Las elecciones presidenciales previstas para este 25 de febrero en Senegal finalmente tendrán lugar el próximo 24 de marzo. Desde que el actual jefe de Estado del país, Macky Sall, anunció el pasado 3 de febrero que las elecciones se retrasarían sin haber propuesto una nueva fecha, hasta que se determinó este domingo como la fecha definitiva para celebrar los comicios, han hecho falta tres muertos en las protestas que siguieron al inesperado anuncio.
Centenares de balas de goma y granadas de gas disparadas por la gendarmería se lanzaron durante esos días contra una acumulación de rumores a pie de calle hasta que se escuchaban todos juntos, como un único grito de indignación.
Nadie sabe por qué cambió Macky Sall la fecha de las elecciones. El presidente senegalés dijo en aquel famoso discurso del 3 de febrero que se debía a un desacuerdo entre el Gobierno y la Asamblea Nacional en lo referente a la lista de candidatos.
Informó de la creación de un comité del ejecutivo que trabajaría junto con los parlamentarios a la hora de elaborar una nueva lista, pero la nueva lista solo difiere de la anterior por faltar el nombre de la candidata del movimiento Sénégal Nouveau, Rose Wardini, una mujer admirable en muchos sentidos pero en ningún momento considerada como una de los favoritos.
Karim Wade, hijo del expresidente Abdoulaye Wade y conocido internacionalmente por su aparición en los papeles de Panamá, deseaba presentarse a las elecciones pese a que el artículo 28 de la Constitución senegalesa prohíbe expresamente la presidencia a cualquiera con una doble nacionalidad (Karim Wade tiene las nacionalidades senegalesa y francesa). Wade hijo ha jugado y ha perdido después de ser el primero en proponer a Sall que invalidase la primera lista electoral y finalmente no podrá presentarse.
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Igualmente, la sacudida dada a la democracia senegalesa, que alardea de ser la más estable de África Occidental por no haber vivido ningún golpe de Estado, ha debilitado la figura de Karim Wade, mientras los tres muertos registrados alejaron cualquier opción que tuviera de triunfar. Que Wade no se presente a las elecciones, pese a contar todavía con apoyos en la escena política, se traduce en un apartado gris de los acontecimientos desde que se hizo evidente que tampoco él iba a ser presidente.
Quedan dos candidatos fuertes. El primero es el sucesor de Macky Sall en la Alianza por la República, Amadou Ba, actual primer ministro y exministro de Asuntos Exteriores y de Economía y Finanzas, un símbolo de continuidad. El evidente desarrollo económico que ha acompañado a las dos legislaturas de Sall debe una buena cuenta a este hombre de 62 años con ojos despiertos y manos delgadas, aunque pesa en su contra que la figura de su predecesor ha terminado por ensombrecer la suya.
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Sall ha sido presidente de la Unión Africana y de la CEDEAO, ha ordenado intervenciones militares en Gambia y en Guinea Bissau, ha apoyado a candidatos en comicios de otros países de la región y ha sido uno de los mayores opositores a las juntas del Sahel. El (pronto) expresidente ya ha dejado su impronta en la Historia de Senegal, y quienes le acompañaron, como Amadou Ba, gozan del brillo de su fama, aunque no deja de ser una fama que no les pertenece.
Frente a él se coloca el candidato de una juventud antisistema que rechaza los valores europeos en favor del panafricanismo y las tradiciones religiosas y culturales de Senegal. Es Bassirou Diomaye Faye, el sustituto del líder opositor Ousmane Sonko.
Sonko no podrá presentarse a las elecciones porque fue condenado por un tribunal por corromper a la juventud. En junio de 2023, hubo protestas, Sonko las animó y diecinueve personas murieron en ellas, nuevos cargos de traición y terrorismo cayeron sobre él y su candidatura se hizo legalmente inviable.
Así que puso en su lugar a Bassirou Faye. Este político de 44 años y nacido en la región de Thiès fue liberado el 14 de marzo tras pasar casi un año en prisión preventiva por difamación y desacato, y por criticar en las redes sociales a algunos jueces del país. Su juicio todavía no ha comenzado y esto le da tiempo a presentarse y aspirar a la inmunidad legal o informal que confiere una presidencia. Bassirou también sufre de un problema de “ensombrecimiento” tras la figura de su líder, pero su estancia en prisión y su carisma con los jóvenes todavía pueden darle los apoyos necesarios.
El veterano Idrissa Seck también se presenta a las que serán sus cuartas elecciones, atento por si esta vez suena la campana. Fue primer ministro con Abdoulaye Wade y el “ensombrecimiento” de este presidente le resultó fatal, hasta el punto de que se bromeaba sobre su insistencia en elecciones anteriores. Conversaciones a pie de calle han desvelado un interés mayor que en otras ocasiones por este candidato de 64 años, aunque ganar siempre será para él difícil.
Una de sus medidas estrella consiste en crear una moneda común en África Occidental que no dependa de la economía europea, aunque haga falta sufragarla con los fondos del petróleo y las materias primas. Además, dice dar importancia a otras regiones que no sean Dakar, dirigiéndose a las zonas más remotas de Senegal.
Existen otros 16 candidatos con un número de apoyos limitado, con menciones a considerar como Khalifa Sall o Mouhamad Boun Abdallah Dionne, aunque ninguno más aparece entre los favoritos.
Este ménage à trois que se ha formado en Senegal, animado por otros, mantiene una perspectiva incierta si Amadou Ba pierde un significativo número de apoyos por la reciente jugada de su predecesor, mientras Faye y Seck suman su número de votos, y si Seck consigue los suficientes como para arrebatarles la mayoría absoluta a los dos pesos pesados.
El sistema electoral senegalés llevaría entonces a una segunda ronda entre los dos candidatos más votados en la primera; lo que daría más tiempo para crispar el clima social y otorgaría cierto margen de maniobra a Macky Sall y su sucesor.
Por otro lado, la caótica situación política en Senegal (la fecha inicial para las elecciones estaba estipulada para el 25 de febrero, luego para el 15 de diciembre, posteriormente para el mes de junio y terminó señalándose el 24 de febrero), ha deteriorado seriamente la posibilidad de celebrar una campaña electoral al uso.
Mientras el candidato del Gobierno, Amadou Ba, cuenta con un fuerte apoyo institucional y puede servirse de su previa visibilidad como ministro, Bassirou Faye fue liberado de prisión apenas diez días antes de los comicios. Si la legislación senegalesa establece que la campaña electoral debe tener una duración de 20 días, esto significa que el candidato de la juventud sólo podrá servirse de la mitad de ese plazo, para beneficio de sus contrincantes.
Diecinueve candidatos (tantos como muertos hubo este verano durante las protestas), tres contendientes que destacan, una democracia que se debilita y juegos de tronos al estilo occidental-africano se disputarán este domingo en las urnas de Dakar, pero también en Kolda y Kédougou.
En París es de prever que también vote la diáspora, conocida por su apoyo a Sonko. Y Senegal se enfrenta a una encrucijada: o salen ganadores Amadou Ba y su propuesta continuista, o será Bassirou Faye el encargado de sacudir los cimientos fundacionales de la política senegalesa.