Cuando se supo que el lunes habían sido secuestradas seis personas en un restaurante de Puerto Vallarta, Jalisco, la noticia no pasó de la prensa mexicana. Pero, en el momento que la fiscalía confirmó que una de las víctimas era Jesús Alfredo Guzmán, hijo del célebre 'El Chapo', se despertó el interés de los periódicos de todo el mundo. Es duro decirlo, pero es muy razonable pensar que si no estuviera involucrado el narcotraficante, esta abducción masiva, una práctica relativamente frecuente en México, llegase a ser conocida fuera de las fronteras del país.
“Los secuestros masivos están localizados en algunas regiones, como Tamaulipas, una parte de Nuevo León, en Guerrero, el sur del Estado de México, Michoacán, Jalisco, Colima y Veracruz”, enumera en una conversación telefónica con EL ESPAÑOL Gerardo Rodríguez, profesor de Seguridad Nacional en la universidad de las Américas Puebla. “Está íntimamente relacionado con la delincuencia organizada y no solo en el narcotráfico, sino en diferentes facetas”.
En lo que va de 2016, han ocurrido bastantes más casos. En Guerrero, este enero, hombres del ya detenido Aberlado Miranda, el Alacrán del grupo de El Tequilero, secuestraron a una veintena de personas durante la celebración de una boda y a cinco maestros en su escuela para pedir un rescate. Salvo dos, que murieron durante el cautiverio, el resto fueron liberados. Ese mismo mes, en Tierra Blanca, zona caliente de Veracruz, integrantes del cártel Jalisco Nueva Generación, presuntamente en coalición con unos policías, capturaron y ejecutaron a cinco jóvenes.
En febrero, otros cuatro fueron secuestrados mientras desayunaban en una taquería del puerto de Veracruz, para ser al poco rescatados con vida. Al mes, se relacionó a los Zetas con la ejecución de dos personas y la desaparición de al menos una decena de asistentes a una pelea de gallos en Cuautlancingo, Estado de Puebla, y en Veracruz desaparecieron otros tres jóvenes. A mediados de junio, un comando armado se llevó a ocho personas en Ajuchitlán del Progreso, Guerrero. Seguramente hay reportes de prensa que no están aquí listados, más los que no se llegan a conocer por el público, y súmense las noticias sobre el hallazgo de fosas comunes que salen de vez en cuando, como la centena de cadáveres que aparecieron enterrados en Tetelcingo, Morelos.
Secuestros o 'levantones'
A este tipo de sucesos se les llama secuestros si son con finalidad económica, o 'levantones' en caso de querer hacer desaparecer a las víctimas, y responden a diversas tipologías. Una es los mensajes entre grupos rivales. Rodríguez opina que en el caso de Puerto Vallarta, el motivo es usar al hijo de 'El Chapo' como medida de presión en una negociación por la distribución de los espacios territoriales y económicos.
En su opinión, es posible que los responsables no sean del cártel Jalisco Nueva Generación, sino de la familia Caro Quintero u otra facción del propio cártel del Pacífico luchando por el poder tras el vacio dejado con la recaptura de 'El Chapo', como la liderada por el histórico Ismael El Mayo Zambada. Otra hipótesis es que el narcotraficante esté negociando un trato con las autoridades a cambio de información y el rapto es una advertencia.
“La lucha por el Pacífico mexicano que vemos claramente desde hace cinco años se debe a los aspectos de producción, trasiego e importación de otras drogas y suministros, como los precursores químicos baratos que provienen de China e India para hacer heroína con la amapola mexicana”, continúa Rodríguez.
Los diversos grupos pelean por el control de las zonas de producción de amapola, de los puertos de Manzanillo en Colima y Lázaro Cárdenas en Michoacán, los enclaves turísticos -tanto para vender su producto como lugar de descanso seguro para ellos y sus familias- de Puerto Vallarta, Mazaplán, Acapulco y Guadalajara; ocurriendo en este contexto ciertos episodios de lo que se denomina guerra de baja intensidad.
En algunas zonas pobres se ve algo muy diferente a la abducción de un narco de alto nivel, como lo sucedido en Puerto Vallarta. Más terrible. “Es el secuestro de migrantes, a los que se les rapta para colocarlos como halcones a vigilar una ruta, para la venta del menudeo de drogas en plazas o para la trata de niños y mujeres...”, advierte. “Otro es el secuestro colectivo de gente pobre, para meterla de manera forzada a la delincuencia organizada en un punto donde son útiles o ponerles a cocinar, lavar la ropa.. algo que han hecho diversos cárteles”.
Secuestros masivos
Una de las múltiples pruebas de esta realidad son los testimonios de los trabajadores sociales y sacerdotes que trabajan en las zonas del largo tránsito de los migrantes hacia Estados Unidos. De acuerdo a una nota publicada a principios de enero en la revista Emeequis, de octubre a diciembre de 2015 hubo al menos cuatro secuestros masivos en Veracruz y Tabasco. La mecánica habitual es detener los autobuses de pasajeros, identificar a los migrantes y llevarlos a casas francas donde los mantienen hasta que sus familiares pagan un rescate de entre 2.000 y 7.000 dólares.
Hace pocos días, a mediados de agosto, cayó en Tabasco una banda familiar que se dedicaba a los secuestro de migrantes centroamericanos. Durante la operación se rescataron a ocho personas, tres de ellas menores de edad, procedentes de Honduras y Guatemala. Según la Fiscalía de Tabasco, las sumas de dinero que exigían a los familiares como rescate las duplicaban con los menores. Un antiguo informe, elaborado por la Comisión de Derechos Humanos, hablaba de que en solo cinco meses de 2010 habían sido perpetrados 214 secuestros masivos, con un total de 11.300 migrantes víctimas.
“Los' levantones' los pueden hacer el crimen organizado o la policía, que también desaparece mucha gente, una practica que sigue existiendo”, cuenta Pablo Carstens, un consultor de seguridad para varias empresas que asegura haber ayudado en las negociaciones 287 secuestros, “hay que recordar que en el sexenio de Calderón [presidente de México entre 2006 y 2012 y que hizo de la guerra a los cárteles el eje de su mandato] hubo 50.000 homicidios, pero no están considerando los 25.000 que han encontrado en fosas clandestinas que no se sabe quienes son y muchas veces son criminales que los hacen desaparecer”.
“La realidad es que el secuestro es un práctica muy común, en cifras estratosféricas, y no tienen nombre, son invisibles”, se lamenta Carstens. Según los datos que maneja la organización Alto al Secuestro, enfocada más en la clase media, desde 2012 se han perpetrado 7.846 secuestros ocurridos. Esto equivale a seis al día. Otros análisis, como la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, apuntan a unas 100.000 víctimas al año y que solo el 1% son denunciados a las autoridades.
Pafraseando a Stalin, una única desaparición es una tragedia; miles de secuestros, una simple, aunque aterradora, estadística.