"Si el aparato del partido no se mueve bien, la Plaza de la Revolución se queda mañana vacía", vaticina un empresario la lluviosa noche anterior. Pero es mentira. Amanece en La Habana y desde las 6 de la mañana se agolpan en las puertas miles de cubanos que quieren rendir homenaje a Fidel Castro.
"Vengo por la libre", repiten muchos, es decir, no han acudido organizados por ningún comité revolucionario. Nadie ha pasado lista esta vez para comprobar asistencia. Aunque los líderes de la disidencia en la isla, como Berta Soler o José Daniel Ferrer, aseguran que muchos van por el temor a represalias.
La capital cubana lleva dos días sin discotecas, sin alcohol y sin música. Si no fuera por el sol, no habría rastro del Caribe. Las banderas ondean a media asta y aquí y allá hay pequeños altares con velas.
Llora Mercedes, bien sentida, una ascensorista del barrio de Centro Habana. Llora Carlos en la cola de la plaza y cuanto más aprieta la bandera que lleva en las manos, peor disimula las lágrimas detrás de sus gafas de sol. Pero en general, flota un aire de contención y de pena individual. Un cambio radical en Cuba, donde lo colectivo prima sobre todas las cosas.
Quizás por eso, entre las mayores afrentas recibidas estos días por las autoridades están esas imágenes, que muy pocos han visto en la isla, de sus hermanos cubanos, a 80 millas, celebrando con júbilo en Miami la muerte del Comandante. "Un poco de respeto", pide un funcionario del gobierno con nerviosismo.
¿Fidel, héroe o tirano?
Fidel es y será para siempre una figura más allá del sistema y de las cosas que están mal en el sistema. Por eso muchos le perdonan todo. "Fidel, el soldado del pueblo", dicen. El de los pobres:"Sin él no tendríamos nada".
A Orlinda, bajita y de piel arrugada, también se le entrecorta el llanto al recordar. "Lo conocí cuando tenía 19 años. Vino a la fábrica de calzado en la que trabajaba. Mi compañera le dio la mano y le dijo: "Fidel, que manos más finas tienes", y él sin pensarlo le contestó: 'Si, pero han cortado mucha caña en los campos'".
Antes del triunfo de la Revolución los pobres no contaban para nadie, en un país y un continente marcados por las desigualdades sociales, cuyos límites transcurren a veces por las diferencias raciales.
"Soy lo que soy gracias a él. Mi familia era muy pobre, pero tras la campaña de alfabetización, me concedió una beca con la que estudié medicina. Mis padres nunca hubieran podido pagarlo", dice Sonia, una mujer negra de unos 60 años a unos metros del monumento a Martí, en medio de la Plaza de la Revolución, donde pasa este lunes el pueblo a mostrar su dolor en un altar con flores llegadas de todo el mundo y fotos de Fidel cuando era joven.
"¿Cometió errores? Si, todos somos humanos", reconoce María Antonieta, pediatra. Y acto seguido cuenta: "He viajado por muchas partes del mundo. La primera vez que fui a Etiopía en misión no se me olvidará nunca. Los niños se morían en nuestro hospital de una simple apendicitis. La miseria que he visto yo en América Latina, no está en ningún otro sitio. Aquí por lo menos la gente no se muere de hambre. La libreta, esa que critican tanto, da para comer. Y por eso y más cosas, este pueblo es fidelista".
Fidel Castro estaba mayor y su ausencia de la vida pública ya había preparado a los cubanos para su 'desaparición física' tal y como se empeña en afirmar una y otra vez la televisión estatal, subrayando en cierta manera que el mayor de los hermanos Castro será en este país inmortal en la memoria de todos.
"Le estaré siempre tremendamente agradecido", dice Gilberto, profesor de bioquímica. ¿A él o a la revolución? "Sin él no hubiera habido revolución. Está implícito", contesta.
¿Héroe o tirano? "Ambos", sentencia un turista europeo en una respuesta que sabe compleja.
Y es que con un señor con walkie-talkie en cada esquina desde el viernes, es difícil olvidar que todo está bajo control y ese control es militar.
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