“Nuestra guerra al terror empieza con Al Qaeda, pero no termina allí. No terminará hasta que todo grupo terrorista de alcance global sea encontrado, detenido y derrotado”. Esas fueron las palabras del expresidente de Estados Unidos George W. Bush el 20 de septiembre de 2001. Nueve días antes, el país más poderoso del mundo estaba absorto en el recuento de cadáveres tras haber sufrido el ataque más sangriento de su historia.
Estados Unidos vio a sus emblemáticas Torres Gemelas de 110 pisos desplomarse y a su epicentro defensivo, el Pentágono, embestido por otro avión que mató a 125 personas. La primera potencia mundial se mostró endeble por primera vez en su historia. Los 2.977 muertos y más de 5.000 heridos de ese día fueron el resultado inmediato de la tragedia, pero a largo plazo supuso un cambio en el orden mundial que sigue extendiendo una estela de sangre.
“El 11-S supuso un redimensionamiento y un fortalecimiento de la amenaza terrorista. En estos 20 años, a lo que hemos asistido es al impacto que tuvo ese día: la guerra de Afganistán, en buena medida la guerra de Iraq, la alteración del estatu quo y un gran estímulo en términos de dimensión y estimulación para el terrorismo yihadista”, explica Carlos Echeverría a EL ESPAÑOL, profesor de Relaciones Internacionales y colaborador de la Escuela de Guerra del Ejército de Tierra especializado en yihadismo.
Las diez bombas del 11-M en Madrid, las explosiones en el metro de Londres, el ataque en la Gran Mezquita de Kuwait, los tiroteos en París el 13 de noviembre de 2015, atropellos masivos como el de Niza en 2016 o Barcelona en 2017, son solo algunos de los cientos de ataques terroristas perpetrados por el yihadismo en las últimas dos décadas. Los esfuerzos de Occidente por neutralizar al enemigo en las guerras de Afganistán, Iraq y la intervenciones en Siria y en el Sahel, en las que han muerto más de medio millón de personas, resumen lo que ha significado este siglo en la "Guerra al terror”.
El yihadismo en Occidente 20 años después
Dos décadas permiten valorar con perspectiva los logros, fracasos y progresos que se han alcanzado. “En Occidente, a día de hoy, el terrorismo yihadista es un problema de seguridad que se puede gestionar, con el cual se puede vivir, y eso es un logro, aunque cada cierto tiempo deje víctimas”, afirma Manuel Ricardo Torres, catedrático de la Universidad Pablo Olavide experto en terrorismo yihadista y miembro del Consejo Académico del Instituto de Seguridad y Cultura (ICS).
Occidente vive una pequeña tregua respecto al terrorismo yihadista en los últimos cuatro años. El último ataque en suelo europeo dirigido por el Estado Islámico (EI) fue el atropello masivo que dejó 16 muertos en Barcelona. Desde entonces, el resto de ataques han sido ejecutados por 'lobos solitarios' inspirados por las organizaciones terroristas, pero no dirigidos por los grupos. Una muestra de sus capacidades ofensivas en Occidente últimamente.
Por su parte, Estados Unidos ha sido una muralla contra ataques yihadistas desde el 11-S. El último ataque planeado por Al Qaeda en territorio estadounidense fue en 2019 en la base naval de Pensacola, Florida, que mató a tres personas. El resto de ataques entre el 11-S y el de 2019 fueron realizados por 'lobos solitarios'.
Las detenciones en Europa relacionadas con terrorismo yihadista han tenido una tendencia a la baja significante desde 2016, según el informe anual de seguimiento del terrorismo de Europol realizado desde 2006. En 2020, se arrestaron a 254 personas relacionadas con yihadismo, el año anterior fueron 436 los detenidos. En 2016 llegaron hasta las 718.
“Es indiscutible que años después estamos recogiendo el fruto del trabajo de los servicios de Inteligencia y de los cuerpos de policía. Es un buen trabajo conjunto de Europa, aunque la amenaza sigue siendo muy alta”, asegura Florentino Portero, profesor de Relaciones Internacionales y miembro del ICS.
El pico de detenciones y ataques yihadistas en Europa coincide con la mejor situación territorial que tuvo el Estado Islámico en sus países de origen. “El conflicto de Siria e Iraq y la expansión del Estado Islámico en la zona sirvió de combustible para alimentar el radicalismo que movilizó a muchos terroristas”, explica Manuel Torres. La posterior pérdida de territorio que ha sufrido en los últimos cuatros años el EI también se ajusta a ese descenso en la movilización yihadista en Europa.
“Las cifras actuales de detenciones y ataques son positivas, pero esto no debe llevarnos al relajamiento. Hay una dimensión muy importante que se mantiene: la ideología. Eso debe preocuparnos porque las autopistas de formación yihadista continúan”, afirma el profesor Echeverría. “Sigue habiendo abono para que crezca la perspectiva yihadista”, coincide Florentino Portero.
Nivel 4 de alerta
Los expertos coinciden en que la amenaza yihadista sigue siendo alta y confiarse sería un error. La alerta antiterrorista en España es del nivel 4 actualmente, un indicador que significa que hay un “riesgo alto” de ataques terroristas. Este nivel no se ha modificado desde 2015, en pleno pico de ataques yihadistas en Europa. Dos años después de establecer el indicador en su segundo nivel más alto, España sufrió el ataque en Las Ramblas.
“La amenaza existe y puede manifestarse severamente. El problema es que estos indicadores, a veces, terminan siendo inservibles precisamente por la dificultad que tiene cambiarlos. Si se cambia, aunque esté bien justificado, y luego ocurre un ataque, el coste político de cara a la opinión pública es muy grande”, explica el experto en yihadismo Manuel Torres.
El Sahel preocupa
Occidente vive cierta tregua con el terrorismo yihadista, pero África, en cambio, sufre una situación antagónica, especialmente en el Sahel. El número de atentados terroristas desde 2017 se ha multiplicado por siete en la región africana. Los grupos yihadistas aprovechan la debilidad de los gobiernos para usurparles la autoridad y controlar los territorios. La región sufrió en el mes de julio de este año 97 atentados que provocaron 297 muertes, según el Observatorio Internacional de Estudio del Terrorismo.
“Es una zona que preocupa porque es nuestra frontera avanzada y puede salpicar también al Magreb, lo cual está aún más cerca de nosotros”, señala el profesor Carlos Echeverría. Francia lidera la intervención en el Sahel, con la colaboración de países como España y Estados Unidos, pero ya ha iniciado una retirada parcial de sus tropas que podría dejar en manos de los terroristas el control de la zona.
“Nos puede afectar muy seriamente lo que ocurre en el Sahel. Lo que vamos a encontrar es un aumento de la presión migratoria y de la eficacia de los grupos yihadistas, que van a cuestionar la pervivencia de los regímenes políticos e incluso la propia estructura de algunos Estados africanos”, explica el profesor Florentino Portero.
En el Sahel ejercen organizaciones yihadistas que no han dejado de ganar presencia en los últimos años, como Boko Haram, y la situación va deteriorándose progresivamente. “El Sahel es la gran amenaza que se cierne en los próximos años. Es un escenario donde se dan todos los ingredientes para que se forme una nueva ventana de oportunidad terrorista que tendrá repercusión en nuestra seguridad”, advierte Manuel Torres.
El retorno de los talibanes
Afganistán vuelve a ser un santuario para los terroristas 20 años después de que Estados Unidos decidiera combatirles como represalia por el 11-S. Si Al Qaeda se convirtió en la fuerza terrorista predominante fue en gran parte gracias a Afganistán, país que les sirvió como campo de entrenamiento, formación y control.
“El gran problema es que la recuperación del poder de los talibanes convierte a Afganistán en un terreno inhóspito para labores de Inteligencia y no se podrá ejercer un control sobre los terroristas”, señala Torres, que recalca que la situación en el Sahel es un escenario peor que el de un régimen talibán.
África es una preocupación ascendiente para Occidente, pero Afganistán podría ser un estímulo para el yihadismo que les ayude a coger impulso. “Al Qaeda va a poder ir mejorando la calidad de sus cuadros en lo que será un proceso de reconstrucción para ellos como ya hicieron en el pasado. Ahora, como occidentales, lo que preocupa es cómo Al Qaeda va a recuperar cierto pulso y podrá ser más eficaz al poder entrenar mejor a su gente”, explica Florentino Portero.
Un mundo más seguro
Han pasado dos décadas desde el 11-S y la amenaza yihadista sigue presente en todo el mundo. Occidente ha luchado con el objetivo de protegerse y sofocar al terrorismo mediante la guerra y la Inteligencia, de la cual se pueden hacer diferentes lecturas. “Si comparamos la fuerza yihadista con hace 20 años, lo hacemos con los atentados del 11-S, ataques muy imaginativos y complicados. Ahora tienen capacidad para desestabilizar y atacar en unas coordenadas diferentes a las de 2001, aunque no sabemos si tienen capacidad de hacer ofensivas tan fuertes”, opina Echeverría.
Para el profesor Portero, el mundo es más seguro con respecto al 2001, pero cree que se sigue sin avanzar en la raíz del problema: “Hay que distinguir la capacidad técnica de combatir el terrorismo yihadista en casa, que ha mejorado mucho, de la visión estratégica para acabar con el origen de la yihad, a través de la educación, la cultura y las condiciones de vida, y en ese aspecto no hemos avanzado nada”. El experto Manuel Torres añade que Occidente tiene el desafío en "apoyar a las zonas donde hay debilidad institucional y donde el terrorismo es una amenaza cotidiana".
“Nuestra respuesta es más eficaz al dedicarle más recursos y conocerles mucho más, y eso dificulta que haya atentados como el 11-S. Estamos más protegidos ante ese tipo de ataques, pero eso no significa que la sociedad sea inmune al terrorismo”, asegura el catedrático Manuel Torres.
El futuro del terrorismo yihadista internacional no pende de un hilo ni ha dejado de tener presencia en ningún momento. Su objetivo es sembrar el terror en la sociedad a la que quieren someter, por eso, señala Torres, “no hay que caer en el error de magnificar sus efectos, porque si condicionamos la vida a esa amenaza y nuestra retina está sobre el riesgo de un atentado, los terroristas habrán triunfado sin necesidad de matar”.
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