Erdogan y Trump en una rueda de prensa en Washington tras una reunión en 2019.

Erdogan y Trump en una rueda de prensa en Washington tras una reunión en 2019. Reuters

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Erdogan desafía a Trump y amenaza con atacar la zona controlada por EEUU en Siria para desarmar a los kurdos

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Tras las palabras del ministro de Asuntos Exteriores turco, Hakan Fidan, en las que amenazaba con una “operación militar” en Siria contra las milicias kurdas apoyadas por Estados Unidos, este jueves se ha observado una movilización en la frontera entre Siria y Turquía que apunta a una intervención inminente. Para ello, se valdrían además de las tropas del SNA, organización proturca que ha luchado todos estos años contra Bashar al Asad y contra los intereses iraníes en el país árabe. Lo que aún está en duda es si la operación sería algo limitado o si la idea es intentar controlar todo el norte del país.

Aunque Fidan, en nombre del presidente Erdogan, condicionó la acción militar a la integración de los kurdos del SDF en el ejército regular sirio, todo parece una simple excusa para justificar un ataque sobre su eterno enemigo. De hecho, los kurdos están negociando estos días con el HTS su incorporación a un gobierno de coalición y la cesión de sus soldados para formar un frente común bajo el control de Ahmed Al-Charaa, líder de facto del país.

Antes de esperar a ver cómo terminan dichas negociaciones, Turquía parece dispuesta a pasar a la acción. Una acción que, por otro lado, es constante desde la caída de Al Asad e incluso antes: solo este jueves, se calcula que murieron unas 40 personas en enfrentamientos entre el SNA y el SDF.

Erdogan no quiere bajo ningún concepto que los kurdos formen parte del gobierno del país vecino y teme que su influencia sobre el HTS no sea suficiente. Al fin y al cabo, Al-Charaa y los suyos están deseando agradar a Occidente, y solucionar la cuestión kurda les daría puntos extra con la Unión Europea y, sobre todo, con Estados Unidos.

Marcando el terreno a Trump

Porque el caso es que los kurdos han sido siempre los grandes aliados de Estados Unidos tanto en Siria como en Irak. Washington lleva años financiando al SDF y ve con muy buenos ojos que la normalización del país pase por su colaboración en Damasco.

Si bien es cierto que la nueva administración Trump es impredecible en su política exterior, en principio se podría calificar esta amenaza de Erdogan, no solo como un desafío a la estabilidad siria, sino como un reto al nuevo presidente estadounidense, una manera de marcarle el terreno.

Turquía, por supuesto, también es aliada de Estados Unidos y de hecho forma parte de la OTAN, pero siempre ha mantenido una autonomía absoluta en sus decisiones. Tan pronto llega a un acuerdo comercial con Rusia como cierra el acceso de sus buques al Mar Negro.

No hace tanto que soñaba con formar parte de la Unión Europea, pero los continuos rechazos de Bruselas han provocado un profundo sentimiento antioccidental en buena parte del país, que va abandonando su tradicional secularismo para adoptar posiciones más islamistas.

Si finalmente Turquía se lanzara a una operación a gran escala contra el SNA y, sobre todo, si decidiera ampliar la batalla hacia el este para controlar todo el norte del país, acabaría tarde o temprano chocando con los intereses estadounidenses en la zona. Trump no es amigo precisamente de tener tropas en el extranjero, pero en su entorno le insisten en la necesidad de mantener una presencia en Oriente Próximo que pueda ayudar a Israel en un momento dado, evite una posible emergencia del ISIS y controle las aspiraciones rusas.

Choque con Netanyahu

De hecho, toda la configuración de la administración Trump en materia de política exterior parece pensada para apoyar a Israel y ser especialmente duro con Irán, tal y como sucedió en su primer mandato. Tal vez lo que pretenda Erdogan sea matizar ese apoyo añadiendo un factor más de incertidumbre.

Lo cierto es que quedan apenas diez días para la investidura del nuevo presidente y las dudas son más que las certezas: no hay señal de avance en el acuerdo de los rehenes en Gaza, no está claro si Turquía pretende ser un aliado o un enemigo puntual y el Estado Islámico parece ir retomando fuerza tanto en Irak como en zonas de Siria y Afganistán.

Aparte, la propia relación con Israel vivió este miércoles un episodio insólito, cuando Trump compartió en su red social, Truth, un vídeo en el que el economista Jeffrey Sachs criticaba el belicismo de Netanyahu y le calificaba de “profundo hijo de puta”. Nadie sabe el motivo de un ataque tan gratuito y de tal magnitud. De momento, lo que ha conseguido Trump es que el primer ministro israelí haya decidido no asistir el próximo 20 de enero a su investidura en Washington, aunque ni siquiera está claro que su equipo de transición le haya cursado invitación.

Después de ofender a Alemania, a Inglaterra y a la OTAN, enemistarse con el gobierno de Israel resulta sorprendente. La única buena noticia para Estados Unidos, en principio, es que la administración Biden ha conseguido in extremis y con la colaboración de la corona saudí colocar a Joseph Aoun como presidente de Líbano, puesto que llevaba dos años vacante.

Aoun, jefe hasta ahora del ejército libanés, se considera un aliado de Washington y de Riad… salvo que Trump decida lo contrario en diez días, claro. Visto lo visto, cualquier cosa es posible.