Baño de masas, banderas y himno. Así comenzó el homenaje a Fidel Castro en la Plaza de la Revolución. Bajo la enorme escultura de José Martí y flanqueado por dos héroes cubanos más contemporáneos, el Ché y Camilo Cienfuegos, se sentaron mandatarios de todo el mundo; entre ellos el venezolano Nicolás Maduro; de Zimbabue, Robert Mugabe; el boliviano, Evo Morales; desde México, Enrique Peña Nieto y en representación de España el rey emérito Juan Carlos I.
El primero en tomar la palabra fue Rafael Correa, presidente de Ecuador. Como tantas otras veces, Fidel vuelve a concentrar al pueblo cubano en esta plaza emblemática, recuerda.
La asistencia es masiva, sobre todo de escolares con sus uniformes. Rojo para los más pequeños, azul para los preuniversitarios. Llevan pintada la cara con 'Vivas', 'Fidel' y 'Cuba' en vivos colores.
El centro de la plaza se agolpa, vibra con cada palabra y espera ansioso el discurso de Raúl, al que aplauden largamente al llegar a la ceremonia. Impera el silencio y la gravedad de un funeral de estado.
Pero en los contornos, el sonido va y viene. No hay tanto aplauso y la gente se sienta en el suelo. "Ella no quiere decirlo porque le da pena, pero es un poco aburrido", dice un escolar. "Es que la gente esta aquí desde las dos de la tarde. Han habido [SIC] muchos desmayos", justifica su compañera. En lo que si están de acuerdo es que lo importante es el discurso de Raúl.
"Cuba está en guerra permanente", se oye a Correa al fondo haciendo referencia al bloqueo estadounidense. "Fidel nunca permitió que su país fuera colonia de ningún imperio. Hoy estamos más unidos que nunca, pueblos de nuestra América".
La despedida del héroe de la revolución, del padre de la patria para los seguidores del régimen castrista ha sido una ceremonia formal, política. Con mandatarios hablando en ingles, árabe o griego y poco espacio para el simbolismo, la anécdota o para recordar consignas. La audiencia estaba, "porque hoy hay que estar aquí", pero como reconocía una profesora de secundaria, "la jornada esta siendo agotadora".
El discurso de Evo Morales volvió a levantar a los niños del suelo y arrancó aplausos. "El dolor que llevan hoy es el dolor de los antiimperialistas del mundo".
"Fidel, Fidel, Fidel", coreaba Maduro nada más hacerse con el micrófono agitando de nuevo toda la estética revolucionaria cubana.
Carteles conmemorativos, fotos, boinas rojas y banderas. Pero a última hora de noche, la mítica plaza se marchitaba tras cuatro horas de discursos y ni siquiera la llegada de Raúl al estrado consiguió destellos del antiguo fervor, cuando Fidel encadenaba horas de discursos y la revolución estaba en mejor forma.
"Fidel consagró su vida a la solidaridad. Fidel encabezó una revolución socialista de los humildes, por los humildes y para los humildes que se convirtió en un símbolo de la lucha anticolonialista, antiapartheid y antiimperialista", clamaba su hermano desde la tribuna. Ahora sus cenizas emprenderán el camino hasta Santiago de Cuba, donde el domingo se celebrará el último homenaje tras 9 días de luto oficial.