La muerte del Comandante Fidel Castro ha cogido desprevenida a la diplomacia española, que no tenía información previa sobre el posible empeoramiento de su frágil estado de salud. La reacción oficial ha sido comedida y con “gestos, los justos”, según fuentes del Gobierno. Apenas un tuit de Mariano Rajoy con la misma definición de Fidel que incluía el comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores (MAE): “Una figura de calado histórico” (el MAE ha añadido “gran”, algo que Rajoy se ha ahorrado).
De momento, Felipe VI ha enviado un telegrama de condolencia. Madrid espera a que La Habana anuncie a lo largo de este sábado cómo será el homenaje a Fidel. Entones decidirá la calidad de la representación oficial. La reacción inicial del Gobierno español -el MAE menciona sus “siempre estrechos vínculos con España como hijo de españoles” y destaca que estuvo “muy apegado a sus lazos de sangre y cultura”- no oculta que la relación entre Cuba y España ha sido siempre intensa, emocional y muy complicada. De principio a fin. A veces mejor, a veces peor, pero nunca espléndida. Juan Carlos I, a punto de cumplir 79 años, mantuvo siempre una buena relación personal con Fidel, que ha muerto con 90.
Los peores años, con Aznar
No hay más que recordar la famosa escena de la chaqueta en La Habana en noviembre de 1999 con José María Aznar, al que Fidel detestaba porque consiguió que la Unión Europea adoptara la Posición Común contra Cuba. Los de Aznar fueron los peores años. Durante un paseo por la Habana colonial ese noviembre junto a Juan Carlos I, Aznar se quitó la chaqueta emulando a Manuel Fraga en claro desafío al régimen. Juan Carlos I, con cara seria, mantuvo puesta la suya con el rostro serio. El gesto, en enorme carga diplomática, fue recogido por la fotógrafa Queca Campillo.
Mejor con la Corona, pero con los Gobiernos españoles, incluso con el PSOE pero sobre todo con el PP, la historia fue distinta. Desde la crisis de las embajadas en 1990 cuando Fidel llamó “administrador colonialista” al ministro socialista Fernando Fernández Ordóñez hasta la expulsión de la isla en 2005 de Jorge Moragas, hoy poderosa mano derecha de Rajoy. El propio Fidel anunció entonces por televisión que Moragas tenía prohibida la entrada en Cuba. ¿Podrá hacerlo ahora?
La diplomacia española no espera “grandes consecuencias políticas” de esta muerte. Sí prevé que las tenga, “anímicas”, sobre el ciudadano de a pie. Pero hace ya diez años, desde que Fidel se apartó, que la estructura institucional formada en torno a su hermano Raúl es la herramienta con la que trabaja España. A veces peor, a veces mejor. Fatal con Aznar -“ese caballerito”, ese “personaje de estirpe o ideología fascista”, como le llamó Fidel- y mejor con Rajoy -al que nunca atacó personalmente pero del que sí dijo en 2012 que su Gobierno estaba formado por “admiradores de Franco” y “servidores de EEUU”-.
La mejoría con Rajoy
El PP de Rajoy fue duro con Cuba mientras estuvo en la oposición y más componedor y profesional desde que llegó al poder. Ahora entiende que las relaciones económicas entre España y Cuba son la joya de la corona. Las exportaciones españolas a Cuba en 2015 alcanzaron su máximo histórico, con un total de 964 millones de euros, mientras que las importaciones ascendieron a 125 millones de euros. En Cuba hay instaladas casi 300 PYMES además de las grandes multinacionales de hoteles.
El Gobierno de Rajoy entendió enseguida que la relación económica estaba por encima de los rifirrafes políticos. Nombró embajador en 2012 a Juan Francisco Montalbán, que continúa en La Habana a la espera de destino pero que ha tenido muchos menos problemas que sus antecesores. Lo suyo ha sido, según fuentes dipomáticas, “un proceso de ir construyendo mucha interlocución a base de un trabajo minucioso y constante, de muchas visitas sin relumbrón, de mucha relación económica”.
Le ha apoyado en la labor desde Madrid Jesús Gracia, el secretario de Estado de Iberoamérica, un hombre con mucha experiencia en Cuba, donde estuvo destinado con anterioridad. Esa labor callada y constante de la diplomacia española durante estos últimos cuatro años se cobró el premio el pasado mayo con la visita de José Manuel García-Margallo y la entonces ministra de Fomento, Ana Pastor, que consiguieron reunirse con Raúl Castro. Fueron a la isla sin saber si habría encuentro con él. El presidente Castro los hizo esperar. Ellos aguantaron y finalmente los recibió. Nada que ver con el espectacular recibimiento que dió a Barack Obama poco antes. Pero las relaciones entre España y Cuba siempre fueron así de complicadas.
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