La esperanza de muchos ucranianos es volver a mirar al cielo sin preocuparse de las bombas.

La esperanza de muchos ucranianos es volver a mirar al cielo sin preocuparse de las bombas. Fermín Torrano

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Ucrania teme volver a 2014 y que el mundo se olvide de ella como ocurrió con Crimea y el Donbás

El tiempo y la distancia enterraron el conflicto del Donbás en las trincheras años atrás. El riesgo a una situación similar crece tras la liberación de Kiev.

15 abril, 2022 04:53
Kiev

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Hay pocos que se atrevan a plantearlo en alto y discutir al respecto, pero la respuesta siempre es la misma: "No, no, imposible. El Donbás es nuestro". Sin embargo, las semanas pasan, la guerra se focaliza en el este del país, y las respuestas de Zelenski en ruedas de prensa muestran signo de verdadero agotamiento.

Se cumplen 50 días desde que comenzara la invasión rusa y Ucrania ha logrado lo que parecía imposible: mantener la capital a salvo de las garras del Kremlin. La duda que ahora sobrevuela muchas cabezas en Ucrania es si el Donbás merece el sufrimiento de toda la población.

Todo sucedió durante la madrugada del jueves 24 de febrero, una fecha que se mantendrá en el recuerdo de una nación en la que pocos creyeron posible un ataque a gran escala de Putin. Pero lo fue. El mandatario ruso se dirigió al pueblo y poco después las explosiones sacudieron a millones de ucranianos. Muchos, como Dennis, Andrii, Roman u Oleg –por citar varios— cuentan historias similares.

Sus mujeres les despertaron del sueño para introducirles en una pesadilla que se acerca a los dos meses de duración. A expresiones como “Putin ha atacado” o “ya está, la guerra ha comenzado” siguió una ley marcial que mantiene a la mayoría de varones de más de 18 años en el interior de las fronteras.

Los que no quieren pelear se esconden en el oeste o en pueblos, tratando de evitar sumarse a una lista de servicio que llevará a muchos a la muerte. Sin embargo, las semanas pesan y pasan. Ucrania logró frenar la ofensiva alrededor de Kiev, una región donde los crímenes del ejército ruso contra la población ven la luz en un cúmulo sin fin. Alejados –al menos de momento— de los bombardeos que asolaron las inmediaciones de la capital, poco a poco comienza el retorno de civiles.

Vitaly, policía y exveterano del Donbás, camina entre Irpin y Bucha por un antiguo campamento ruso.

Vitaly, policía y exveterano del Donbás, camina entre Irpin y Bucha por un antiguo campamento ruso. Fermín Torrano

“Es demasiado pronto para volver, incluso a Kiev”, dijo la viceministra de Defensa Hanna Malyar, este martes. No obstante, según los aduaneros ucranianos, cerca de 30.000 personas estarían regresando cada jornada, cifras que distan mucho de los casi cinco millones de refugiados que acoge Europa tras siete semanas de “operación especial” rusa, pero que marcan una tendencia.

La vida en el oeste hace mucho que se asemeja a la normalidad en las calles y bares. Kiev ya ha levantado la restricción del alcohol y las carreteras comienzan, muy poco a poco, a limpiarse de obstáculos antitanque. La mayoría de controles en las vías se mantienen, pero el ánimo en la ciudad se ha transformado.

Estrangular a Ucrania

Situación todavía lejana al cambio que sufrió Kiev cuando el conflicto del Donbás comenzó a perpetuarse en las trincheras. El goteo de muertos se redujo, la información perdió presencia y la atención internacional, que no sirvió para recuperar Crimea ni el territorio ocupado del este, voló a nuevos conflictos. Por otro lado, la economía inició una mejoría que distanció las provincias ocupadas del resto del país. Una guerra olvidada en una Ucrania centrada, desde hace demasiado tiempo, en sobrevivir.

En estos momentos, la cuestión vuelve a contemplarse, aunque sea “poco patriótica”, en palabras de Yura, un residente de Kiev. De Lviv a Dnipro y de Kiev a Odesa, nadie reconoce en público habérselo planteado, pero el Donbás comienza a quedar lejos. La reapertura de misiones diplomáticas –España lo valora— y los viajes oficiales de representantes europeos a territorios del horror como Bucha o Borodyanka, son apoyos ante la barbarie, pero que deslizan una pregunta: ¿se confirmará occidente con mantener el territorio protegido por el Dniéper?

Muchos ucranianos están dispuestos a morir por su país, pero la mayoría de instructores cuentan que faltan armas.

Muchos ucranianos están dispuestos a morir por su país, pero la mayoría de instructores cuentan que faltan armas. Fermín Torrano

Diferentes analistas estiman que la siguiente fase de la guerra podría ser crucial. El ministro de Asuntos Exteriores, Dmytro Kuleba, ya vaticinó que “la batalla por el Donbás recordará a la Segunda Guerra Mundial con grandes operaciones, miles de tanques, vehículos blindados, aviones y artillería”.

“Mi experiencia militar me sugiere que la entrada de Bielorrusia en el conflicto es probable en las próximas semanas”, advierte un veterano de la infantería británica. “La retirada de tropas ha sido por necesidad, pero la guerra es un juego psicológico donde el agotamiento cuenta más que las armas. Putin no se detendrá en el este”.

Vía telefónica con EL ESPAÑOL, un miembro de las fuerzas especiales americanas, ubicado en el sur de Ucrania, adelanta que la “inminente” ofensiva sobre Odesa podría ser devastadora. “Si cortan las exportaciones e importaciones, estrangularán a Ucrania”, asegura, aunque se muestra cauto sobre una segunda ofensiva sobre Kiev: “Son demasiados movimientos de ajedrez”.

Según su información, el Kremlin buscaría el control de Járkov para bloquear las provincias de Donetsk y Lugansk y, de este modo, arrinconar las mejores unidades ucranianas. Sin vía de escape ni suministros, su suerte estaría echada. “Dejar en manos de la Defensa Territorial la ruptura de ese cerco reduciría significativamente la capacidad de movimiento del ejército”, valora.

1.700 millones en armamento 

La gran esperanza para retener las posiciones y no caer en el olvido internacional reside en el apoyo estadounidense. Según desvelaba esta semana The Washington Post, desde el inicio de la invasión, la administración Biden habría aportado más de 1.700 millones de dólares en armamento y material de seguridad.

Una ayuda que el Pentágono estaría dispuesto a continuar otorgando, ya que se esperan nuevos envíos por cerca de 2.500 millones. Tras los cerca de 7.000 javelins y más de 2.000 stinger (misiles antitanque y antiaéreos) enviados en los últimos meses, los próximos paquetes de ayuda podrían incluir helicópteros Mi-17, drones y trajes para proteger de posibles ataques químicos y biológicos.

Países como Australia y Reino Unido también continúan mostrando su apoyo al Ejecutivo ucraniano y otros como Japón podrían enviar material bélico a Europa por primera vez en 75 años. Con todo, en muchos enclaves siguen faltando fusiles y munición. Así lo confirman a EL ESPAÑOL soldados regulares y mercenarios.

Vender el Donbás 

Las previsiones en la zona este son poco halagüeñas, y la única realidad en esta guerra incierta es el sufrimiento de la población rusófona. Putin prometió salvarles de un gobierno que según la propaganda les discrimina, el resultado: ha reducido a escombros sus hogares.

“Le veíamos como un defensor del idioma, de la identidad rusa, y mira lo que queda de nuestra ciudad”, suspira Alexandr, un trabajador humanitario que logró escapar de Mariupol a mitad de marzo.

Ciudadanos que, tras la ocupación que partió sus provincias en 2014, han tratado de rehacer sus vidas entre trincheras e indiferencia. Ahora, sin lugar al que regresar, temen ver su tierra como moneda de cambio.

Lo resumía sutilmente Vadym, un voluntario de Odesa rechazado en las milicias por su edad, después de una hora negando la posibilidad de vender el Donbás: “Pelearemos hasta recuperar todo nuestro territorio, también Crimea, pero lo que esté destruido puede esperar”.