Aiden Aslin, también conocido como "Johnny" por su procedencia británica, es un asiduo de los conflictos militares. Después de luchar en Siria contra el ISIS, decidió mudarse a Ucrania, donde se enamoró e hizo la formación como marine para entrar en el ejército de su país de adopción. Acabó destinado en Mariúpol, a escasos kilómetros de la frontera con Crimea, y allí le pilló la invasión rusa y la posterior destrucción de la ciudad. Desde finales de febrero, Aslin ha ido informando de lo que iba pasando en el puerto del Mar de Azov por redes sociales hasta que la situación desesperada de su unidad impidió que siguiera con las comunicaciones.
Así hasta que este mismo martes, un periodista amigo del marine publicó lo que venían a ser sus últimas palabras desde el frente: "Hemos luchado con todo durante las últimas cuarenta y ocho horas. No tenemos munición ni alimentos. No nos queda más remedio que rendirnos a las tropas rusas, no hay alternativa". Poco después, la cuenta oficial de Aslin confirmaba su entrega a las milicias de liberación del Donetsk, y pedía que dicha entrega se publicitara para garantizar que a Aslin se le da un trato justo como prisionero de guerra, algo que, visto lo visto, es lógico poner en duda.
La rendición de los marines de Aslin es una más entre las muchas que se están dando estos días en Mariúpol. Las tropas rusas cifran en unos mil los resistentes, casi todos ellos encerrados en la planta siderúrgica de Azovstal, después de la caída definitiva del puerto principal. Estos resistentes, en su mayoría miembros del polémico Batallón del Azov, tienen ante sí el dilema de rendirse o resistir hasta la muerte. Efectivamente, no tienen qué comer ni munición suficiente, pero aún pueden causar estragos entre el ejército enemigo si este se decide a ir por ellos, de ahí que Eduard Basurin, líder de la autoproclamada República Popular de Donetsk, haya afirmado públicamente la necesidad de utilizar armas químicas para evitar males mayores entre sus tropas.
Por cansado y abatido que esté esta última división del ejército ucraniano, no es fácil rendirse a estas alturas. No lo es en el plano psicológico, tras aguantar siete semanas en unas condiciones lamentables, y no lo es en el de la pura seguridad física: Aslin, en su condición de ciudadano británico, puede salvar los muebles si las redes presionan a Rusia lo suficiente y si esa presión se ejerce también desde Londres. El resto no tiene opción alguna. Si Putin ha ordenado la violación sistemática y el asesinato de los civiles, ¿qué se puede esperar que haga con los combatientes?
La leyenda del dron con gas sarín
Ahora bien, si el futuro de los que se rinden parece estar tristemente claro, no hay muchas más esperanzas para los que se quedan. Zelenski cifró recientemente, en videoconferencia con el parlamento de Corea del Sur, en quince mil o veinte mil el número de muertos que había dejado la batalla de Mariúpol. Para una ciudad de quinientos mil habitantes y teniendo en cuenta que "solo" han pasado siete semanas, el balance es estremecedor. Se calcula que, más allá de los militares, quedan unos ciento veinte mil civiles viviendo como pueden bajo las bombas.
Con la ciudad ya prácticamente tomada por el ejército ruso y las milicias de la RPD, no sabemos qué pasará con esos civiles que se han quedado, muchos de ellos ante la imposibilidad de huir con un mínimo de garantías. ¿Serán tratados como sus compatriotas de los alrededores de Kiev o las tropas rusas tendrán mayor consideración con ellos por tratarse de rusófonos, es decir, los "hermanos" que, en principio, iban a liberar de las manos de los "nazis"? La situación se ha envilecido tanto que ya es imposible saber dónde están los límites.
La otra gran pregunta es si Rusia se atreverá a hacer lo que pide Basurin, es decir, utilizar armas químicas. De hecho, las declaraciones del líder de la RPD son anteriores al presunto ataque con un agente nervioso que Ucrania denunció este lunes, lo que hace pensar en una posible causa y consecuencia. Dicho esto, hay que insistir en que no hay pruebas suficientes de que tal ataque existiera. Se habla de un dron que habría vertido alguna sustancia sobre la planta siderúrgica de Azovstal, causando síntomas de vómitos, ataxia y falta de aire entre algunos soldados ahí emplazados.
Aunque sabemos que Rusia ya utilizó gas sarín en Jan Sheijun, durante su campaña de apoyo al dictador Al-Assad de 2017, y la inteligencia británica dé por hecho que las armas químicas formarán parte de la segunda fase de la "operación especial" en Ucrania, no está nada claro que estemos aún en esa situación. El analista y exmilitar estadounidense, Dan Kaszeta, experto en el uso militar de sustancias químicas, pone en seria duda el ataque por las siguientes razones: no hay registro fotográfico alguno del dron, los síntomas de por sí no indican necesariamente la implicación de un agente nervioso e incluso la formulación de los mismos parece, en sus palabras, "sacada de Google".
Según Kaszeta, es mucho más probable que, en el contexto de una ciudad en llamas y, más específicamente, entre los hierros y escondrijos de una planta siderúrgica, algún gas o algún líquido haya podido escaparse produciendo una reacción de mareo y malestar entre las tropas. En otras palabras, no dice que nadie se esté inventando nada, sino que se están utilizando unos síntomas algo imprecisos y con una causa más probable para poner en la palestra la cuestión de las armas químicas de manera casi preventiva.
La "desnazificación" era esto
Porque lo cierto es que esa ha sido la estrategia de Occidente durante toda la previa del conflicto y, aunque en su momento fuera muy criticada por Kiev, puede que se hayan decidido a adoptarla: hablar abiertamente de algo antes de que suceda, precisamente para que el otro bando no se atreva a llevarlo a cabo. Así, se retrasó el inicio de la "operación especial" de principios de enero a finales de febrero y así, se acabó rebajando la tensión nuclear que vivimos durante las primeras semanas de marzo.
Esto no quiere decir que la amenaza química haya desaparecido. De hecho, es muy probable que si las tropas prorrusas tienen que entrar en Azovstal, lo hagan con algún tipo de armamento no convencional por delante. Lo contrario supondría un gasto de vidas y material al que no parecen dispuestos. También pueden esperar a la rendición, pero para ello tendrían que negociar y no parece que ese verbo esté en el vocabulario del ejército ruso durante esta campaña.
Tal vez si los soldados ucranianos pensaran que pueden salvar la vida de alguna manera, aceptarían la rendición. No parece probable puesto que si algún grupo encarna la supuesta "nazificación" de Ucrania es precisamente el Batallón del Azov que defiende Mariúpol. Ante su opinión pública, al menos, no habría problema para justificar cualquier barbaridad que se cometiera contra ellos. Otra cosa es el número de crímenes de guerra que quiera ir acumulando Putin en apenas mes y medio. Porque todos los dictadores se creen impunes, pero todos (o casi todos) en algún momento dejan de serlo.
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