La primera reunión entre enviados rusos y ucranianos en una localización no revelada junto al río Prípiat, a escasos kilómetros de la zona de exclusión de Chernóbil, acabó sin acuerdo, como era de esperar. Con todo, había cierto tono optimista en el comunicado de la delegación ucraniana: "El principal objetivo de las negociaciones era discutir un alto en fuego y acabar con los combates en Ucrania. Ambas partes han consensuado distintas soluciones a problemas concretos, pero para que estas soluciones puedan considerarse una ruta a seguir, las partes han de consultar con sus respectivos gobiernos. La idea es organizar una nueva reunión para desarrollar en detalle estas soluciones".
Más expeditivos se mostraron los enviados rusos, que insistieron en la necesidad del reconocimiento de Crimea y las provincias prorrusas del Donbás, el compromiso del gobierno de Ucrania a permanecer "neutral" en la supuesta lucha de Rusia con la OTAN… y el fin de la "nazificación" del país, es decir, el fin del gobierno Zelenski, sustituido por un nuevo gabinete elegido por Vladimir Putin desde Moscú. Resulta muy difícil negociar con alguien tan alejado de la realidad, con un discurso tan enloquecido y que bombardea mientras negocia: la matanza de Jártov ha supuesto de momento el episodio más cruento de esta guerra mientras ambas delegaciones, irónicamente, negociaban el citado alto el fuego.
Sin embargo, Zelenski necesita esa negociación y necesita esa tregua. Es un hombre valiente, un héroe, alguien que ha conquistado a su país y al mundo entero con su arrojo. Ahora bien, la situación anterior a la guerra apenas ha cambiado: su ejército es más poderoso que en 2014, pero sigue siendo inferior en mucho al ruso. Tirar de grandes consignas, de apelaciones al heroísmo y de chutes constantes de adrenalina puede ganar batallas, pero difícilmente ganará guerras. El equilibrio de fuerzas debe de estar en algún punto intermedio entre lo que Putin pensaba cuando se metió en este follón y lo que Occidente quiere creer cuando ve a los ucranianos defender Kiev con sangre, sudor y lágrimas.
La idea rusa de una operación especial rápida, una especie de "guerra relámpago" que les permitiera hacerse en pocas horas con el control de las instituciones del país y con sus tres ciudades clave -Kiev, Jártov y Mariupol-, está claro que ha fracasado. Eso no quiere decir que Ucrania vaya ganando la guerra. No, la va perdiendo. Por eso, pide ayuda desesperadamente, y, por eso, desesperadamente, se le concede. Por eso, también, acepta reunirse en Bielorrusia, tierra enemiga y traidora, pese a haberse negado antes y pese a que buena parte de los misiles rusos siguen llegando desde esa frontera.
Ucrania necesita armas, no voluntarios
Ucrania ha demostrado que no es Georgia, que no es Chechenia, que no es Kazajistán y que no es Siria. Ha demostrado que puede defenderse hasta cierto punto y que puede alargar el conflicto aún unos días más. Ahora bien, necesita urgentemente un alto el fuego… aunque al desprevenido ejército de Putin tampoco le venga mal. Mientras Rusia pierde tropas, gasta armas, mancha su imagen en el mundo y recibe unas sanciones que, de mantenerse, pueden estrangular su economía a medio plazo, Ucrania está poniendo la gran mayoría de los muertos y está viviendo la destrucción de sus hogares. Se sostiene porque es fuerte, pero en cualquier momento empezará a tambalearse fatalmente.
El lunes ha sido duro para el país de Zelenski y para el propio presidente. No solo porque se haya filtrado que su cabeza está en oferta -qué enorme torpeza sería convertirlo en mártir, qué encono personal el de Putin con este hombre que se atrevió a desafiarlo, qué enorme cobardía apelar a mercenarios para algo así…- sino porque Rusia parece haber entrado en una segunda fase, más dura, más cruel, con más armamento y más moderno. Járkov resiste, pero resiste entre ruinas. Kiev resiste, pero incluso el Palacio Presidencial parece un cuartel de guerra.
La excitación hace que los soldados y los ciudadanos crean en el triunfo y saquen fuerzas de donde no las tienen, pero la excitación no dura siempre. Ucrania no necesita voluntarios para combatir. Ucrania necesita un armamento que no se puede conseguir en una semana y una organización a la altura de esas armas. El ejército ucraniano tiene experiencia de sobra en la guerra -ocho años de conflicto en el Donbás tienen que servirle de algo- y tiene casi un millón de reservistas que han sido llamados recientemente a la acción. Unos miles de "brigadistas" internacionales no van a cambiar nada.
Salvo que la Unión Europea o la OTAN se pongan serios al respecto, entregando no ya las migajas sino los aparatos de guerra punteros que pueden acabar con un ejército como el ruso, Ucrania va a perder la guerra. Y, tarde o temprano, como siempre ha sucedido, tendrá que decidir cómo quiere perderla y cuánto quiere ceder. Aún es pronto para esa decisión, por supuesto. Aún corre el entusiasmo por las calles y cada civil cree que podrá defender su casa con un kalashnikov y un chaleco anti-balas. Ojalá fuera tan fácil.
La hipótesis del doble gobierno
Ucrania tendrá que acabar cediendo, para mayor oprobio internacional de Vladimir Putin. Será la derrota de Ucrania un poco la derrota de todos nosotros, de la democracia liberal, del proyecto europeo. Ahora bien, aún puede ser una derrota dignísima. Una derrota de mantenerse en pie hasta el final y no ponerse de rodillas ante el invasor. Otra filtración reciente apunta a que Rusia tenía la intención de anunciar esta misma semana la anexión total de Ucrania, pero eso sería otro disparate. Ya nada nos extraña, pero, en fin, si ocupar tres ciudades ya está costando lo que está costando, ¿cómo piensa Putin mantener el orden en todo el país y anexionárselo como si nada? ¿Un país rabioso, humillado, clamando venganza?
Rusia no puede quedarse en Ucrania. No tiene tropas ni medios para quedarse en Ucrania y seguir ahí durante meses y años... Rusia -o más bien Putin- quiere satélites a lo Lukashenko que inflen su ego imperialista. Poder mirar Ucrania en el mapa y decir "es mía". Instalar los misiles. Ocupar las bases. Controlar de lejos al Yanukovich de turno. Armar a las poblaciones prorrusas de la cuenca del Donetsk, hacerse con el control de las materias primas, reafirmar su gobierno sobre Crimea y cerrar el acceso de su vecino tanto al Mar Negro (Odesa) como al Mar de Azov (Mariúpol).
El resto de Ucrania le da igual a Rusia y eso es lo que, tal vez, Zelenski pueda vender como un éxito: "Salvé el oeste de mi país". Durante un tiempo se habló de un país dividido en dos administraciones. Una prorrusa desde Kiev que incluyera el sur y el este del país… y otra puramente ucraniana que se limitara a las zonas alrededor de Leópolis, con una independencia limitada, y a la que se aplicaría ese principio de neutralidad que comentábamos antes. Una especie de Vichy, vaya.
Todo esto, insisto, no lo ha aceptado Ucrania en esta primera reunión y ninguno estamos preparados para asimilarlo. Es normal, por lo ya mencionado y porque Rusia aún tiene que "ganarse" un acuerdo así. Ahora bien, si el ejército entra en Kiev, entra en Járkov y entra en Mariúpol, no sé yo si habrá una segunda negociación de paz. Ucrania habría de rendirse incondicionalmente. No le quedaría otra opción.
La única victoria realista de Zelenski
En el mejor de los casos para Zelenski, Kiev resistirá aún suficientes días. Las armas europeas llegarán a tiempo y ahuyentarán el cerco ruso de las grandes ciudades. Las sanciones provocarán insatisfacción entre el pueblo ruso y su oligarquía. Los propios consejeros de Putin le recomendarán que ceje en su empeño, que se conforme con lo que ha conseguido, que ya habrá otras oportunidades para demostrar la debilidad conceptual de Occidente.
Ahora bien, pensar en que Rusia va a retirar sus tropas de donde ya las tiene es utópico. ¿Qué puedes ofrecer en una negociación a cambio de eso? Tu cabeza. ¿Y qué es la cabeza de Zelenski ahora mismo más que la encarnación de un proyecto? ¿Qué clase de paz es una paz impuesta a cambio de la sumisión? No. Ucrania tiene que resistir y aceptar los mínimos: ha perdido el Donbás como perdió Crimea. Puede que haya perdido incluso el acceso al Mar del Azov definitivamente, aunque no haya perdido de momento su puerto más preciado.
¿Qué puede conseguir Ucrania (y en ese sentido debería cerrar un acuerdo cuanto antes)? La independencia de lo que quede. La independencia del gobierno de Kiev para tomar sus decisiones, elegir sus presidentes y escoger sus aliados. Sería una Ucrania amputada, una Ucrania con el ejército ruso aún rodeándola como un lobo hambriento, pero sería una Ucrania que se podría permitir una tregua de meses a la espera de que Rusia implosione. Zelenski tiene que hacer lo que sea por ganar tiempo. Es curioso, porque a corto plazo, el tiempo corre en su contra -los cercos se estrechan-, pero a medio y largo plazo, corre a su favor -la economía rusa, la misma que paga ese ejército invasor, no puede resistir esta presión internacional-.
Las próximas horas serán cruciales. Si Kiev llega intacta a la siguiente ronda de conversaciones, Ucrania habrá ganado mucho en el camino. Ahora mismo, la defensa de la capital de un país en un rincón del continente es la defensa de todo el continente y su estabilidad. El resto, lo siento, denlo por perdido. De momento. Siempre habrá tiempo para recuperarlo y ambas partes lo saben. Esto, ni de lejos, se va a acabar aquí.
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