Sobre las 2 de la tarde en la Ciudad de México, las decenas de miles de personas que se reunieron bajo el Ángel de la Independencia dejaron de hablar y comenzaron a cantar. “Mexicanos al grito de guerra, el acero aprestad y el bridón, y retiemble en sus centros la tierra, al sonoro rugir del cañón”, entonado con el soniquete bélico propio de los himnos nacionales bajo la estatua de uno de los símbolos ciudadanos. En otra veintena de ciudades del país e incluso en otras tantas alrededor del mundo, miles de compatriotas en sus iconos locales, hacían lo propio.
Convocados por decenas de organizaciones sociales, intelectuales y universidades, la única condición era que los asistentes no podían gritar consignas ni llevar colores relacionados con los partidos políticos. Solo conmoverse con su himno nacional llegada la hora acordada y participar en la primera manifestación masiva y por todo el país frente a Donald Trump y su política como presidente de EEUU. De paso muchos han cantado contra su Gobierno.
Mientras esperan el momento patriótico, Fausto García y José Manuel Monroy charlan bajo una pancarta. Los dos pasan los 60 años y consideran que su cultura política nació en la matanza estudiantil de la plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco en 1968.
"Reacción muy tibia con Trump"
"Nuestro Gobierno es demasiado corrupto y tratan de justificarse, pero nuestro presidente Enrique Peña Nieto tiene una reacción muy tibia con Trump”, explica Monroy, que entonces era activista y sobrevivió al asalto paramilitar contra los estudiantes. “Lo invitó a venir durante la campaña y lo recibió como si fuera un Jefe de Estado, dándole un vida y aupándole, fue una vergüenza”. Fausto tilda a Trump de “una mezcla de animal con lo peor que ha dado el ser humano”.
Oficialmente llamada "Marcha Ciudadana por el Respeto por México" pero apodada como #VibraMéxico, muestra de su transversalidad son sus convocantes. ONG como Amnistía Internacional, grupos conservadores al estilo de Mexicanos Primero, revistas del renombre de Letras Libres y Nexos, centros de estudios como la Universidad Autónoma de México. Su rector, Enrique Graue, explicó en una rueda de prensa que no es una manifestación contra la sociedad estadounidense, si no por respeto a México, para celebrar el orgullo del pueblo mexicano y mostrar el rechazo a las políticas del presidente Trump. Esta es la primera vez, desde una manifestación en protesta por dicha masacre de 1968, que un rector de la UNAM encabeza uno de los grupos en una marcha.
A lo largo de los 4 kilómetros que separan el inicio de la marcha, el Auditorio Nacional, de su culmen patriótico en el Ángel de la Independencia; los manifestantes calientan la voz con el Canta y no llores. Una pancarta muy socorrida es la que pide que se hagan puentes en vez de muros. Como solicitaron los organizadores, prevalece el color blanco en la vestimenta. Lo de no cantar consignas políticas está menos claro. Después del grito de “Fuera Trump”, suele venir el de “Fuera Peña” y el resto de su gabinete con predilección por Luis Videgaray, secretario de Relaciones Exteriores y mano derecha del presidente.
Se ve mucha clase media y media alta, estando los sectores más populares representados por los vendedores ambulantes que hacen negocio con sombreros para el sol, refrescos y comida, palos para hacerse selfies y baterías recargables. “Esto es por el desesperado ese de Trump que quiere echar a todos los mexicanos de EEUU”, dice Adriana Mendoza, que ha venido con sus niños a vender cocacolas y demás en un carro lleno de hielo, “tengo unas tías allá que tienen miedo”.
Dos objetivos claros
La manifestación tiene dos objetivos claros. Uno es protestar contra Trump. Otro es pedir a la Administración del mexicano Peña Nieto que corrija su comportamiento errático frente al abusón al norte de su frontera y tome decisiones precisas frente al nuevo presidente de EEUU. Merece la pena recordar que durante la campaña, México fue objetivo de múltiples ataques y amenazas económicas y sociales. Desde su llegada al poder las está cumpliendo. Entre otras, ha logrado que varias automovilísticas cancelen planes de inversión en México y ha anunciado una renegociación del tratado de libre comercio entre Canadá, México y Estados Unidos, además de firmar la orden ejecutiva para la construcción del muro.
Vestida de soldadera, como las mujeres que lucharon en la Revolución Mexicana, Julia Klug lleva una cabeza ensangrentada del presidente mexicano en una mano. En la otra, un cartel donde cuestiona la unidad nacional que han pedido algunos detrás su presidente. Está roto por un lado y asegura que fueron otros manifestantes, de esos que le “defienden a Peña”. Quitando incidentes aislados, como cuando unos estudiantes de la UNAM han increpado a su rector por no salir a protestar por abusos de las autoridades como los de Nochixtlán o Ayotzinapa, la marcha ha ido bastante tranquila.
“Yo estoy aquí protestando contra Peña Nieto, no por Trump”, asegura esta activista conocida por su lucha por lograr castigos ejemplares a curas pederastas, “Trump quiere poner aranceles a todas las empresas extranjeras, eso es lo que deberíamos hacer nosotros y no dejar que vengan aquí las compañías a tratarnos como si fuéramos un tapete”. ¿Entonces a usted le gusta Trump? “¡No, no, no, no!”, grita mientras se revoluciona sus alrededores por la pregunta, “sólo que yo protesto por lo que ocurre en mi país”.
Pasados pocos minutos después de últimas estrofas de su himno nacional, comenzaron los vivas a México, seguidos de aplausos y más aplausos. Otras consignas como “México unido jamás será vencido”. Los manifestantes fueron poco a poco retirándose mientras los vendedores callejeros seguían tratando de hacer negocio. Entre sus ofertas había pequeñas banderitas mexicanas pintadas de negro, símbolo de desesperanza. Y, por supuesto, también con mensajes contra Donald Trump.