Carlos III, el reconciliador: los tres retos a los que se enfrenta el nuevo monarca
Modernizar la monarquía tras Isabel II, reconciliar a su propia familia y a las naciones que forman el Reino y a Londres con Europa, desafíos del monarca.
6 mayo, 2023 04:26Noticias relacionadas
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A todos aquellos decididos a no seguir la ceremonia de la coronación de Carlos III, les propongo un juego: ¿saben por qué el himno de la Champions League sonará en el momento culmen de la ceremonia? Porque el rito es antiguo, tanto que lo esencial del mismo se remonta a Edgar, unificador del Rey de Inglaterra, quien fue entronizado en el año 973 y de cuya solemne coronación quedó constancia en La Crónica anglosajona, una selección de anales en inglés antiguo. Lo esencial de la ceremonia se mantiene. Pero cada monarca retoca algo. Por ejemplo, la música.
Así Carlos III ha escogido o encargado 12 piezas musicales nuevas. Entre ellas, el nuevo himno de la coronación, obra del empresario de los musicales, Andrew Lloyd Weber. Las notas de himno de la Champions sonarán en el momento crucial de la ceremonia, cuando Carlos sea ungido con los santos óleos, un aceite elaborada a partir de aceitunas del Monte de Olivos y consagrado en Jerusalén. Será el único momento de la ceremonia que no podrán ver ni los invitados presentes en la Abadía de Westminster ni quienes sigan la ceremonia por la televisión El Rey permanecerá oculto detrás de tres paneles espléndidamente bordados.
La unción con los santos óleos es una tradición de los tiempos del rey Salomón que recoge el Antiguo Testamento de la Biblia y que se ha mantenido para enfatizar la dimensión espiritual de la monarquía. Salomón fue ungido por Zadok, el Sacerdote, y Natham, el Profeta. Así que, cuando Jorge III encargó a George Friderik Handel el himno de su coronación en 1727, éste le puso por título Zadok, el Sacerdote. Desde entonces, esa trompetería ha sonado en cada coronación… y una versión modernizada abre cada partido de la Champions.
Buckhingham Palace, sabedor de la distancia entre el rito de una ceremonia, esencialmente cristiana, y una sociedad multicultural en la que menos de la mitad de los británicos se definen hoy como cristianos, ha introducido innovaciones notorias. Por primera vez, las mujeres participarán en el ceremonial: además tres mujeres obispos, dos damas de color presentarán al Rey y a la Reina Camila algunas de las insignias reales, conocidas como regalia. Así el orbe (una esfera con una cruz) será presentado por la dama Elizabeth Anionwu, ciudadana británica de origen irlandés y nigeriano. Y la baronesa Floella Benjamin, de origen caribeño, aportará uno de los cetros.
El servicio religioso, de origen anglicano, tendrá guiños ecuménicos y tomarán parte en él representantes religiosos hindúes, musulmanes, judíos, sijs y budistas. El primer ministro, Rishi Sunak, hinduísta, leerá un pasaje de la Biblia. Carlos III sigue siendo la cabeza de la Iglesia Anglicana pero quiere demostrar que "las otras religiones son también bienvenidas”, explican hace unos días Marion Prudhomme, periodista especializada en la casa real inglesa.
Estas innovaciones -con relación a la última coronación, la de Isabel II hace 70 años- tienen por objeto reconciliar a la corona con la modernidad… sin salirse de la tradición. No sólo la ceremonia será más corta (dos horas en lugar de tres) y más modesta (sólo 2.000 invitados en vez de 8.000) sino que, por primera vez, se utilizará el gaélico escocés, el galés y el gaélico irlandés en algunos pasajes del servicio. “Es una manera de unificar el reino”, comentó Prudhomme.
'La piedra del destino'
La misma intención integradora tiene la piedra del destino, un bloque de 152 kilos de arenisca que, según la leyenda, fue llevada en el siglo IX desde Tierra Santa hasta el monasterio escocés de Scone, pasando por Sicilia, España e Irlanda y que se utilizó en las coronaciones de los reyes de Escocia durante siglos. Aunque, seguramente, tenga sus orígenes en el antiguo reino picto de Escocia, en el medievo se creía que había servido de almohada de Jacob…
Eduardo I ordenó la fabricación del trono de la coronación en 1296 de forma que pudiera contener la piedra del destino, una forma decir que su traslado a Londres como botín de guerra suponía el reconocimiento del reino conquistado, Escocia. Así permaneció 650 años en la Abadía de Westminster hasta la Nochebuena de 1950, cuando un grupo de estudiantes escoceses la robó y fueron saludados como héroes en Escocia y nunca perseguidos por la Justicia británica. Devuelta a Londres un año después, a tiempo para la coronación de Isabel II en 1953, la célebre piedra fue devuelta a Edimburgo en 1996 a condición de que sea prestada a Londres para las coronaciones.
En fin, cuando la semana pasada la piedra del destino salió de Escocia rumbo a Londres, el primer ministro escocés, el independentista Humza Yousaf, nacido en Glasgow de padres paquistaníes, saludó “el momento histórico” en el que estaba “orgulloso” de tomar parte. Bien es verdad, que independentismo no es sinónimo de republicanismo en Escocia: el Scottish National Party sostiene que una Escocia independiente mantendría a la monarquía.
Países de la Commonwealth
En definitiva, los indepes de Escocia aspiran al estatus que ahora mismo tienen esas 14 naciones que tienen a Carlos III como jefe de Estado. Sin embargo, dos de estos países de la Commonwealth -Jamaica y Belice- ya han manifestado su voluntad de convertirse en repúblicas. “Ha llegado el momento. Jamaica en manos de los jamaicanos”, declaró en Sky News la ministra de Asuntos Constitucionales, Marlene Malahoo. Añadió que su gobierno estudia convocar un referéndum el año que viene. El primer ministro de Belice, Johnny Briceño, declaró a The Guardian que “es muy probable” que su país se convierta en república.
“Muchos jamaicanos tenían un afecto cálido hacia Isabel II. Pero no se identifican con el Rey Carlos que representa todo lo que es lo más extranjero para nosotros, añadió la ministra jamaicana. “Convertirse en una república sería decir adiós a una forma de gobierno ligada a un doloroso pasado de colonización y al comercio de exclavos”, añadió.
El primer ministro de Belice también destaca la esclavitud como detonador del proceso de desconexión de la monarquía. Además criticó que el premier británico, Sunak, rechace pedir disculpas por el papel del Reino Unido en la trata.“Pienso que tiene la responsabilidad moral de excusarse al menos”. “Creo que debemos concentrarnos, por supuesto, en comprender nuestra historia (…) pero también asegurarnos de que tenemos hoy una sociedad inclusiva y tolerante para gente de todos los orígenes”. La familia real no ha pedido perdón. Nunca. Todo lo que llego a decir Carlos III fue que la esclavitud fue “una atrocidad terrible”.
Las prioridades del nuevo rey parecen ser otras. Si su madre Isabel hizo sus primeros viajes al extranjero como reina a los países de la Commonwealth, Carlos III ha viajado a Europa. Si esta primera salida se quedó a medias no fue culpa suya, Macron tuvo que pedirle al soberano inglés que aplazara su visita de Estado. Francia atravesaba en esas fechas un sarpullido de protesta a cuenta del retraso de la jubilación a los 64 años. El desfile en los Campos Elíseo y la cena de gala en el Palacio de Versalles quedaron para otra ocasión.
Berlín era su segunda etapa. Honores militares en la plaza de Brandeburgo, símbolo de la partición de Alemania (y de Europa), por primera vez a un jefe de Estado extranjero. El presidente de la República Federal, Frank Walter Steinmeier, le saludó así: “Hoy, seis años de que Gran Bretaña emprendió su salida de la Unión Europea, abrimos un nuevo capítulo de nuestras relaciones”.
Carlos III, que había visitado ya Alemania en 40 ocasiones, fue muy claro en el Bundestag. Calificó de “amenaza” para la seguridad de Europa y para “nuestros valores democráticos” la agresión del Kremlin que ha provocado “sufrimientos inimaginables a tanta gente inocente”. El rey, cosa inaudita, saludó la entrega de armamento pesado alemán a Ucrania. ¡Qué manera de desmarcarse de la reserva protocolaria de su difunta madre!
En Hamburgo cerró su visita con un homenaje doble a las víctimas de los nazis y de los bombardeos británicos en el verano de 1943 cuando, en unión con la fuerza aérea de EEUU, perecieron 45.000 personas en la ciudad hanseática. La reconciliación del Reino Unido con Europa parece tener bases sólidas.
Debut diplomático
Con ser muy interesante este debut diplomático, donde la monarquía inglesa se la juega en casa, ante su pueblo. La reputación de Carlos III mejoró tras la muerte de Isabel II. En octubre de 2022, el 70% de los británicos tenían de él una imagen positiva (+16 puntos). Luego ha caído hasta el 54%. Un 51% de los interrogados por YouGov piensan que será un buen rey (+3 puntos sobre hace una año). Cifras que confirman la buena salud de la monarquía aunque se puede hilar más fino. Un sondeo de British Social Attitudes aportaba este dato: sólo el 14% de los menores de 35 años consideraban “muy importante”conservar la monarquía frente al 44% de los mayores de 55 años.
De ahí que Buckhingham Palace deberá, concluidos los fastos, decir cuánto ha costado a las arcas pública, el ceremonial de la coronación. The Sun cita a una fuente que calcula que el festejo se irá a los 100 millones de libras esterlinas, el doble de lo que costó la coronación de Isabel II en 1953. The Mirror se va a los 250 millones.
Por mucho, que el costo pueda ser compensado por los ingresos de sectores como el hotelero (1.000 millones de libras), los pubs (120 millones) o los souvenirs oficiales (unos 280 millones). El punto no está, sin embargo, en el balance contable de la operación sino en quien debería pagarla. Un 51% de los británicos opinaba hace menos de un mes que no debería ser sufragado por el Estado sino por la monarquía. Sólo el 32% sostienen que debe ser el gobierno (YouGov). De nuevo, los jóvenes son los más críticos (62%).
El secretismo ha sido gasolina para los republicanos que consideran un dispendio fuera de lugar, en un momento particularmente difícil con una inflación superior al 10% y con huelgas en sectores como la salud, la educación o los transportes. “Es una bofetada en el rostro de milones de personas que sufre la crisis del coste de la vida”, denunciaba Graham Smith, del grupo Republic.
Máxime teniendo en cuenta que Carlos III es una persona muy rica -el doble que su madre- cuya fortuna personal asciende a 1.800 millones de libras, según cálculos de The Guardian. Por mucho que el trust del Príncipe done cada años decenas de millones de libras para los jóvenes en dificultades y por más que los cuantiosos beneficios de la producción de energía de sus propiedades reviertan sobre el Estado, el nuevo rey sabe que sus privilegios -como el no pagar impuesto de sucesiones- son inaceptables para muchos.
Los príncipes Andrés y Harry
Con todo, la reconciliación más difícil es la más íntima. Y entre la Familia Real hay dos nombres problemáticos: su hermano menor, el príncipe Andrés, cuya posición no está aún resuelta del todo aunque él logró un acuerdo en la jurisdicción de EEUU con la mujer que le acusó de abusos. Él negó siempre las acusaciones y no fue acusado formalmente por la Justicia pero, desde el punto de vista de la opinión pública, aún no ha sido absuelto.
Pese a ser de otra naturaleza, el conflicto con su hijo menor, el príncipe Harry es el más peliagudo. Presente hoy en la coronación , tras largas negociaciones, pero con su esposa Meghan y sus dos hijos en California, es evidente que padre e hijo han pactado una tregua. Pero Harry parece decidido a pelear con la prensa popular a la que acusa de espiarle. Llueve sobre mojado, porque en su libro de memorias y en documentales y entrevistas en televisión acusó a Buckhingham Palace y a su familia, especialmente a su madrastra Camila, de no protegerle ni a él ni a su esposa de las intrusiones de la prensa, e incluso de haber actuado de concierto.
Está claro que Carlos se casó con el amor de su vida, Camila, con la oposición de Harry y que éste idealiza a su mujer, Meghan, como antaño hizo con su madre, Diana. Ahora que Carlos y Camila han dejado de ser los malos de la película, el último escollo es Harry. De ahí que esa reconciliación, aunque díficil sea vital para Carlos III.