Ciudad de México

Sólo dos de cada diez mexicanos quieren a su presidente, Enrique Peña Nieto. En una encuesta en el diario Reforma, únicamente el 23% de los gobernados aprobaba la gestión de su gobernante. Hay motivos para elegir. Puede ser la corrupción, como el agasajo al mandatario de una vivienda construida por un grupo empresarial. También los asuntos de dinero, con una tasa de crecimiento insuficiente, bajos salarios y una economía sumergida que emplea a la mitad de la población. Quizá la seguridad pública, con asesinatos y secuestros por el narco y las fuerzas de seguridad. O la educación, donde un necesario pero torpe intento de reforma ha causado una gran conflictividad social al sur del país.

La última piedra, de momento, es la acusación de haber plagiado un tercio de su tesis de licenciatura. Es llamativo que cuando este abogado de 50 años, con aspecto de galán de novela y casado con una estrella de los culebrones, recuperó el liderazgo del país para el PRI, partido que administró México de 1929 al 2000, el 70% de la población lo mirara con buenos ojos. La cuestión es que desde que en 1995 ese periódico comenzó a medir la popularidad de los presidentes, ninguno había tenido un grado de aprobación tan bajo como el que Peña Nieto afronta ahora.

“Estamos viendo la peor versión del PRI de toda su historia, ya que había algunas expectativas de que por lo menos iban a tener capacidad para gobernar, particularmente el tema de la violencia, y ser más eficaces en aspectos de políticas públicas”, sentencia Juan Luis Hernández, director del Departamento de Ciencias Sociales de la universidad Iberoamericana Puebla, “además, la sociedad civil se ha vuelto más intolerante con la corrupción, algo que estaba más naturalizado en otros periodos, y se ha complementado este malestar social con un conjunto de reformas estructurales que no han acabado de beneficiar el bolsillo de los mexicanos”.

Lejos queda ya febrero de 2014, cuando la revista Time le dedicó su portada. En ella, el presidente, con pinta de mesías, oteaba un futuro brillante. Bajo él, una frase lapidaria: Salvando México. El texto alababa la puesta en marcha de 13 reformas estructurales, el llamado Pacto por México, que pretendían lograr un 5% de crecimiento anual como mínimo. Pero no fue su año. En Tlatlaya, Estado de México, que rodea la capital, un grupo de militares ejecutó, con un tiro en la nuca, a una quincena de presuntos delincuentes. En Ayotzinapa, Guerrero, sicarios y policías mataron a seis personas e hicieron desaparecer a 43 estudiantes de magisterio.

Poco después, Carmen Aristegui y su equipo publicaban el reportaje de la Casa Blanca, una mansión construida para su familia por el Grupo Higa, que ganó importantes concesiones cuando era gobernador del Estado de México. Entre 2013 y 2014 hubo 43.000 homicidios, una cifra muy similar a los primeros dos años de su antecesor en el cargo, que hizo de la guerra contra el narco el eje de su mandato, y cuya estrategia se considera un fracaso.

¿POR QUÉ NO HAY UN 'IMPEACHMENT'?

Una tormenta perfecta que causó que cientos de miles de mexicanos por todo el país se manifestasen contra su presidente, en una sociedad sin gran tradición contestataria, que Hernández aduce a la dictadura de partido que el PRI mantuvo durante el siglo XX. “Con todo lo que ha ocurrido en este país, ya debería haber por lo menos un impeachment al presidente, pero como tenemos una cultura político-contestataria tan pequeña...”, se lamenta, “y sus reformas económicas han causado pérdidas de empleo, subidas de gasolina, inflación en la canasta básica...”.

“La gran decepción de la gente con Peña Nieto es que cuando empieza con el Pacto por México la imagen es que hay un estadista y unos partidos políticos que se ponen de acuerdo”, explica Juan Carlos Moreno-Brid, especialista en Historia Económica Contemporánea de la UNAM, “ pero la realidad es que la agenda de desarrollo es la misma y llevamos 30 años de estancamiento económico en un país que es profundamente desigual, con unos niveles de pobreza inaceptables en términos éticos en la decimocuarta economía del mundo”.

De acuerdo a las cifras oficiales, entre 2012 y 2014 se pasó de 53,3 a 55,3 millones de pobres, un 46% de la población. “Los niveles de pobreza están como hace 40 años”, dice Moreno. El país acaba de recortar su previsión de crecimiento a entre 2 y 2,6% para 2016. “Hace tres años decían que sin las reformas estructurales creceríamos al 3% y ahora no pasamos de eso”. Según los cálculos de los economistas, México necesita crecer a un 6% como mínimo para generar suficientes empleos en el sector formal y no condenar a la mitad de la población a trabajar en la economía sumergida, como los infinitos puestos de venta callejera, ni incentivar a algunos a dedicarse a la delincuencia.

Si hubiera "nadado de muertito..."

“Cuando México cambió su modelo [en 1982], decidió apostar por la estabilidad económica entendida como baja inflación y las cuentas fiscales con un déficit acotado como condiciones para el desarrollo y esto ha probado no ser suficiente”, arguye Moreno, “el presidente actual prometió cambiar esto y no ha hecho nada, es decepcionante”. En su opinión, lo que necesita México es una profunda reforma fiscal para crear un Estado más fuerte, con más recursos.

De los 34 países del club OCDE, México es el que menos recauda en porcentaje del PIB, un 19%, 13 puntos por debajo de la media, y es la nación de América Latina que menos invierte en infraestructuras, un 1,5% sobre el PIB, casi la mitad del promedio regional. Además, la deuda va escalando, creciendo unos 14 puntos en la última década hasta el 42%. Para Moreno, es preocupante ya que, en el contexto de una menor inversión pública cada año, significa que el Estado no puede ni hacer frente a sus gastos corrientes.

Cuando en televisión le confrontaron con su baja valoración, Peña Nieto contestó que no estaba ahí “para ganar una medalla por la popularidad”, que, a lo mejor, si hubiera “nadado de muertito, hubiese decidido dejar las cosas como estaban, dejarlas llevar y administrarlas y dejar de asumir costos”, sería más querido. En opinión del politólogo Hernández, sus niveles de aceptación no podrán recuperarse nunca.

“Me parece que lo peor es, y esto no lo habíamos visto en ningún gobierno priista, que el presidente tiene problemas de aprendizaje, creo que sus capacidades intelectuales están limitadas y eso contribuye a que no alcance a comprender el problema público”, razona, “en las presidenciales de 2018, no veo al PRI protagonizando nada, está demasiado desfondado, y Peña Nieto es un negativo importante”. Resta más que suma en unas elecciones que todos los actores advierten serán inéditas en toda la historia de México.

Noticias relacionadas