El pasado viernes 11 de febrero, en su conferencia diaria de prensa, el presidente de México preguntó a uno de sus ayudantes: "¿No sé si tienes una hojita que te mande hoy?". En la pantalla, detrás de él, dos columnas de texto. A la derecha, los ingresos en 2021 de Andrés Manuel López Obrador; a la izquierda, los de Carlos Loret de Mola, un presentador de televisión y radio, columnista en varios diarios y crítico asiduo del Gobierno.
Tras asegurar que se lo había hecho llegar uno de sus 50 millones de espías ciudadanos, pidió que el Servicio de Administración Tributaria investigará a su archienemigo y su canal de comunicación. Los análisis fueron claros: el presidente de México había violado diversas leyes de protección de datos y ordenado una persecución fiscal a un opositor a su Gobierno en riguroso directo. Además, surgía otra duda: ¿Se utilizaron las instituciones del Estado para recabar esa información fiscal?
El ataque del presidente se dio como respuesta a una publicación periodística de finales de enero en LatinUs, el programa que dirige Loret, en la que se mostraba el estilo de vida lujoso, de mansiones y coches caros, que José Ramón López Beltrán, su hijo mayor, lleva en Houston, Texas, junto a su pareja, una cabildera del sector energético. Intentando aclarar este asunto, López Beltrán reveló sin querer que quien le contrató como asesor legal en Estados Unidos, sin experiencia previa en ese sector, fueron los hijos de Daniel Chávez, uno de los empresarios favoritos del presidente de México.
La contratación de su hijo en la empresa de su amigo para un puesto en el que no tiene la experiencia ni el perfil demostraron un influyentismo muy típico de las élites mexicanas. Las mansiones y coches caros que documentaron contrastan terriblemente con la imagen pública de humildad y austeridad que López Obrador predica desde su púlpito. Dos frases de ejemplo: "La mamá y el papá del diablo es el dinero", "si se puede tener un vehículo modesto para el traslado ¿por qué el lujo?".
Desde entonces, el presidente ha vuelto a exhibir los ingresos de Loret, atacado a su mujer y reiterado sus peticiones de investigación a críticos. También ha exigido saber los ingresos de otros presentadores y periodistas de alto perfil que considera sus rivales. A López Obrador se le ha visto furioso por este tema y sin control de la situación.
"Tiene tres lecturas. Una es que tiene el mismo guion de un evento que ayudó mucho a López Obrador a ganar la presidencia en 2018, que fue la Casa Blanca del presidente Enrique Peña Nieto", explica Luis Antonio Espino, consultor en comunicación y autor del libro López Obrador: el poder del discurso populista. Básicamente, Grupo Higa, una empresa con contratos con el Gobierno, construyó y vendió una casa de siete millones de dólares a él y su esposa mientras que ganaba una licitación pública de mucho, mucho, dinero.
"Una segunda lectura es que el centro de su discurso es dividir a la gente en buenos y malos; y el super poder de los buenos es la honestidad y el desapego a lo material; y, en su movimiento, que él considera moral, este escándalo es un flechazo al corazón".
Y concluye: "El tercer nivel es que el presidente, en lugar de pedir una investigación y abogar por la transparencia, se dedica a negar la realidad por completo, refugiarse en el relato y empezar a abusar, ante los ojos de todos, de las instituciones del Estado para atacar a un ciudadano".
En su tercera y finalmente victoriosa campaña, el candidato López Obrador habló de varios conceptos que en la actualidad parecen olvidados, como "gobernar para todos" o "república amorosa". Con una legitimidad abrumadora al ser el presidente más votado de la corta historia democrática de México y el que ganó con mayor distancia frente a sus rivales, en sus primeros tres años de Gobierno ha ido dando cada vez más señales de autoritarismo en el uso del poder hasta llegar a pedir persecuciones fiscales contra un periodista al que considera su rival político.
"AMLO siempre ha dado rasgos de no estar muy comprometido con la democracia. No es nuevo que reaccione a las crisis con reflejos despóticos, pero sí creo que se está endureciendo y está llevando la polarización y el ataque a las instituciones democráticas a niveles que sorprenden mucho", opina Espino."Él usa el discurso con una narrativa para incrementar su poder personal y concentrar en él, como persona, la legitimidad", añade.
Una dinámica autoritaria
A medida que ve como se acerca el final de su sexenio, López Obrador ha entrado en una dinámica autoritaria y patrimonialista (hacer uso del cargo público para fines privados y personales como si fuese un patrimonio personal) con el pretexto de defender su proyecto político. Lo autodenomina 'Cuarta Transformación', comparándose con los otros tres momentos históricos en los que México entró en una nueva etapa: la Independencia de España, la Reforma del Estado y la Revolución Méxicana.
Mantiene una guerra abierta con los órganos autónomos fuera de su control, siendo especialmente virulento conta el Instituto Nacional Electoral, el órgano encargado de celebrar las elecciones y garantizar su transparencia. López Obrador quiere volver a integrarlo en el poder federal, como en la época en la que el Partido Revolucionario Institucional gobernó México durante 70 años.
A mediados de 2021 inauguró una sección semanal en sus ruedas de prensa llamada "Las Mentiras de la Semana", en las que desmiente reportajes de periodistas que le resultan incómodos sin aportar pruebas ni información que sostengan sus argumentos. En noviembre publicó un decreto presidencial por el que sus obras prioritarias obtienen automáticamente todos los permisos ambientales y constructivos sin tener que pasar por una evaluación.
Pero si hay un aspecto que preocupa especialmente es la militarización. Los militares, pieza clave durante la dictadura perfecta del PRI, desde que en 2006 el expresidente Felipe Calderón declaró la llamada 'Guerra contra las Drogas', acaparan cada vez más poder sin importar las ideologías políticas. Tanto los conservadores del PAN de Calderón, el nuevo PRI de Enrique Peña Nieto y la supuesta izquierda de Morena de López Obrador han transferido recursos y atribuciones del poder civil al poder militar.
"Por un lado, los militares realizan todas las tareas de seguridad pública, con todos los riesgos que eso implica para los derechos fundamentales y el abuso de la fuerza letal, y por otro ya tienen funciones de Gobierno que han creado incentivos de intereses comerciales y corporativos dentro de las fuerzas armadas, que es algo nuevo y no habíamos visto antes", explica Catalina Pérez Correa, académica y una de las autoras del Inventario Nacional de lo Militarizado.
"Como candidato, López Obrador prometió desmilitarizar a México y decía que si los militares estaban en las calles realizando labores de seguridad pública, no se podría pacificar el país", recuerda la académica. "Pero una vez que ganó cambió completamente de opinión y creó una Guardia Nacional compuesta por militares para la seguridad pública y ahora, además, se amplía para también darles otras funciones de Gobierno", explica.
Tras la llegada de López Obrador, los militares no solo se han encargado de tareas de seguridad, sino que cada vez acaparan más dinero y atribuciones. En total, 30 tareas han sido asignadas a los militares: desde construir y gestionar tres aeropuertos y rutas de tren, hasta la remodelación de hospitales, controlar las aduanas, levantar sucursales de banco, la distribución de vacunas y libros de texto, y la plantación de árboles para un programa social...
"Él ha dicho que confía más en los militares que en los civiles. Piensa que dándoles estas tareas administrativas va a impedir actos de corrupción, lo cual es muy curioso, ya que esas facultades se las da el Ejército y la Marina, que son instituciones de seguridad nacional", argumenta Pérez Correa.
"Tienen normas especiales sobre transparencia y rendición de cuentas que hacen que no tengas que ser transparente en los contratos y licitaciones como una autoridad civil, por lo que entonces crean las condiciones para aumentar la corrupción dentro de las instituciones militares", opina la académica.
"En cualquier país es peligroso darle mucho poder a los militares. López Obrador dice que sí están subordinados a las autoridades civiles porque están subordinados directamente a él, pero en muchas instancias no tienen subordinación a ninguna otra autoridad civil", explica Pérez correa.
"En eso, López Obrador ha sido muy irresponsable, ya que parece que en su mente él siempre va a estar en el poder, pero no tenemos que confiar en una sola persona. Las instituciones están hechas para desconfiar de todas y tener mecanismos de fiscalización".
Mientras desde el poder ejecutivo López Obrador continúa con sus ataques a la prensa y opositores, el poder legislativo afín al presidente defiende su discurso y justifica los ataques. El grupo de senadores y diputados de Morena, su partido personalista, publicó una carta en la que declaraban que “el presidente Andrés Manuel López Obrador encarna a la Nación, la patria y al pueblo” y que quienes están en contra su proyecto político son “traidores a la nación, a la patria y al pueblo”.
El índice democrático de 2021 de la revista The Economist, antes de todo este culebrón, ya rebajó a México de “democracia imperfecta” a “régimen híbrido”. ¿El motivo? Violencia electoral por el crimen organizado, concentración de poder de López Obrador y sus ataques constantes a sus críticos. Según el informe, es muy probable que esta tendencia al autoritarismo aumente según se acerquen las elecciones de 2024. López Obrador parece llevar todo febrero empeñado en darles la razón.