¿A usted no le suena el nombre de Vincent Bolloré? Normal porque ocupa el puesto 14 en la lista de los franceses más ricos de Challenges con una fortuna de 'sólo' 8.200 millones de euros. Quizá sí le suene Vivendi, su empresa de medios. A través de ella posee el 10% del capital de Prisa (Grupo de El País y la Cadena Ser) y ha pedido autorización al Gobierno para aumentarla hasta el 29%. Déjeme que le cuente su historia.
Pedro Sánchez se inclinaba por dar el 'Ok' a su propuesta. Por aquello de apuntalar la situación del Grupo mediático, tradicionalmente próximo al PSOE. Sin embargo, "el Gobierno ha cambiado de opinión (…) por el temor de que Vivendi cambie la orientación de los medios de Prisa". Eso afirmaba el martes pasado The Objective: "Moncloa ha comenzado a desconfiar del desembarco". Los ministerios concernidos van ahora a imponer "condiciones" a su plácet.
El Ejecutivo español ha caído en la cuenta de que Bolloré ha promovido el salto a la política de Éric Zemmour, antaño estrella de su canal CNews y candidato de extrema derecha a la presidencia de la República Francesa. En algunas de las últimas encuestas, Zemmour ha superado a Valérie Pécresse (derecha clásica) y disputa con Marine Le Pen la segunda plaza tras el favorito y actual presidente, Emmanuel Macron. Las ideas nacionalistas de Zemmour y su forma de defenderlas, sin complejos, han convertido a Le Pen casi en una moderada.
El empresario negó ante una comisión del Senado el pasado 19 de enero ser el promotor de Zemmour: "Almorcé una vez con él. Mi papel es fichar talento. Él ya era conocido y vendía [muchos] libros mucho antes de estar en CNews".
"Aunque Vincent le jure a su confesor que no está detrás de Zemmour, nadie le creería", decía un allegado suyo a Le Figaro. Lo del confesor no es metáfora, Bolloré se confiesa al menos una vez por semana con su sacerdote de confianza.
Le Monde ha informado de que el hombre de negocios se entrevistó con los cuatro pretendientes que disputaron las primarias de la derecha: Éric Ciotti, Michel Barnier, Xavier Bertrand y la ganadora Valérie Pécresse. "Mensaje: Francia y sus raíces cristianas están en peligro (….) hay que batir a Macron". Así que no es de extrañar que las relaciones entre el empresario y el actual inquilino del Elíseo sean calificadas de "tensas".
Con su predecesor, el socialista François Hollande, eran buenas… hasta que éste confesara en Conversaciones privadas con el presidente, un libro/entrevista: "Como tiene aspecto más bien de moderno, a Bolloré no le ves venir. Pero, en realidad es un católico integrista (…) y un pirata".
Sólo Bernard Henri Lévy le defiende estos días en público: "No me imagino a este corsario transformándose en galo revanchista. Es un cristiano conservador, cierto. Pero, no un extremista" escribió en Le Point aunque matizó: "Quizá es que soy un ingenuo".
Uff, cómo está el patio del poder en Francia. ¿Fumamos una pitillo? Si usted es de los que se lía el tabaco, es muy probable que haya sacado el librillo de papel de la marca OCB (Odet-Cascadet-Bolloré). Y ahí comienza la historia de esta saga familiar y empresarial que acaba de cumplir 200 años.
Porque un 17 de de febrero de 1822 un tal Nicolas de Marié fundó en la Bretaña la papelera Odet, adquirida poco después por su yerno Jean René Bolloré. Otro René, el abuelo de Vincent será quien internacionalice la marca OCB (1918) y exporte masivamente su producto.
Los Bolloré se hacen ricos. Entre sus productos, el papel biblia con el que se imprime la prestigiosa Biblioteca de La Pléiade, la colección que consagra a un escritor como clásico. El padre de Vincent, Michel, y sus dos hermanos están al frente del negocio desde 1946. Será la generación del fracaso. Malas decisiones llevan a la compañía al borde de la quiebra y se ven obligados a vender parte de la sociedad a Edmond de Rothschild.
Estamos en 1981. Vincent va a dar el salto. Tiene 29 años y ha gozado de una vida fácil. Colegio privado, vacaciones en Suiza, chalet junto al Bois de Boulogne al que van a cenar Georges Pompidou y François Mitterrand. Su progenitor no era bueno en la gestión pero era un hombre de mundo y en su círculo de amigos cabían hombres del poder o una escritora como Françoise Sagan.
Vincent Bolloré deja la banca en la que trabaja y recompra por cuatro francos simbólicos la empresa a Rothschild. Pide a los trabajadores grandes sacrificios económicos y promete salvar la papelera. Lo logrará en tres años. Diversifica: además de papel biblia y de fumar, fabrica cartón de embalar y film plástico. Esta sociedad vale hoy 20.000 millones de euros.
La gran fortuna del grupo se hará, sin embargo, con la logística y el transporte. Desde mediados de los 80, Bolloré ha levantado un imperio en África donde posee una cuarentena de líneas de ferrocarril y concesiones en decenas de puertos del Golfo de Guinea.
Para ello será esencial la ayuda y los consejos de un compañero de colegio de su padre, Antoine Bernheim. Hombre clave del capitalismo francés de la postguerra, banquero en Lazard. "Artista sin par del capitalismo sin capital", le definió Philippe Escande en Le Monde. El hombre que apoyó a Bernard Arnault, en la conquista de LVMH, en la actualidad el más rico de Francia (157.500 millones). Y a François Pinault (quinto en la lista de Challenges, 41.500 millones).
Su favorito entre los entonces jóvenes lobos será Bolloré. Para él diseñará lo que el empresario denominará "poleas bretonas", una cascada de holdings que permiten controlar una empresa de miles de millones invirtiendo sólo unas decenas de millones. Su otra enseñanza fue que hay prestar atención a la genealogía a la busca de herederos frágiles.
Bolloré lo pondrá en práctica para levantar su imperio marítimo, a base de engullir sociedades. Entre ellas la del armador Delmas Veiljeux, una saga familiar protestante con la que libró una batalla épica. Cuatro decenios más tarde, en su audición ante el Senado, Bolloré declaró: "Como ustedes saben nos vemos obligados a vender África".
El eufemismo aludía a un problema judicial. Imputado en Francia en 2018 por corrupción de un agente extranjero (en Togo), el millonario estuvo dos días detenido. Aquella noche en comisaría le marcó. El grupo se declaró culpable y aceptó una multa de 12 millones. Él mismo, como exige la ley, aceptó su culpabilidad, en público y ante el tribunal. La Fiscalía Nacional Financiera aceptó el acuerdo. Pero la juez lo rechazó y la causa sigue abierta. Bolloré sospecha que Macron ha inspirado la decisión judicial lo que ha aumentado su inquina contra el presidente.
La otra consecuencia es que Bolloré se va a deshacer de sus negocios logísticos. Ultima la venta de sus posesiones africanas al líder mundial de los contenedores, la italiana MSC, por 5.700 millones. Los 59 almacenes de Europa y América del Norte serán adquiridos por CMA CGM a cambio de otros 3.000 'kilos'.
Los métodos del banquero Bernheim sirven al que llaman "El principito del cash flow" para hacerse con Havas (publicidad), Canal + o, ahora Lagardère. La lista de sus sociedades es tan larga que el relator de la comisión del Senado necesitó más de seis minutos para enumerarla al completo.
La vida de Bolloré
Todo le sonríe en la vida a Vincent Bolloré. Se ha casado con Sophie Fossorier, una de las hijas de una buena familia de la burguesía de Neuilly, rico municipio vecino de París. Católicos practicantes, escolarizan a sus cuatro hijos en un colegio privado y confesional. Viven en la zona chic del distrito XVI, uno de los más distinguidos de la capital. Veranean en la Costa Azul, bailan en Saint Tropez. Todo el mundo envidia, teme y/o admira al clan, guapos, sonrientes y brillantes.
Y entonces, Vincent, atrapado por la mariposa de la pasión va a tirarlo todo por la borda. Se lía con una hermana de su mujer, Florence, "una cuarentañera pimpante, madre de ochos hijos de dos maridos diferentes", en descripción de Raphaëlle Bacqué y Vanessa Schneider, autoras de una serie sobre las dinastías del capitalismo francés que publicó Le Monde.
La ruptura será la comidilla entre el vecindario de Villa Montmorency, el enclave del XVI donde residen las mayores fortunas de Francia. ¡Qué escándalo! Yannick, el segundo de la prole, tira por la ventana la ropa de su padre obligado a recuperarla del césped.
El clan salta por los aires. El hijo mayor, Sébastian, marcha a estudiar a Los Ángeles y hará su vida al margen. No va a los eventos familiares. No sale en las fotos. Su padre no le menciona nunca.
Bolloré que ve su legado en peligro va a empeñarse en recuperar la relación con los otros tres hijos, Cyrille, Marie y, el más hostil, Yannick. Ayuda que el idilio con su cuñada haya concluido. El joven es un juergas que quiere dedicarse al cine, papá le ofrece una cadena de tv, Direct 8. Estamos en 2005 y la aventura de los Bolloré en los medios va a comenzar.
Bolloré entra en Vivendi, uno de los florones de la Bolsa de París, y poco a poco se convierte en mayoritario (2012) y toma el mando (2014). Al año siguiente se convierte en presidente del consejo de vigilancia de Canal +. Frente a los trabajadores, que le reciben con hostilidad, decidió ser claro. Provocador, incluso. Reunidos en la mítica sala de conciertos Olympia, propiedad suya, les dice: "Érase una vez un psicópata que llega a la casa de huéspedes… el psicópata soy yo y la casa de huéspedes, ustedes. El psicópata, sin saber por qué ni a quién, mata con regularidad y brutalmente a un cierto número de personas".
Dicho y hecho. El director de la cadena osa despedir a un tal Zemmour, fuera el director. Los 'Guiñoles de la info', críticos con su amigo Nicolas Sarkozy, fuera también. Canal +, símbolo de la izquierda exquisita y que se siente superior, va a ser domado. Pretexto, la rentabilidad. La que era la rémora del grupo se expande ahora por África y Europa del Este. 30 millones de abonados. A los que podría sumar los 19 millones del grupo sudafricano Multichoice, del que es el primer accionista.
El reposicionamiento de CNews, todo a la derecha, según el exitoso modelo de la Fox americana, fue muy criticado. Pero la subida de audiencia, con Zemmour a la cabeza, y el rigor de la gestión llevaron al canal informativo de perder 40 millones al año al equilibrio financiero.
Con todo, la pepita de oro que escondía Vivendi era Universal Music, un sello musical que vegeta, laminado por el pirateo y la revolución del streaming. Los fondos aconsejan deshacerse de él de inmediato a cambio de 6.000 millones de dólares. Bolloré lo mantendrá hasta su salida a Bolsa en septiembre de 2021. Valoración, 45.000 millones.
7 años y 47.000 millones
En siete años de gestión, Vivendi ha retribuido a sus accionistas con 47.000 millones, entre dividendos, recompra de títulos y distribución de acciones de Universal. A la familia Bolloré (que posee el 27% del capital) le han correspondido 8.000 kilos.
No todo lo que toca el empresario se convierte en oro. Blue Solutions, la fábrica de baterías de coche, en la que colocó a su hija menor Marie va fatal. Arrastrada por el fracaso del esquema de vehículos compartido lanzado por el Ayuntamiento de París, Autolib.
Su incursión en Italia se ha saldado con un fracaso. No pudo ni con Mediobanca ni con la Mediaset de Berlusconi. Confía resarcirse en Telecom Italia. Otros asaltos no han terminado en conquista (Lazard, Bouygues, Pathé.) pero sí en plusvalía como Ubisoft de donde salió con mil millones de ganancia.
“Siempre es la misma historia: Bolloré es invitado como amigo. Comienza las obras antes de tener llaves de la casa. Y termina acompañando al anfitrión a la puerta de su casa. Con una gran sonrisa. ¿sin rencor, eh? O se va con una bonita plusvalía en el bolsillo dando las gracias por el buen rato”, describió Bertille Bayart en Le Figaro.
Y así llegamos al último raid, por el momento. Otra vez un heredero en apuros, Arnaud Lagardère, acosado por un fondo crítico con su gestión, manifiestamente mejorable. Se llama Amber y es propiedad de un francés de origen armenio y residencia fiscal en Londres, Joseph Oughourlian. ¿Les suena esos nombres? Claro. Amber es el primer accionista de Prisa (29,8%) y Oughourlian, el presidente del Consejo.
El caso es que Lagardère sentó en su consejo a Sarkozy, viejo amigo de Bolloré que se hizo con el 27% del capital. Sea por desconfianza hacia él, sea por recomendación del Elíseo, Lagardère pidió ayuda a Bernard Arnault. Y además le dejó entrar en la sociedad desde la cual controlaba el poder de la compañía.
Por una vez, el Bolloré, el "asesino en serie" de las finanzas, se sintió traicionado. Y actuó. Pactó con Amber y le compró su 18%. Una pequeña plusvalía y menos líos para Oughourlian. La adquisición obliga a Bolloré a lanzar una OPA. Y en eso está. Aunque ya manda. Hervé Gattegno que dirigía Paris Match y Journal du dimanche fue relevado sin contemplaciones poco después de un scoop del Match que sacó en su portada a Zemmour (63 años) bañándose en el mar junto a su directora de campaña (y amante) Sarah Knafo (28 años).
En la emisora Europe 1, los cambios de programa, presentadores y línea se han notado desde el otoño. Lagardère es un bocado pequeño (3.500 millones de valoración). Pero sensible en año electoral. Con todo, lo que más oposición ha suscitado ha sido la posición de dominio en la edición de libros.
Bolloré posee Editis, comprada por Vivendi a Planeta por 900 millones a finales de 2018. La empresa tiene 51 editoriales (Bordas, Robert Laffont, Plon…) publica 4.000 libros al año y factura 725 millones. La rama editorial de Lagardère se llama Hachette Libros. Edita 6920 novedades al año con sellos como Larousse, Grasset, Fayard y factura 2.400 millones. Editis aporta sólo 38 kilos al beneficio de Vivendi (1500 millones en 2020). Hachette generó en ese ejercicio 246 millones para el Grupo Lagardère que perdió 155. Hachette tiene como dote, además, importantes filiales en EEUU, Reino Unido y… España.
La operación está pendiente de la autorización de la Comisión Europea. Una fusión supondría posiciones dde dominio en la edición escolar (74%) para escolar (83%) y literatura de bolsillo (78%) del mercado francés. Otros libreros y sindicatos de escritores se agitan ya contra “el mastodonte editorial” que podrá “modelar la opinión como le parezca”.
"Nuestro proyecto es económico. No político ni ideológico”, se defendió el magnate en el Senado, único lugar en el que se ha expresado en público desde la asamblea de accionistas de Vivendi en 2018. Y no da una entrevista desde 2015. "Nosotros no destruimos redacciones. La gente se va a su casa por sí misma. Y nosotros las reconstruimos con nuevas personas", añadió en la Cámara Alta.
Bolloré celebró el bicentenario de su empresa con una misa en la capilla de su feudo bretón, seguida de una comida para un centenar de invitados. A punto de cumplir los 70, edad a la que prometió jubilarse, se ha retirado de la gestión operativa, repartida entre sus hijos Yannick y Cyrille.
A Bolloré le gusta citar a Charles de Gaulle quien en sus ‘Memorias’ escribió: "La vejez es un naufragio". Se refería a Pétain, héroe de la Primera Guerra Mundial, traidor en la Segunda. Quizá para evitar el hundimiento de la edad, conserva el mando de la Compagnie de l’Odet, holding familiar que detenta el 63% del capital del Grupo Bolloré, dueño del 27% de Vivendi y del 18% de Universal. En pocas palabras, es el patrón.
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