En la coalición de centroderecha que aspira a gobernar la tercera potencia económica de la Unión Europea y novena del mundo tras las elecciones legislativas de este domingo en Italia, quien lleva la voz cantante −una voz vehemente, grave, seria y potente− es la jefa del extremo derecho.
Anoche quedó claro en el mitin en el que dos pesos pesados de la política italiana, el ex primer ministro Silvio Berlusconi (85 años), de Fuerza Italia, y el antiguo ministro del Interior y actual viceprimer ministro en funciones, Matteo Salvini (49), de la Liga, intervinieron para arropar cono teloneros a Giorgia Meloni (45). La presidenta de los Hermanos de Italia fue la estrella del principal acto de la campaña electoral.
El grupo de aliados −más el centrista Maurizio Lupi, dirigente de la cuarta pata de la coalición por parte de Nosotros los Moderados− hicieron alarde en Roma de la unidad sin fisuras del bloque de centroderecha frente a la desunión que ellos atribuyen a las formaciones del centroizquierda, como el Partido Democrático de Enrico Letta, el Cinco Estrellas de Giuseppe Conte o el Tercer Polo de Matteo Renzi y Carlo Calenda (los tres primeros, antiguos primeros ministros).
El bloque conservador italiano escorado a la ultraderecha (o en el que la ultraderecha se suaviza hacia la derecha clásica) encarna el modelo para que los españoles del Partido Popular, Ciudananos y Vox repitan una alianza semejante sin complejos. Si en Italia, como parece posible, ganan y gobiernan con el tirón de Meloni, se naturaliza y legitima que se repita el mismo esquema en España. La gran diferencia es que en el escenario italiano la líder neofascista, ultra o radical, según se quiera definir, exhibe ya su dominio total en el arco político de la derecha.
Mayoría de los 'Hermanos'
Lo pusieron de manifiesto los asistentes al mitin conjunto del bloque. La mayoría de las banderas que ondeaban eran las de los Fratelli d'Italia, los hermanos de Giorgia, con el logotipo de su llama tricolor parecida a la del antiguo grupo neofascista Movimiento Social Italiano, mientras que las de Fuerza Italia y la Liga Norte eran unas pocas.
Pero que nadie se imagine a una multitud fascista mussoliniana con el brazo en alto (aunque a algún dirigente del partido de Meloni lo hayan sorprendido haciendo el saludo): el público lo formaban personas de todas las edades y con un aspecto convencional y pacífico de gente de clase media, trabajadores, profesionales, jubilados, estudiantes. Muchos podrían estar en un mitin de la izquierda sin desentonar. De hecho, antes de los discursos sonó música grabada de Eugenio Bennato, un cantante histórico identificado con los progresistas. Lo que recuerda que el Pueblo es intercambiable y mudable.
La referencia al Pueblo con mayúsculas viene a cuento porque el mitin que encumbró a Meloni con el aval de Berlusconi, Salvini y los Moderados de Lupi se celebró en la Piazza del Popolo de Roma. Un dato muy importante, y que revela la falta de ilusión y pasión con que en general se vive la política estos días en Europa e Italia, es que el gran encuentro de la coalición liderada por Meloni se quedó lejos de llenar la plaza.
Plaza a medias
En sus 16.000 metros cuadrados caben apretadas 65.000 personas, pero acudió menos de la mitad de esa cifra, en un ambiente espacioso, tranquilo y sin incidentes. Para comprobar antes del 25 de septiembre si la derecha moviliza más que la izquierda, habrá que ver cuánta gente acude al mitin que el Partido Democrático ha convocado para este viernes en el mismo sitio.
En el país y en el resto de Europa muchos ven a Meloni y sus hermanos como una amenaza que refuerza el avance del populismo y el extremismo en el continente, como un que viene el coco escondido tras el rostro de la primera mujer que preside un partido en Italia.
Ella ironizó sobre el miedo que inspira en Berlín, París, Bruselas y "el mercado", que "está nervioso", y, dirigiéndose a sus seguidores, dijo: "¿A quién damos miedo? ¿A vosotros os doy miedo?", antes de redondear su discurso al final: "La Italia productiva no tiene miedo" a que la derecha o ultraderecha que ella representa gobierne al frente de la coalición.
El miedo, la Paura en italiano, pongámosla también en mayúscula, es la palabra clave del partido de Meloni y del bloque en el que se integra: el miedo real o exagerado que ella despierta entre sus detractores con su posibilidad real de gobernar, y el miedo que alimenta entre su potencial electorado, temeroso de la inmigración clandestina o la ocupación de casas con las que la líder promete acabar.
Lo reiteró a lo largo de su alocución: sí, dijo, "hacen bien en tener miedo" a su victoria los que "tienen un cargo solo por tener el carné del PD", o la "izquierda extremista, rabiosa, violenta que tiene el terror de perder su consolidado sistema de poder". Y "hacen bien en tener miedo" los "traficantes de droga" o "los violadores", porque, con ella en el poder, habrá "seguridad".
Más cárceles
Meloni, que se idenfica como una rebelde contra el "mainstream", lo establecido, denunció "las mentiras de la izquierda" contra ella y proclamó que no hay motivo para temerla, pues su política "es de amor y no de odio".
El programa de Meloni recoge medidas previsibles y otras sorprendentes. Prometió mano dura contra los delincuentes, para los que quiere "construir nuevas cárceles", y reforzar las fronteras de Italia frente a la inmigración, pero también coincidió con el gobierno de izquierda español, sin referirse a él, al anunciar que si gobierna aplicará inmeditamente un desacople del precio del gas de la factura de la energía eléctrica, como ha hecho Pedro Sánchez. Además, pretende que la península italiana sea el gran nudo energético para llevar el gas norteafricano a Europa, compitiendo con ello con el mismo papel que busca España para sí.
La Italia que no le tiene miedo "está preparada" para que la derecha gobierne el país desde su extremo con ella al frente, concluyó, antes de hacerse un selfie con el móvil desde el escenario con el Popolo detrás. El domingo, de siete de la mañana a once de la noche, el Pueblo del Miedo decidirá quién lo guía los próximos cinco años. Meloni está cerca.
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