Rousseff gasta su última bala para ‘evitar’ un “golpe de Estado”
La presidenta se ha defendido en el Senado contra su destitución definitiva, pero el triunfo del 'impeachment' parece inexorable.
29 agosto, 2016 21:34Noticias relacionadas
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En la imagen más conocida de la Dilma Rousseff encarcelada durante la dictadura brasileña se ve a una joven militante sentada en el banquillo de un jurado militar con la cabeza alta, mientras dos oficiales se tapan los ojos frente a la lente que registra la fotografía. Este lunes, 45 años después, la joven militante utilizó aquella fotografía para comparar su actual situación, como presidenta apartada y al borde de la destitución definitiva.
“Hoy no hay prisión ilegal ni tortura, pero como entonces vengo para mirar directamente a los ojos de ustedes y decir con la serenidad de los que nada esconden que no cometí ningún delito de responsabilidad ni ningún otro por los que soy acusada”, aseguró.
Rousseff decidió ejercer su derecho a la defensa en la última fase del impeachment al que es sometida desde diciembre de 2015 porque, según aseguró, no tiene nada de qué arrepentirse, y porque era la última opción para intentar convencer a los senadores que en las próximas horas votarán si se define la destitución definitiva de la presidenta apartada de su cargo desde el 12 de mayo.
“No esperen de mí el obsequioso silencio de los cobardes que pretenden atentar contra la democracia y el Estado de Derecho”, afirmó en tono grave durante su alegato, que se extendió durante 45 minutos.
En él, Rousseff abundó en su discurso de los últimos meses, diciendo ahora que “un golpe de Estado” está a un paso de consumarse, por acción de “las élites económicas y políticas” y la colaboración de algunos sectores de los medios de comunicación. El golpe ya no se hace con armas de fuego, según ella, sino con armas jurídicas y parlamentarias. “Son pretextos para viabilizar un golpe en la Constitución. Un golpe que, si se consuma, resultará en la elección indirecta de un gobierno usurpador”, ha aseverado la mandataria, que ha reclamado nuevas elecciones si es apartada definitivamente de su cargo.
Para darle espesura a su defensa, Rousseff profundizó en los tintes históricos del momento, equiparando lo que ella atraviesa con el devenir de varios presidentes célebres del siglo XX: Getúlio Vargas, Juscelino Kubitschek y Joao Goulart. Obvió, sin embargo, al presidente que sufrió un impeachment en 1992, Fernando Collor de Melo. Pero, según dijo, no se trata de una afrenta personal o a su mandato, sino al sistema mismo: “Hoy sólo temo a la muerte de la democracia”, concluyó.
Arropada por Lula e intelectuales
Llamó la atención a los que siguen desde siempre a Rousseff su comodidad y serenidad durante un discurso que buscaba dejar huella en los presentes y en la opinión pública internacional. Un discurso para la historia, como definieron colaboradores de Rousseff en las horas previas, en el que supo cuándo emocionar y cuándo emocionarse, pero sin titubear en su alocución, como otras veces.
Sólo dos veces se le quebró la voz y recurrió al trago de agua para recomenzar. La primera de ellas, cuando mencionó el Mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos como logros de su Gobierno y los anteriores de su mentor, Luiz Inácio Lula da Silva. El expresidente acudió al recinto parlamentario en calidad de invitado, igual que decenas de colaboradores y también artistas e intelectuales, como el cantante Chico Buarque. Mientras Rousseff hablaba, Lula se mesaba el bigote. Y en ocasiones, cuando era nombrado por opositores, abría la boca con media sonrisa.
Todos la habían recibido en el hall del Senado cuando la presidenta apartada apareció, con traje de chaqueta estampado sobre un vestido negro y sonrisa permanente, saludando a diestro y siniestro. Hasta que llegó el discurso, que no presentó cambios notables en sus declaraciones de los últimos meses, pero sí mucha más emotividad. Luego, cuando se pasó al turno de preguntas, volvió la Rousseff frontal de siempre.
Una contra uno, una contra todos
Con la parsimonia habitual y atendiendo a la liturgia del legislativo brasileño, el Senado vivió otra sesión maratoniana, que se resumen con una cuenta simple: casi cincuenta senadores pidieron hacer preguntas a Rousseff, que se defendió contestando a cada cuestión, uno por uno. Cada parlamentario tenía derecho a cinco minutos para enunciar sus preguntas, lo que resulta en cuatro horas, sin contar las respuestas de Rousseff. En total, 14 horas de toma y daca entre la presidenta y sus jueces.
Hablaron los que estaban a favor, entre otras cosas para aumentar el ánimo de Rousseff, y darle pie para que tocara todos los temas. Pero también lo hicieron los partidarios del impeachment, que la bombardearon con preguntas de todos los palos.
Aloysio Nunes, del PSDB, no dejó pasar la oportunidad de ahondar en el tema del golpe: “¿Cómo que golpe? ¿Con el beneplácito del Tribunal Supremo? ¿Con usted aquí defendiéndose? Va a generar precedentes, porque ningún gobernante abusará de sus competencias y violar las reglas que rigen la salud del Estado”, le espetó. “Es desproporcionado condenar a una presidenta por tres decretos suplementarios contemplados en la Constitución”, contestó Rousseff. “No cometan el crimen de condenar a una inocente”, zanjó.
Paulo Bauer, de PSDB, le recordó que su Gobierno lo formaban 39 ministros y que nombró a 90 en cinco años. Otro senador del mismo partido, Ricardo Ferraço, le dijo que falseó cuentas públicas y ahora falsea la naturaleza del proceso que afronta tildándolo de golpe.
Cuando el cuerpo a cuerpo llegó a la cuestión central desde el punto de vista jurídico, si Rousseff maquilló las cuentas durante su Gobierno, ella desplegó recursos para explicar que no incurría en delito, pero se reveló más lírica cuando volvió sobre el tema principal de su tesis. Lo hizo ante la senadora Ana Amélia, del Partido Progresista (PP). En una jornada repleta de imágenes literarias y comparaciones, la dirigente se adentró en la metáfora para explicarle por qué el impeachment es, a su juicio, un golpe: “El árbol de la democracia lo puedes matar aunque no le cortes las ramas. Basta con colocarle parásitos para atacarlo hasta que muera”.
El cronómetro y el marcador en contra
Después de tantas etapas quemadas, a Rousseff apenas le queda tiempo para tratar de revertir el marcador, cuya tendencia es abiertamente contraria a su continuidad como presidenta. Según los principales medios brasileños, la horquilla está entre 58 y 60 senadores favorables al impeachment y 20-21 en contra, con cuatro o cinco indecisos, que en cualquier caso no le llegarían a la presidenta apartada para llegar a los 28 votos que necesita para archivar el caso y volver al Palacio de Planalto, ocupado por Michel Temer desde el pasado mayo de manera interina.
En el último plenario se ha buscado tocar la fibra en el alegato final y defenderse con uñas y dientes en los interrogatorios, pero ello no le ha reportado un cambio sustancial en el marcador. Queda una última sesión, la de la votación, que cristalizará todo el largo proceso del impeachment cuando sus señorías aprieten el botón y el marcador declare la salida, o no, de Dilma Rousseff.