Este domingo los ecuatorianos se enfrentarán por primera vez en una década a una papeleta para elegir a su presidente en la que no aparecerá el rostro de Rafael Correa. Tras diez años en el poder, el llamado a ser heredero del liderazgo de los movimientos de izquierdas en América Latina tras la muerte de Hugo Chávez suelta las riendas tras cumplir sus dos mandatos constitucionales para dejar atrás un legado polarizador.
Para unos, deja un Ecuador que ha avanzado social y económicamente y que es reconocido internacionalmente. Para otros, las políticas asistencialistas impulsadas fueron un mecanismo clientelar para ganar votos apoyadas en unos precios petroleros altos y una situación económica que él no generó, sino que se encontró. Para los primeros, la política de grandes infraestructuras catapultó al país hacia el siglo XXI. Para los segundos, fueron también un pozo de corrupción y de endeudamiento.
Muchos le reprochan no haber ahorrado más durante la época de la bonanza petrolera y de los más de 100 dólares por barril para estos tiempos en los que el precio del oro negro oscila en los 50 dólares y el país espera otro año de decrecimiento del Producto Interior Bruto (PIB). Otros muchos, y él mismo, lo defienden argumentando que las inversiones en los más pobres nunca se han detenido fuera cual fuese la coyuntura económica. La mayoría coincide en que deja un Ecuador diferente.
Paolo Montagatta es Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y afirma que, tras estar en la capital catalana del 2007 al 2015, cuando regresó a Ecuador “sinceramente pude ver un país que está mucho mejor.”
El hoy profesor de la Universidad San Francisco de Quito señala como acierto del Gobierno de Correa la inclusión “de una buena parte de la población excluida en términos políticos y económicos de la sociedad ecuatoriana desde hace siglos”, que, afirma, “explica en cierta medida el gran apoyo que ha tenido Correa a lo largo de su mandato”. Rara vez ha sido el momento en el que el presidente saliente ha bajado del 45% de aprobación.
Algunos ven como punto fuerte el haberle devuelto la estabilidad gubernamental a un país que, hasta su llegada, vio nueve presidentes en 15 años. Esta calma en el palacio presidencial de Carondelet “significó la recuperación para el Estado de la posibilidad de emitir políticas públicas, de hacer planificación y el emprendimiento de obras estratégicas de infraestructura y de políticas públicas importantes”, asegura el profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Andrés Bonilla. “Sobre todo en los seis primeros años” de Correa, agrega.
Sin embargo, este cambio de la geografía ecuatoriana, el mayor acceso a la educación y la sanidad o los avances en reducción de la desigualdad o de la pobreza extrema reconocidos por el Banco Mundial se han visto ensombrecidos por acusaciones de autoritarismo, de atacar libertades como la de prensa -Ecuador ocupa el puesto número 109 en el índice de libertad de prensa de Reporteros Sin Fronteras- o de mala gestión del país a partir de la crisis económica mundial que comenzó hace unos años y que todavía colea.
“El Gobierno de Correa no ha buscado construir lógicas democráticas en el Ecuador. Ha buscado lógicas que iban por el lado de la equidad y del desarrollo, pero la democracia no ha sido el objetivo central. Ni siquiera la democracia participativa, porque lo que hemos tenido más bien ha sido un distanciamiento importante del Gobierno con los movimientos sociales tanto tradicionales como los nuevos”, comenta Bonilla y cita el caso reciente del conflicto entre el presidente y las comunidades indígenas de zonas mineras del país.
“No ha sido un gobierno que viole sistemáticamente los derechos humanos, pero no ha sido un gobierno que profundice las dinámicas de participación y de representación de los sectores sociales”, agrega el también Doctor en Estudios Internacionales por la Universidad de Miami.
Sin duda, la figura del presidente Correa, como la de Dilma Rousseff en Brasil, Cristina Fernández en Argentina o el mismo Hugo Chávez en Venezuela, ha suscitado amores y odios. A pesar de los comentarios en su contra, las encuestas para este domingo pronostican la victoria del binomio formado por los candidatos del oficialista Alianza País (AP), Lenín Moreno, antiguo vicepresidente de Correa, y Jorge Glas, que opta a la reelección como segundo al mando.
Algunas les dan como ganadores este 19 de febrero; otras extienden esa victoria a una segunda vuelta, el 2 de abril, en la que se enfrentarían con la fórmula encabezada por el candidato de derecha Guillermo Lasso, banquero guayaquileño vinculado como ministro a la crisis financiera que vivió el país en 1.999 y que no es la primera vez que busca la presidencia.
DIFICULTADES PARA EL NUEVO PRESIDENTE
El mismo Correa y voceros gubernamentales aseguran cada vez que se les pregunta sobre la situación económica que el país no vive una recesión económica y que dejará un Ecuador en crecimiento. Las cifras del Banco Central del Ecuador (BCE) dicen que 2016 cerró con un decrecimiento del 1,7% del PIB. Las previsiones de un crecimiento para el 2017 de 1,4 % del BCE chocan con el 0,3% de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) o la caída del 2,9% calculada por el Banco Mundial. El terremoto de 7,8 grados que sacudió principalmente el noroeste del país en abril del año pasado tampoco lo pone fácil. Correa cifró “entre 2 ó 3 puntos del PIB” o “alrededor de 3.000 millones de dólares” su costo para la economía nacional.
El nuevo presidente enfrentará “momentos difíciles” porque “Ecuador se encuentra en un momento de recesión, más allá del uso político de la situación económica. Tenemos expectativas muy bajas de crecimiento o de continuar en recesión”, asegura el que también fuera secretario general de la FLACSO para toda América Latina entre 2012 y 2016, Andrés Bonilla.
La dificultad de manejar la situación derivada de la dolarización de la economía ecuatoriana desde principios de siglo o la apreciación de la moneda estadounidense de los últimos meses dificulta la competitividad de los productos ecuatorianos frente a los peruanos o colombianos.
El sociólogo y politólogo por la Universidad Andina Simón Bolívar, Hernán Reyes, es de los que defiende que el país no vive una “situación de crisis económica” y que las cifras de desempleo o deuda “se han manipulado”.
“Es la base para anticipar, si ganan los candidatos neoliberales de derechas, que se puedan tomar medidas de ajuste y para reducir el papel del Estado como dinamizador de la economía y poner en su lugar a las empresas privadas”, defiende. A pesar de ello, comenta que durante la época de bonanza “hubo un crecimiento excesivo del Estado y del gasto público que se podría haber invertido de otra forma”.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos del Ecuador (INEC), el desempleo trepó del 4,8% al 5,2% en el periodo que transcurre entre diciembre 2015 y de 2016.
Para el también Doctor en Estudios de Cultura Latinoamericana el próximo presidente de Ecuador “toma las riendas de un país que va hacia adelante en términos económicos, reinstitucionalizado” y que “tendrá que lidiar” con la “cultura política” de paternalismo de Estado y por las que los ciudadanos consideran que el líder del país “puede hacer todo”.
CAMBIO DE CICLO POLÍTICO DENTRO Y FUERA
Brasil, Argentina, Perú o la grave crisis que atraviesa Venezuela. En los últimos meses varios de los gobiernos de izquierda han ido saliendo del poder en la región. Una situación que no pasa desapercibida y que añade un punto más de interés a las elecciones ecuatorianas donde se puede estar dando, de manera voluntaria o no, carpetazo al apoyo popular a las corrientes simpatizantes del llamado ‘Socialismo del Siglo XXI’ impulsado por Hugo Chávez.
Para Hernán Reyes, la ‘Revolución Ciudadana’, como se conoce al movimiento de Correa en Ecuador, continuará una vez que éste deje la presidencia aunque, dice, de ganar el candidato oficialista Lenín Moreno, habrá cambios. “Pero cambios con continuidad”, matiza.
“La Revolución Ciudadana es un proyecto abierto y una utopía de país que espero que los ecuatorianos podamos mantener. Obviar eso va a ser un retroceso impresionante”, advierte.
Tanto Andrés Bonilla como Paolo Montagatta están de acuerdo en que habrá un cambio de ciclo en el país pero impulsado más por la situación económica que por un cambio en la ideología de los ecuatorianos.
“El ciclo económico ya cambió a partir del año 2013, y explica en el largo plazo lo que está pasando en Sudamérica”, defiende el primero.
Para Montagatta “la gente deja de apoyar a un régimen porque se siente perjudicada en términos económicos. No es que la izquierda ya no funciona. Son cuestiones básicamente de la economía”, manifiesta.
“Esta elección en el Ecuador en realidad es crucial para ver si se puede hablar de un cambio de ciclo en toda Latinoamérica de estos gobiernos de izquierdas en las últimas dos décadas. Pero si se da es más por cuestiones económicas que ideológicas”, defiende.
El 24 de mayo Correa entregará el testigo al presidente número 44 de Ecuador y ha asegurado en repetidas ocasiones que viajará a Bélgica, de donde es su esposa y donde estudió un máster, para retirarse un tiempo y descansar. También que le gustaría dedicarse a la docencia. Sin embargo, pocos creen que Correa vaya a desaparecer de la escena pública ecuatoriana.
Más todavía tras aprobar la Asamblea Nacional de mayoría oficialista a finales de 2015 una enmienda a la Constitución por la cual, a partir del mandato que está por comenzar, un presidente podrá ser reelegido indefinidamente. Muchos presagian un regreso triunfal de Correa para las presidenciales de 2021.
Noticias relacionadas
- Seis meses después del apocalipsis de Ecuador: del padre Mariano al cumpleaños de Javi
- Desde Kirchner hasta Maduro: la constructora que sobornó a Brasil también pagó a sus Gobiernos
- Santos inicia un proceso de paz contrarreloj con la segunda guerrilla de Colombia
- Nicolás Maduro: "Se le reventarán los dientes a Mariano Rajoy si se mete con Venezuela"