Al margen del enfrentamiento entre un candidato que defiende abiertamente las políticas de Pinochet, sin entrar, si eso es posible, en su represión (José Antonio Kast), y otro que se dice heredero de Salvador Allende (Gabriel Boric), uno podría esperar la presencia en el debate de algún término medio. Algo como la democracia-cristiana que representó a la derecha chilena durante décadas o algo como el socialismo moderado de Michelle Bachelet.
Sin embargo, tras Kast y Boric, al menos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, lo que nos encontramos fue a un fantasma, a un desconocido, a alguien que ni siquiera pisó Chile para hacer campaña y aun así recibió casi novecientos mil votos, en torno al 13% del total emitido: Franco Parisi.
Teniendo en cuenta que la distancia entre Kast y Boric en dicha primera vuelta no llegó a los ciento cincuenta mil votos, la capacidad de uno u otro candidato para atraer a los votantes de Parisi parece clave de cara a la segunda vuelta. Ahora bien, ¿quién es Parisi y cuál es su atractivo para quedar por delante de los dos candidatos oficialistas de la derecha (Yasna Provoste) y la izquierda (Sebastián Sichel)? Economista y profesor universitario, Parisi llegó a la fama mediática en Chile relativamente tarde. Fue en 2011, a los cuarenta y cuatro años, cuando presentó junto a su hermano el programa “Los Parisi: el poder de la gente”.
Podríamos analizar su discurso al detalle, pero no da para mucho. A estas alturas, ya habrán supuesto que se trata de un “maverick” que va en contra de todo y de todos, que no cree en los partidos políticos ni en sus negociaciones, que apela a “la gente” frente a “la ciudadanía” y que basa todo su atractivo en una vaga promesa de “acción directa”: “Conmigo, todo cambiará, ya lo veréis, tened fe”. Más o menos, lo mismo que Kast y Boric, pero ellos se lo tomaron más en serio, quizá por eso les ha ido mejor.
Parisi se presentó a unas elecciones presidenciales por primera vez en 2013 y no tuvo malos resultados: quedó en cuarto lugar de la primera vuelta con más de un 10% de los votos. Ahora bien, era 2013, el oficialismo lo dominaba todo, y el reto era prácticamente imposible.
El candidato errático
Aquella podía haber sido una buena base para una carrera política de éxito inmediato. El problema con Parisi es que siempre ha sido un tipo errático. Durante años vivió a caballo entre Estados Unidos y Chile, para instalarse definitivamente en el norte desde al menos 2019. Se supone que ha sido profesor adjunto en varias universidades estadounidenses, pero hay en torno a su carrera profesional una vaguedad preocupante. Él mismo dijo que trabajaba de profesor, luego dijo que se dedicaba a “actividades docentes” y no parece fácil saber exactamente qué hace allí a sus cincuenta y cuatro años.
Del mismo modo, en 2015 dijo que se presentaría a las elecciones de 2017, luego dijo que solo lo haría al Senado… y, a última hora, unos meses antes de los comicios, anunció que encabezaría la lista de una agrupación cristiana evangélica, “Unidos por la fe”. Ese proyecto tampoco salió adelante y Parisi decidió retirarse de la política y dedicarse a lo suyo, fuera lo que fuera.
En 2020, anunció que se volvería a presentar a las presidenciales, después de que el malestar político y social de 2019 en Chile volviera a colocar su nombre entre los favoritos de la ciudadanía. Gracias a las redes sociales y a sus programas en YouTube, su mensaje de “lo estáis haciendo todo mal” volvió a calar.
En todo este año, ni ha pisado Chile: no ha hecho un solo mitin en tierra chilena, no ha participado en ningún debate. Todo lo que se sabe de Parisi, se sabe a través de una pantalla. Nadie entiende por qué esto es así. Él dice que viajar a Chile le sale caro y que pierde mucho tiempo y que tiene mucho que trabajar, que él no es como Piñera (el conservador presidente actualmente en el cargo) y no puede permitirse lujos. Ahora bien, seguimos sin saber en qué consiste exactamente ese trabajo esclavo que no le permite ni acercarse a Chile a hablar con sus seguidores. Suena a excusa.
Kast, Boric o abstención
En cualquier caso, ¿para qué ir a Chile si le vale con YouTube? La popularidad de Parisi ha ido creciendo y creciendo a lo largo de la campaña, precisamente por el bajísimo nivel de sus rivales. Cuando todos se juntaron en televisión para el gran debate pre-electoral, el gran vencedor resultó ser el ausente. Estas cosas pasan. Durante un mes, prometió en varias ocasiones que viajaría, aunque fuera para “abrazar al pueblo”, pero no lo ha hecho. Aun así, ha quedado tercero. El asunto es saber a quién apoyará en la segunda vuelta.
En principio, teniendo en cuenta el tono de su discurso —un marcado individualismo, con la palabra “libertad” una vez más como eje de toda medida—, podemos descartar que Parisi vaya a pedir el voto para un socialista. Sería un disparate. Es cierto que su mayor vivero de votos se produce en el norte del país, en zonas fronterizas con problemas de inmigración. El fenómeno no es nuevo, tampoco: zonas obreras, de clase baja, tradicionalmente de izquierdas, que buscan líderes carismáticos que solucionen sus problemas de un plumazo.
Si algunos de esos votantes ven con miedo a Kast y deciden votar a Boric será cosa suya, pero no algo que recomiende Parisi. De momento, el economista ni siquiera se ha pronunciado al respecto, pero la prensa chilena apunta a que hará una consulta digital entre sus seguidores para ver qué postura oficial tomar. Descartado —en principio— Boric, las dos alternativas serían llamar a la abstención o pedir directamente el voto por Kast. El asunto es que Kast es quizá demasiado conservador para lo que defiende Parisi y, aunque, obviamente, hay en su populismo un aire de familia, a veces los polos de un signo parecido se repelen.
Ventaja de Boric
A la espera de lo que decidan Parisi y los novecientos mil chilenos que le votaron en noviembre, las primeras encuestas parecen mostrar una ligera ventaja de Boric frente a Kast… aunque algo parecido pasaba en la primera vuelta y al final el candidato conservador ganó con relativa comodidad. El diario El Mercurio publicó el pasado fin de semana un sondeo que daba a Boric un 44% de apoyos frente al 41% que obtenía Kast. De ahí que un apoyo decidido de Parisi pueda resultar absolutamente decisivo para este.
Recordemos de nuevo que en el fondo de estas elecciones están los disturbios de 2019, el llamado “estallido social” contra el presidente Piñera. Boric se considera un continuador —pacífico— de estas protestas que costaron millones de pérdidas y cientos de vidas humanas… mientras que a Kast le sirven para acentuar su discurso de “seguridad” como pilar para la sociedad chilena. De hecho, la palabra “seguridad” es para Kast lo que “libertad” es para Parisi… y no está muy claro cómo se pueden vincular ambos conceptos. Una sociedad ordenada desde el poder con unas fuerzas de seguridad reforzadas y con amplias competencias no suele ser una sociedad especialmente libre.
El resultado de esta segunda vuelta supondrá el éxito o el fracaso de aquel movimiento popular. En cualquier caso, lo que ya está claro es que ese “estallido social”, esa especie de “15-M” chileno ya ha cumplido con su primer objetivo: se ha cargado a la cacareada “casta política” en forma de los partidos oficialistas que se habían repartido hasta ahora las estancias en La Casa de la Moneda. Quedan los “balas perdidas” y hay que elegir entre ellos en la esperanza de que los chilenos no acaben echando de menos lo que acaban de tirar por el suelo.
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