de las 34 provincias del país. Les falta una: la provincia de Panshir, que se presenta como un hilo de esperanza y defensa para los afganos que rechazan entregarle el poder a los talibanes.
Panshir, un valle con aproximadamente 173.000 habitantes al noreste del país, con 96 kilómetros de terreno montañoso, ha sido una tierra indomable en el historial de conflictos que tiene el país. La provincia resistió ante diez ofensivas soviéticas entre 1979 y 1989. Entre 1996 y 2001, el valle de Panshir fue el único territorio de Afganistán que resistió ante la ocupación de los talibanes. Esta vez también aguanta, al menos por ahora. Todavía no ha sido atacada por los integristas.
De allí era el héroe muyahidín Ahmad Shah Masud, también conocido como el León de Panshir, una leyenda antitalibán que lideró la Alianza del Norte hasta el día de su asesinato, el 9 de septiembre de 2001, dos días antes del atentando de Al Qaeda en Nueva York el 11 de septiembre de ese año.
Ahora, su hijo de 32 años, Ahmad Masud, lleva días organizando un frente de resistencia para combatir a los talibanes con el apoyo del actual autoproclamado presidente interino del país, Amrullah Saleh, que no ha huido del país como la mayoría del Gobierno afgano y decidió desplazarse a la única provincia que subsiste al control talibán.
"Mis compañeros de armas y yo estamos dispuestos a dar nuestra sangre. Hacemos un llamado a todos los afganos libres, a todos aquellos que rechazan la servidumbre, a unirse a nuestro bastión de Panshir, la última región libre en nuestra tierra atormentada", expresó Masud en un manifiesto publicado por la revista francesa La Regle du Jeu.
Saleh, también nacido en Panshir, se declaró como el "presidente legítimo" y animó a la resistencia ante los talibanes tras la huida del presidente Ashraf Ghani. "Nunca me rendiré ante los talibanes. Jamás tracionaré a Ahmad Shah Masud, nuestro comandante, guía y leyenda. Uniros a la resistencia", afirmó en Twitter el pasado domingo cuando Kabul cayó en manos del grupo fundamentalista.
El pueblo afgano no tiene la misma reverencia ante Saleh que ante el León de Panshir, pero ha ostentado cargos que le dan autoridad. Dirigió la agencia de inteligencia afgana creada en 2004, fue un activo clave para la CIA, según The Times, y fue ministro del Interior en 2018 hasta su nombramiento como vicepresidente primero en enero de 2019.
Objetivo de varios ataques, Saleh salió vivo en 2019 de un atentado en el que murieron más de 30 personas tras varias explosiones suicidas y el asalto al edificio del Gobierno afgano en el que trabajaba. Fue uno de los cinco supervivientes que estaban en el edificio.
Es una figura antitalibán dispuesta a morir por su pueblo. Así lo demostró en palabras en una entrevista a The Times en febrero de este año: "Estoy preparado para morir con 100 balas en el pecho y en la cabeza en lugar de ser parte de un acuerdo que venda los derechos de mi pueblo a una organización terrorista medieval [los talibanes]". Ahora lo demuestra quedándose en Afganistán para liderar junto a Masud el último bastión que quiere desafíar a los talibanes.
Tierra resistente, pero sin apoyos
Aunque el valle está rodeado por los talibanes, el terreno montañoso de Panshir es una fortaleza natural problemática para los radicales integristas. Los antecedentes contra los soviéticos en los 80 y contra los propios talibanes a finales de los 90 constatan su resistencia. Además, la determinación histórica y actual del pueblo de Panshir por evitar la invasión talibán lo complica aún más. Es poco probable que la población se rinda ante los talibanes como han hecho en otras zonas del país.
Desde la llegada de los talibanes a Kabul, un número indeterminado que ronda los 2.500 soldados afganos, según el New York Times, han llegado al valle de Panshir con armas, tanques y material militar tras su retirada de varios frentes de batalla. El número de soldados y las armas que poseen, sin embargo, no parecen suficientes para hacer frente a los talibanes.
Los recursos humanos y materiales que poseen invitan al pesimismo, pero a esa escasez también se le suma la falta de apoyo internacional que sí recibió la provincia hace 20 años.
El propio Ahmed Masud lo admitió en un artículo publicado en The Washinton Post esta semana pidiendo apoyo internacional: "Si nos atacan, se encontrarán una resistencia firme. Sin embargo, sabemos que nuestras capacidades con lo que tenemos en estos momentos no serán suficientes —expresaba el hijo del 'León de Panshir'—. El material se agotará rápidamente salvo que nuestros amigos de Occidente encuentren una manera de suministrarnos recursos militares. Necesitamos más balas y más armas. Estados Unidos y sus aliados democráticos son nuestra última esperanza".
Por ahora, son el principal y único obstáculo que tienen los talibanes para hacerse con la conquista completa de Afganistán. El tiempo dirá si Ahmad Masud, Amrullah Saleh y el valle de Panshir se quedan solos en medio de un país talibán o se convierten en lo que los talibanes han sido hasta que tomaron el control casi total el pasado domingo: insurgentes.