La llamada entre Joe Biden y Xi Jinping duró dos horas, pero apenas sirvió para mover a China un centímetro de su indefinición a lo largo del conflicto. Tampoco parece que la intención fuera otra que reconocer la importancia de Pekín en esta delicada situación, reafirmar a Xi como interlocutor privilegiado y evitar por todos los medios que se decante militarmente en favor de Rusia. En rigor, ni Estados Unidos ni Occidente necesitan otra cosa: su neutralidad es suficiente para acabar ahogando a Putin.
Aunque el tono de la diplomacia estadounidense previo a esta llamada haya sido algo amenazante, hablando incluso de "avisos" y "sanciones" que no pegan mucho con una situación en la que es China la que tiene la sartén por el mango, no es probable que Biden haya querido presionar en exceso a su homólogo.
El objetivo de Occidente ahora mismo no es intimidar a China sino convencerla de que se puede sentir tan cómoda en un lado como en el otro de la contienda, sin necesidad de elegir. Al fin y al cabo, la Unión Europea y Estados Unidos son los mejores socios comerciales de China, muy por delante de la propia Rusia.
Con todo, Xi sigue negándose a condenar la invasión de Ucrania como tal. Los mensajes de Beijing son, como siempre, confusos, capaces de insinuar una cosa y la contraria sin problema alguno. El miércoles, el embajador chino en Ucrania, Fan Xianrong, declaró en Lviv que China jamás atacaría al pueblo ucraniano y que, de hecho, estaban dispuestos a ayudarles económicamente.
Pocas horas más tarde, un alto funcionario de exteriores del gobierno chino confirmaba estas palabras de su embajador "punto por punto", pero volvía a rechazar posicionarse en torno a una posible ayuda militar a Rusia. Es decir, China se comprometía a no atacar Ucrania… pero no a impedir que Rusia lo siguiera haciendo.
La palabra más repetida en los comunicados oficiales de Beijing es "paz". El propio Xi le transmitió a Biden la necesidad de "acabar con el conflicto" porque no le interesa a nadie. De paso, insistió en la que ha sido la base de su política exterior durante años: la protección de la soberanía de los estados.
Está claro que en Beijing no ha gustado nada la intervención militar de Putin y menos aún en estos términos. Otra cosa es que lo vayan a reconocer públicamente o que, en términos estratégicos, les interese posicionarse claramente con un frente occidental que en pocos meses puede estar condenándoles a ellos por una acción parecida en Taiwán.
La reelección de Xi
La ventaja para Occidente es que, en este caso concreto, y pese a la retórica agresiva del secretario de estado Anthony Blinken, que insistía este jueves en hablar de "consecuencias" en el caso de que China arme a Rusia, la neutralidad de China solo perjudica a Putin.
Lo ideal para Europa y Estados Unidos sería contar con un aliado más en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y escenificar así la soledad de Putin en el ámbito internacional… pero eso no va a pasar. China cree en la multilateralidad y esa multilateralidad incluye a Rusia. Necesita que Rusia esté fuerte para que Occidente no se crezca de nuevo.
Ahora bien, para ayudar a Putin, el presidente ruso tiene que dejarse. China no quiere problemas en sus fronteras, no quiere cataclismos en un mundo que está llamado a heredar económica, política y militarmente en unas cuantas décadas y no quiere perder clientes.
Abundando en el sentido práctico que ha dominado la política china desde los tiempos de Deng Xiaoping, probablemente estén viendo qué gato —el blanco o el negro— es el que al final caza el ratón. Posicionarse abiertamente a favor de Rusia cuando Rusia es incapaz de ganar por sí misma una guerra que daban por resuelta en pocos días es temerario. Posicionarse en contra, ya hemos dicho, resulta impensable.
Hay que tener en cuenta, además, que Xi se enfrenta este año a la reelección como Secretario General del Comité Central del Partido Comunista Chino después de diez años al frente del mismo. Eso le debería obligar a jugar sus bazas de la manera más conservadora posible. Según informa el New York Times en su edición de este viernes, las redes sociales chinas estarían empezando a mostrar una corriente de desagrado con la posición rusa.
Nadie quiere aliarse con alguien que mata a civiles y bombardea hospitales. Por otro lado, la posición de un Zelenski es precisamente la de alguien que se rebela contra la amenaza exterior, un poco lo que ha estado en la cabeza de los chinos durante siglos de ataques extranjeros.
Sin la ayuda de China, no hay manera de que Putin consiga recomponer su ejército. No tiene más donde buscar. Este viernes se ha sabido que la India, otro de los países en vías de desarrollo que forma el grupo llamado BRICS -iniciales de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- comprará más petróleo y materias primas a Rusia a cambio de un generoso descuento. Putin siempre encontrará socios económicos porque tiene mucho que vender… otra cosa es que los encuentre militares, que es lo que necesita ahora mismo.
El orgullo que impide el acuerdo
Pasan las semanas en Ucrania y crece la desesperación rusa, con ataques al oeste del país, justo la zona donde menos les interesa gastar energías. Mientras Ucrania ha recibido en este tiempo armas de casi todos los países de la Unión Europea, de Suiza y de Estados Unidos, tecnología punta para afianzar sus defensas antiaéreas o abatir blindados, Rusia ni siquiera está siendo capaz de renovar sus propias tropas y sigue buscando en Osetia, en el Pacífico, en Siria o donde haga falta para cubrir las numerosas bajas que se van produciendo.
El desastre militar ya es la comidilla entre expertos de todo el mundo. Parece complicado preparar peor una ofensiva destinada a ocupar un país de la extensión de Ucrania. Aun así, lo peor, en principio, está por llegar. El ejército de Volodomir Zelenski se va renovando mientras el de Vladimir Putin no tiene de dónde sacar nuevas armas. Le faltan los poderosos aliados que tiene su enemigo.
De ahí que haya recurrido a China y de ahí que sea tan importante que China le compre todo el trigo que quiera, le mande muchos mensajes de apoyo… pero no le ayude militarmente. Impedir la venta de armas va a ser muy complicado, pero armas venden todos los países. Otra cosa sería ceder parte de su arsenal como está haciendo Occidente con Ucrania.
En ese caso, sí tendríamos claramente dos bandos enfrentados… pero igual que China no quiere que Rusia se quede sola, tampoco tiene interés en una bilateralidad hostil. Una nueva guerra fría. Las cosas, tal y como están ahora mismo, están bien. Eso es de lo que tiene que convencer Xi a Putin: quédate con el Donbás, confórmate con las fronteras actuales de la OTAN, obtén alguna garantía de que estas no se ampliarán y déjate de atacar estados soberanos en nombre de no sé qué hermandad étnica. China tiene en su interior suficientes etnias distintas como para no querer entrar en esos juegos.
Sin la ayuda explícita de China, Putin tiene muy complicado hacer avances significativos en Ucrania y tendrá que preocuparse más bien por una posible contraofensiva. Cuidar las posiciones tomadas y poco más. En el fondo, debería bastarle, pero esto ya es una cuestión de orgullo. Donde China es la indefinición y el practicismo, Rusia es el fatalismo y la épica. Siempre ha sido así. Otra cosa es que a los demás nos vayan a acabar volviendo locos.
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