A las dos semanas, la guerra. Eugeniu Revenco es el embajador de la República de Moldavia en España desde hace un mes. Su mujer y sus tres hijos continúan en Chisináu. Allí llega el sufrimiento de los ucranianos. Moldavia es el más pobre de los países fronterizos con la nación ocupada. Su renta per cápita no alcanza los 4.500 dólares. La española es seis veces mayor. Revenco tiene 60.000 compatriotas en nuestro país.
Moldavia es el país que más presión soporta. Cerca de 300.000 ucranianos han entrado en su territorio, con 2,5 millones de habitantes y una extensión equivalente a Cataluña. La mitad sigue allí. Los refugiados representan el 5% de la población. Serán más. Las organizaciones humanitarias estiman que el número de ucranianos que huyen de la guerra se triplicará. Han salido casi dos millones. Es el mayor éxodo desde la Segunda Guerra Mundial.
Moldavia se define como un país neutral. Pero no es ajeno a su pasado soviético, ni al imperialismo de Vladímir Putin. Transnistria, conocido por el público español por ser la región del FC Sheriff, no reconoce el Gobierno de Chisináu. Se extiende a lo largo de 400 kilómetros fronterizos con Ucrania. Está controlado fácticamente por el Kremlin. Aloja a cerca de 2.000 soldados rusos. Si Putin consigue reducir a la resistencia ucraniana en el mar Negro, y si toma el control de Odesa, es muy probable que procure unir el territorio ocupado con la región moldava. ¿Y luego?
Moldavia tiene un Gobierno prooccidental. La presidenta Maia Sandu derrotó en 2020 al prorruso Igor Dodon (57,7% y 42,2%, respectivamente). El 24 de febrero declaró el estado de emergencia. Lo había hecho en otras ocasiones por los cortes de suministro de gas ordenados desde Moscú. Esta vez, para cerrar su espacio aéreo y tomar poderes excepcionales. El 3 de marzo formalizó la petición de ingreso en la Unión Europea, como Ucrania y Georgia. Los tres comparten motivos.
Moldavia es todo generosidad, pero los recursos no alcanzan. Si el Estado aguanta, si le dan las manos, se debe a los voluntarios. Pero cuando pasen los días, las semanas, los meses.
La presión es inasumible para Moldavia.
Chisináu no estaba preparada para esto. Tienes que ver las carreteras de la ciudad. Están llenas. Todo está lleno. Moldavia tiene que gestionar el equivalente a una población que conformaría la segunda ciudad más grande del país. Y la mayoría va a la capital. Y no sabemos cuántos más vendrán. La presión es enorme. Pero la solidaridad de la gente es todavía mayor. Quizá porque nosotros mismos sufrimos nuestra propia guerra en 1992. Quizá porque conocemos muy bien Ucrania. Durante mucho tiempo, vivimos sin fronteras.
Tienen muchos lazos en común.
¡Yo mismo estuve a punto de irme a estudiar a Lviv! Tenemos amigos en Kiev. Tenemos familias y comunidades en Odesa. En el sur de Ucrania. En los Cárpatos. Mi asistente, por ejemplo, es una rumana de Ucrania que estudió en Moldavia. Esos son los lazos. Tenemos pueblos separados por una frontera y hay que cruzar el puente, a un lado u otro, para ir a la iglesia. ¿Cómo no vamos a hacer todo lo posible por acogerlos? Lo que no quita que la presión vaya a más.
No parece que vaya a acabar pronto.
No sabemos cuánto durará la guerra. Espero que podamos crear las condiciones sociales y de trabajo para que vivan bien, y para que no decaigan psicológicamente. Tenemos que proporcionar ayuda legal, ayuda psicológica, ayuda sanitaria. Integrarlos. Es la primera vez que nos vemos en una situación como esta. Será un largo viaje.
¿Teme que Rusia no se limite a Ucrania?
Voy a ser claro. Si te dijese que no estamos preocupados, que estamos tranquilos, no me creerías. No podemos estarlo mientras tengamos militares rusos en suelo moldavo. Mientras tengamos dentro 20.000 toneladas de armamento ruso, que es su mayor almacén en territorio extranjero. Mientras el conflicto siga sin resolverse en Transnistria. Mientras haya una guerra que tenga un impacto, precisamente, en Transnistria. Pero, hasta la fecha, nuestras autoridades confirman que no hay movimientos peligrosos. No se han observado ejercicios militares que incrementen los riesgos. Somos prudentes. Seguimos con mucha atención lo que pueda suceder. Entendemos perfectamente la situación en la que nos encontramos, y qué implica que la guerra esté tan cerca de Moldavia.
"Hacemos una llamada a la comunidad internacional para dar acogida a parte de los refugiados que están viniendo"
Antony Blinken se reunió el pasado domingo con Sandu.
Estamos tratando de mejorar nuestras capacidades para controlar la crisis. El Gobierno ha creado nuevas estructuras de coordinación que tienen que gestionar tanto la ayuda extranjera como la ayuda de los voluntarios. También hemos hecho una llamada a la comunidad internacional, sobre todo a los países occidentales, para dar acogida a parte de los refugiados que están viniendo. A la vez, somos muy conscientes de lo que significa una guerra y estamos pendientes de quién entra en el país. El martes, por ejemplo, detuvimos a diez personas perseguidas por la Interpol en los puestos fronterizos. Hay que aumentar la presencia de policía en nuestras fronteras. Hay muchas cosas que tenemos que reforzar.
Notarán en sus bolsillos la guerra de Rusia a Ucrania. Ambas ocupan buena parte de sus importaciones y exportaciones.
Voy a tratar de enfocarlo en lo positivo y no en lo negativo.
¿Cómo?
Casi el 70% de nuestras exportaciones van a la Unión Europea. Algo menos del 10% van a Rusia. Es un nivel parecido a Bielorrusia y Ucrania. Está claro que el daño es profundo. No hace falta ni que te cuente que las rutas de tráfico están cerradas, o que los accesos al mercado están muy limitados.
Odesa se prepara para lo peor.
El puerto de Odesa ha sido muy utilizado por nuestras compañías logísticas, tanto para importación como para exportación. Odesa es ahora inaccesible. Como sólo tenemos dos vecinos, Ucrania y Rumanía, no tenemos elección. Hay que virar de nuevo hacia Europa para incrementar nuestras exportaciones. Nuestros transportistas tienen que hacer el doble de recorrido para llevar sus productos a Rusia. Incluso más. Y hacerlo por rutas pequeñas, nada de autopistas, a un coste superior. Tenemos que pensar en nuevos destinos.
Pero…
Sí, no cabe duda de que sufriremos escasez de productos. Tendremos que suplirlo con el mercado europeo. Sabemos que los precios van a subir inevitablemente. El gas, que viene y seguirá viniendo de Rusia, será más caro. La presión aumentará sobre los consumidores. El Gobierno va a tener que enfrentar este problema.
¿Qué le dicen los europeos sobre su posible ingreso en la UE?
Comprendemos que hay reglas a seguir y procedimientos determinados. Entendemos que estas negociaciones para el acceso exigen hacer cambios profundos en el funcionamiento del Estado y de la economía, y en los hábitos de las personas. No es cosa de un día o dos. La pregunta es si tenemos esta perspectiva, o cuándo la tendremos. La Moldavia de 2022 no es la Moldavia de 1992. Estamos implementando cambios en el mercado. Estamos cerrando con éxito acuerdos comerciales. Estamos poniendo en funcionamiento las reglas de la Unión Europea en la mayor parte de los sectores. El proceso no es sencillo. Esto no va de entrar en la UE mañana. Pero vamos en la buena dirección.
¿Hay consenso dentro del país para dar el paso?
No estamos particularmente preocupados por el consenso. Se verá en el momento en que entremos. El apoyo que recibimos desde Europa es enorme. Dentro de Moldavia lidiamos con dos figuras antagónicas. Hay muchos moldavos que son nostálgicos de la Unión Soviética (URSS). Pero, si les preguntan entre la UE y Rusia, la mayoría prefiere la primera. Esto no quita que haya mucha gente que prefiera mantener vínculos con Rusia.
¿Por qué?
Creo que no hay razones factuales para ello. La percepción de muchos es que nuestro comercio está vinculado, principalmente, con Rusia. No es cierto, como expliqué antes. Lo creen porque hay esferas informativas y medios de comunicación que lo hacen creer. El Gobierno respalda que haya periodismo independiente y que, algún día, las cosas cambien en nuestro país. La tendencia va en esta línea. Los últimos sondeos nos dan un gran apoyo. No sé cuál será el impacto de la guerra en Ucrania. Pero hará ver a muchos moldavos que la estabilidad, seguridad y paz de su país estará mejor garantizada dentro de la UE.
"Es fundamental para Moldavia que la guerra acabe, que no se expanda a otros territorios"
¿Teme que esta guerra sea el comienzo de algo más grande?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que no había razones, ni premisas, ni argumentos, nada, para iniciar esta guerra. La locura se ha apoderado de la razón. Estamos en una lógica de guerra. Me resulta muy difícil descubrir dónde estamos. Para Moldavia es importante observar el curso de los acontecimientos.
Últimamente han recibido mucho apoyo internacional.
Valoro mucho esa defensa de nuestra soberanía. Recientemente, han visitado Chisináu los ministros de Exteriores de Francia y Países Bajos y el secretario de Estado de los Estados Unidos. Su apoyo nos arma de confianza. Es fundamental para Moldavia que la guerra acabe. Que no se expanda a otros territorios. Cada día que dura la guerra, los problemas son más graves y los costes son más altos. Y, por supuesto, las consecuencias en vidas humanas son devastadoras. Si esto no acaba pronto, ¿cómo se desarrollará esta guerra? No tengo respuesta. Deposito toda mi confianza en las negociaciones. Espero que la racionalidad vuelva.
Pero lo único que está demandando Putin para detener la guerra es la humillación de Ucrania. Y presenta el único aval de su palabra.
No soy un experto en Rusia. No conozco bien su vida social y política. No soy militar y desconozco cuáles son los próximos pasos. Simplemente deseo el fin inmediato de la guerra. Si se imponen las resistencias a detenerla, las repercusiones para la región serán colosales.
Usted estuvo antes en Lituania. ¿Comparten las mismas preocupaciones que en Moldavia?
Sí. En los países bálticos. En Rumanía. En todas las antiguas fronteras de la Unión Soviética que recuperaron su libertad. Debo decir que hay sociedades, como la lituana, que están muy unidas en torno a una identidad fuerte. Tienen buena memoria. Recuerdan lo que fue perder su independencia a manos de la URSS. Están dispuestos a formar parte de una asociación defensiva. No necesitan un traductor para comprender las intenciones de Rusia. Precisamente porque saben que son la línea de frente, saben perfectamente la importancia de la resistencia y la resiliencia ante Rusia.
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