Si algo ha repetido el nuevo presidente de Ecuador por el izquierdista movimiento Alianza País (AP) Lenín Boltaire Moreno durante la campaña electoral ha sido la palabra "diálogo".
Moreno, nacido en la ciudad de Nuevo Rocafuerte hace 64 años, ha tratado de distanciarse así del estilo frontal y beligerante del líder de su partido y presidente del país durante una década, Rafael Correa. Al tiempo, con su discurso ha tratado de insuflar un nuevo aire de esperanza a sus compatriotas, hastiados tanto por la lucha dialéctica como por las dificultades económicas por las que pasa el país desde hace meses.
El nuevo presidente quiere aumentar las oportunidades de empleo y que todos los ecuatorianos tengan la oportunidad de acceder a educación superior. Pero se encuentra un país en que la división política y la erosionada economía no facilitan esa mano tendida que ha ofrecido durante los meses de campaña.
Su distancia ideológica con su contendiente, el centroderechista Guillermo Lasso, se vislumbra difícil de acortar y, en lo económico, muchos analistas defienden que Moreno continuará con la política estatista y de subsidios de Correa pero en un contexto económico en el que los bajos precios del petróleo, principal fuente de ingresos del país, se lo pondrá más difícil que al fundador de la Revolución Ciudadana.
Moreno ha repetido que quiere dialogar. Y, aunque no quiera, tendrá que hacerlo muchas veces, ya que la primera vuelta del 19 de febrero dejó un Parlamento en el que AP perdió apoyo y la mayoría de dos tercios que permitió a Correa gobernar sin trabas.
Muchos ven esta situación como beneficiosa para el país, otros como una amenaza para, por ejemplo, los logros en la lucha contra la pobreza y la desigualdad conseguidos en los últimos años.
El correísmo ha sufrido en cierta medida el mismo problema que en chavismo en Venezuela, un liderazgo muy fuerte, reconocido por el mismo Correa, que ha dificultado la elección de un sucesor.
Sin embargo, desde el mismo momento en el que desde AP se comenzó a pensar en el sucesor de Correa, Moreno apareció el primero de la lista. Licenciado en Administración Pública por la Universidad Central de Ecuador, el ya elegido presidente no es ni mucho menos nuevo en el albero político.
La fuerza de la sonrisa
Sus padres, maestros de escuela, escogieron su nombre en honor de Vladimir Lenin, el político y revolucionario ruso que encabezó la URSS. Para cuando llegó a la veintena, los barrios quiteños se incendiaban en medio de las revueltas estudiantiles contra el alza del precio del transporte. Moreno forma parte de la generación izquierdista surgida al albor del triunvirato militar que cerró la década de los ‘70.
Se licenció en Administración Pública en la Universidad Central del Ecuador y, tras una época como docente, entró en el sector del turismo, una de las áreas más fuertes del país andino. Fue parte de la creación de la Cámara de Turismo de Ecuador, una época que le trajo alegrías y tristezas, la más terrible: un asalto en 1998 que lo dejó parapléjico en silla de ruedas.
Moreno estaba en su coche, esperando a que su esposa Rocío González saliera de comprar en un comercio cercano cuando fue asaltado. Un disparo le destrozó la columna. No volvería a andar. Tras la rabia, los dolores y la frustración, los amigos y la familia fueron su pilar más sólido para volver a sonreír.
Lenín Moreno conoció a Rocío hace más de cuatro décadas. Juntos tienen tres hijas: Irina, Cristina y Carina. En repetidas ocasiones, Moreno ha insistido en dejar a su familia al margen de la vida política.
La lesión medular no le amilanó. Escribió varios libros sobre la lucha contra la frustración a través del humor. Esto se ha visto en sus mítines de campaña, en los que, por ejemplo, ha dado rienda suelta a su pasión por el cante en general y a Joan Manuel Serrat en particular.
El gran salto a la política vino en 2006, cuando Correa lo llamó para ser su segundo al frente de la vicepresidencia, cargo que desempeñó tras ganar AP esas elecciones entre 2007 y 2013 y en el que impulsó estrategias de atención a personas con discapacidad que fueron copiadas en varios países de la zona como Chile, Colombia o Perú.
Finalizado su periodo como lugarteniente de Correa, puso rumbo a las Naciones Unidas, donde fue escogido por el entonces secretario general, Ban Ki Moon, como Enviado Especial sobre Discapacidad y Accesibilidad, cargo que dejó tras ser elegido por AP como candidato a la presidencia de Ecuador.
Un currículum extenso y con cargos de responsabilidad que tendrá que luchar con las dificultades económicas y la larga sombra que Rafael Correa ha dejado sobre Ecuador.