No son pocos los que tienen la sensación de que 2021 termina en una forma similar a como lo hizo 2020. Atemorizados por la velocidad de expansión de ómicron, el pavor (y los muertos) que las oleadas anteriores de la Covid-19 han causado en todo el mundo han atenazado la Navidad. Hemos vuelto a una época de miedo y preconfinamiento (voluntario u obligatorio) que no conocíamos desde hace mucho y, sobre todo, han regresado los peores augurios y se han acentuado muchos de los problemas que ya existían antes de la nueva variante.
Nada de lo anterior es mentira, pero tampoco lo es que el mundo ha cambiado en un año, que la ciencia ha sacado músculo, que los creyentes en la evolución del conocimiento han descubierto que somos capaces de desarrollar vacunas efectivas frente a pandemias inesperadas y rescatar a la Humanidad en poco menos de 365 días.
Porque ese fue el tiempo que tardaron Pfizer, Astrazeneca, Moderna y Janssen en poner sus vacunas en el mercado, en darnos dosis de esperanza que nos ha traído hasta aquí, un año más tarde, con muchos menos casos, muchos menos ingresos y, especialmente, muchos menos fallecidos por Sars-Cov2.
Nada de lo sucedido, sin embargo, puede llevar al mundo a bajar la guardia. Las dosis de refuerzo son tan necesarias ahora como lo fue aquella primera inyección que recibió Araceli Hidalgo a sus 97 años allá por diciembre de 2020. Es el momento de dejar los miedos atrás, de completar la vacunación en los más pequeños, de aumentar el porcentaje de personas con la pauta completa hasta alcanzar el 100% de la población y dar ejemplo. En Europa, en Estados Unidos (EEUU) y en todo el mundo, especialmente en África, porque ómicron ha demostrado que las mutaciones se producen allí donde no llegan las vacunas.
El mundo no dejará atrás la zona de peligro ni podrá hacer frente a los graves problemas que lo acucian si eso no sucede. Y problemas tenemos muchos. Muchísimos.
La nueva guerra fría
El año 2021, más allá de la Covid e íntimamente relacionado con ella, nos ha hecho vivir dos de los capítulos más sorprendentes de la historia reciente. Los cimientos del actual mundo occidental se han tambaleado y han colocado el statu quo de los últimos 80 años al borde del colapso.
Ver a un tipo con unos cuernos de bisonte en la cabeza y una lanza en la mano, torso descubierto y cara pintada, asaltar el Capitolio de Washington DC junto a miles como él con un grito mezcla de supremacismo, negacionismo y populismo barato ha dejado grogui a la mayor democracia del mundo. Joe Biden, 46º presidente de EEUU tras los surrealistas cinco años de Donald Trump a los mandos, se ha encontrado con la obligación inminente de encontrar el punto de retorno, aunque por ahora tampoco ha ayudado mucho.
Vladimir Putin no piensa dejar pasar la oportunidad de rebalancear el tablero geopolítico mundial
Mientras, China, silenciosa, pragmática, se hace con medio mundo a golpe de talonario, Rusia, con Vladimir Putin al frente, no piensa dejar pasar la oportunidad de rebalancear el tablero geopolítico mundial. La salida de Afganistán de EEUU y todos sus aliados con el rabo entre las piernas, asediados por unos talibanes que todos suponíamos ocultos en cuevas y sin capacidad para rescatar de sus garras a todos sus colaboradores, precisamente 20 años después del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, ha puesto en duda, en muy seria duda, quién es el amo del mundo, dónde están los límites y el equilibrio que tan bien ha funcionado hasta ahora y a dónde nos llevará esta nueva guerra fría en el corto y medio plazo.
De momento, todos los movimientos parecen sacados de una partida de ajedrez en la que nadie quiere asestar el primer golpe. Mientras EEUU sale de Afganistán y reduce el número de sus tropas en la frontera coreana para replegarse sobre sí mismo, Putin se envalentona en Ucrania con movimientos de tropas sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial y permite que Bielorrusia aceche a Polonia y el único corredor terrestre que une a la Unión Europea (UE) con sus territorios bálticos (Letonia y Lituania).
Europa, mientras tanto, amenaza con "sanciones sin precedentes" y se declara "deeply concerned" (seriamente preocupada) por la situación. Que va mucho más allá del problema fronterizo o migratorio entre Bielorrusia y Polonia, pues Turquía también amenaza con abrir la puerta a la inmigración que pasa por su territorio como forma de presionar a Bruselas, la jungla de Calais se ha convertido en un verdadero drama y el Mediterraneo es un fluir sin cesar de mafias y pateras abandonadas a su suerte. Y todo esto sin hablar de Marruecos y sus tensiones con Argelia, que enervan la región norteafricana, o sus relaciones más que inestables con España.
Precisamente el Estrecho se convirtió en el epicentro de las tensiones mundiales con el asalto masivo de miles de menores a Ceuta, permitido por Mohamed VI, allá por el mes de mayo. Fue la reacción marroquí a la decisión española de permitir a Brahim Ghali, líder del Frente Polisario, tratarse de una enfermedad en el hospital de San Pedro de Logroño. Marruecos, amparado en el apoyo de Donald Trump a sus pretensiones de anexionarse el Sáhara Occidental sin contar con el referéndum que la ONU propuso allá por 1981 y del que nadie se acuerda, prácticamente rompió relaciones, retiró a su embajadora en España y aprovechó la Covid-19 para mantener las fronteras terrestres de Ceuta y Melilla cerradas a cal y canto asfixiando económicamente a ambas ciudades autónomas.
El drama energético
Aquella situación comenzó a mejorar con la salida de Arancha González Laya y la llegada de José Manuel Albares al ministerio de Asuntos Exteriores. Las relaciones se relajaron, Brahim Ghali salió del país, Marruecos aceptó la devolución de la inmensa mayoría de aquellos menores y se recuperó la senda del entendimiento y las relaciones cordiales. O eso al menos sobre el papel, porque en realidad, las tensiones se trasladaron a la relación siempre turbulenta entre Marruecos y Argelia y los españoles pagarán un alto precio por ello y aquella guerra híbrida que Rusia también desarrolla con una nueva arma: el gas.
2021 también será recordado como el año en que la factura de la luz se elevó a precios insospechados. Y todo por causas naturales -las renovables no son capaces aún de absorber toda la demanda energética- y especialmente geoestratégicas. Porque mientras el gasoducto que sale de Argelia y atraviesa Marruecos hasta llegar a España permanece cerrado, el Nordstream2, el segundo gasoducto que proveé a Europa desde Rusia, está parado por la Justicia alemana y Rusia aprovecha para presionar con el alza de los precios y otras medidas.
Mientras, en España, el precio de la energía asfixia a particulares y pymes en un final de año que la Covid, ya sabemos, va a amargar, aunque no sean las únicas preocupaciones a pie de calle. Si bien es cierto que el salario mínimo ha subido más en el último año que en todos los anteriores juntos y que los últimos datos del paro han sido magníficos, registrando el mejor mes de noviembre desde que existen registros, también es cierto que las negociaciones entre los agentes sociales por la reforma laboral y la reforma del sistema de pensiones han encallado en los últimos tiempos y amenazan con hacer descarrilar al Gobierno.
Yolanda Díaz & Díaz Ayuso
Yolanda Díaz, la sucesora designada por Pablo Iglesias cuando decidió salir del Gobierno para plantar cara en las autonómicas de Madrid a Isabel Díaz Ayuso (y fracasó), ha cogido vuelo, y a vista de pájaro se ha dado cuenta de su situación de provilegio. Maneja el tempo y el lenguaje, es de los personajes políticos mejor valorados del país e incluso departe con el Papa Francisco en el Vaticano. Se ha convertido en una amenaza tanto para la ultraizquierda de Podemos, totalmente descafeinada y olvidada bajo el liderazgo de Ione Belarra, como para el PSOE de Pedro Sánchez, también rehén de sus negociaciones con ERC y Bildu para sacar adelante los Presupuestos o cualquier otra medida.
Todo apunta a que Sánchez prorrogará los Presupuestos ya aprobados y podrá terminar su legislatura si así lo condidera, aunque el movimiento del PP adelantando elecciones autonómicas en Castilla y León, rompiendo su alianza con Ciudadanos, amenaza con subir a Pablo Casado a una ola victoriosa para relanzar, aún más su figura a nivel nacional, aunque al líder del PP la pelea que realmente le preocupa ahora mismo es la que tiene en el salón de su propia casa, pues si Yolanda Díaz amenaza a Sánchez por la izquierda, Isabel Díaz Ayuso golpea el flanco derecho del PP -y eso sin hablar de las cifras astronómicas que algunas encuestas conceden a Vox-.
La presidenta de la Comunidad de Madrid se ha convertido en una personalidad internacional. "La estrella creciente de la derecha conservadora", según el Washington Post, Ayuso se ha convertido en la nueva musa de la derecha europea como demuestran los elogios y premios recibidos por todo el Viejo Continente y fuera de él. Su reciente gira norteamericana le sirvió para hacer lobby y para relanzar su imagen aún más. Y todo ello enmarcado en su pulso con Génova.
Lo que parecía una disputa por dotar al PP de Madrid de una cúpula estable y no de una dirección transitoria se ha convertido en una pelea por el alma propia del partido, por saber quién manda más y mientras todos los barones asumen el liderazgo de Pablo Casado, la pelea por lo bajo de Teo García Egea con MAR no ha hecho más que minar su credibilidad, hacerle perder parte de la ventaja que le concedían los sondeos de intención de voto y encumbrar a Ayuso como si de una rockstar se tratara.
La Palma contra el volcán
Mil y un frentes, más los que nos dejamos en el tintero, que sólo un volcán ha conseguido eclipsar. Durante 84 días el Cumbre Vieja de la isla de La Palma, en las Islas Canarias, ha escupido fuego y ha hecho temblar el suelo como si se hubieran desatado los siete infiernos.
Las imágenes de la lava corriendo a toda velocidad rumbo al mar, el aire irrespirable, las casas sepultadas bajo el peso de la ceniza, las cosechas de plátanos destruidas por completo... Sólo se podía esperar y soñar co un final lo menos infeliz posible. Al cierre de esta edición, el volcán pasa a apaciguarse al tiempo que la Covid recobra protagonismo en una sincronía perfecta que nos llevará al 2022 con los dientes apretados y las ilusiones contenidas, como hacemos con la respiración cada vez que por azares del destino subimos a un ascensor con un desconocido.
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