La crisis que afronta Venezuela puede ser vista desde afuera como un enfrentamiento entre el Gobierno de Nicolás Maduro y la Asamblea Nacional (AN), órgano legislativo que tras las elecciones parlamentarias de 2015 es liderado por la oposición. Una clásica disputa entre quienes detentan el poder y quienes aspiran a alcanzarlo.
Pero el enfrentamiento en el país suramericano, que este domingo 30 de julio celebra una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), se ha tornado más complejo. Tras la convocatoria oficialista de la ANA se ha hecho visible un nuevo bloque en de la política local: el chavismo crítico. Una división a lo interno de la corriente que está en el poder desde 1999.
El quiebre del Partido Socialista Unido de Venezuela no es nuevo. Se viene gestando poco a poco, pero la amenaza de un cambio de Constitución ha hecho pública y notoria esa fractura.
En el imaginario colectivo venezolano la Constitución de 1999 está estrechamente vinculada a Hugo Chávez, padre de la “revolución bolivariana”. De hecho, su oferta electoral en 1998, año en el que por primera vez optó a la presidencia, se centró en la necesidad de redactar una nuevo texto constitucional que derogara al de 1961.
Para cumplir ese objetivo, el recién electo Chávez llamó a una consulta popular en la que los ciudadanos decidieron que se aprobara la instalación de una ANC y el producto de esa asamblea pasó por otra votación, en la que los venezolanos aprobaron la promulgación de la nueva Constitución.
En contraparte, Maduro no ha consultado a la sociedad venezolana si desea o no que se redacte una Carta Magna que sustituya a la de 1999, sino que ha impuesto la ANC y ha convocado a la elección discrecional de los constituyentistas.
Un acto que contradice los motivos que el 4 de febrero de 1992 (4F) llevaron a Hugo Chávez, junto a un grupo de jóvenes militares, a dar un fallido golpe de Estado que a la postre sería el inicio de su ascenso al poder en 1998, en esa oportunidad por la vía democrática. Así lo destaca Clíver Alcalá Cordones, mayor general retirado del Ejército, quien acompañó a Chávez durante la insurrección militar y que ahora, 25 años después, integra las filas del chavismo crítico.
“Los momentos del 4F fueron momentos de sueños por un país distinto. Incluso, un sueño fue ese proceso constituyente que se dio en Venezuela en 1999 y que originó una Constitución votada por todos los venezolanos que hoy Nicolás Maduro pretende abolir por una iniciativa personal, sin consultarle al pueblo”, sentencia.
Y es que en incontables ocasiones, el expresidente Chávez catalogó a la Constitución vigente como “la niña de sus ojos”. Era una constante que en cada discurso presidencial, ante las cámaras de televisión, empuñara una versión de bolsillo de la Carta Magna. “Esta es la mejor constitución del mundo”. Y tampoco se cansó de repetir una frase: “Dentro de la Constitución, todo; fuera de ella, nada”.
Sin embargo, los días de esa niña, que este año debería llegar a la mayoría de edad, están contados.
Frente a esa realidad, la voz más fuerte que existe dentro del chavismo disidente, es la de la fiscal general de la República, Luisa Ortega Díaz, que en el mes de mayo difundió una carta en la que manifestó que la Constitución de 1999 “es inmejorable, además de ser el mayor legado de el presidente Hugo Chávez”. Fue así como el madurismo y el chavismo crítico se declararon la guerra.
Maduro no es Chávez
En la última alocución que dirigió Hugo Chávez a los venezolanos, el 8 de diciembre de 2012, le pidió a sus seguidores que votaran por Maduro. Luego de su fallecimiento el 5 de marzo de 2013, eso ocurrió.
Pese a que Henrique Capriles, candidato presidencial de la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), denunció que la victoria de su contrincante en los comicios de abril de 2013 fue fraudulenta, Nicolás Maduro fue investido como presidente de la República.
Una de las estrategias que empleó la MUD en esa campaña electoral, fue remarcar la siguiente frase: “Maduro no es Chávez”. El discurso opositor se enfocaba en que una cosa era el chavismo y otra, muy distinta, era el madurismo.
Sin embargo, para el oficialismo, la tarea estaba hecha. El último mandato del “líder supremo” se cumplió. Por su parte, el nuevo jefe de Estado se autoproclamaba como “hijo de Chávez”. Los vínculos filiales duraron poco. En corto tiempo el chavismo se agrietó.
Entre 2013 y 2017, el planeta giró tanto que militares, políticos, exfuncionarios, intelectuales y simpatizantes que otrora fueron parte del Gobierno de Hugo Chávez delimitaron a las dos corrientes: madurismo y chavismo. Esa diferenciación no nació de la oposición, sino del seno de la propia “revolución”.
El error de Chávez
Una de las primeras personas en desmarcarse de la administración de Nicolás Maduro fue Héctor Navarro. Conocido como “el profesor Navarro”, este catedrático de la Universidad Central de Venezuela en el área de ingeniería eléctrica fue parte del primer gabinete designado por Chávez en 1999, al gestionar el despacho de Educación, Cultura y Deportes.
“Muchas veces Hugo Chávez rectificó errores (...) Pero el error más grande fue obligarnos a votar por Nicolás Maduro”
En 2014 redactó una carta en solidaridad con Jorge Giordani, otro miembro de ese primer gabinete. Giordani denunció el mal manejo del gasto público, la corrupción, la falta de liderazgo de Maduro y las malas decisiones en materia cambiaria de su administración. Conocido como “el ministro de Chávez” por ser la persona que más años se mantuvo en ese cargo al lado del exmandatario, entró en desgracia ante el madurismo. Por eso la misiva de apoyo a su excompañero significó la expulsión de Navarro del partido de gobierno (PSUV), aún cuando era parte de su directiva. A la par, fue execrado de cualquier cargo público.
Navarro, en esa carta, advertía que en las filas del PSUV la disidencia era perseguida. Tiempo después, en mayo de este año, declaró: “Muchas veces Hugo Chávez rectificó errores (...) Pero el error más grande fue obligarnos a votar por Nicolás Maduro”.
“La única garantía de paz que tiene el pueblo de Venezuela es el respeto a la Constitución. En 1999 el pueblo fue consultado si quería cambiar la Constitución y después aprobó una nueva. Quienes en el pasado se oponían a esa Constitución, hoy la apoyan. En cambio, quienes están en el Gobierno, hoy no la quieren. Están de espaldas al pueblo. Eso va en contra del chavismo originario”, advierte Navarro hoy.
Alergia a las elecciones democráticas
Héctor Navarro menciona el concepto de “chavismo originario”. Una categoría que se agrega a la de chavismo crítico como se le conoce regularmente a esa corriente política que adversa a Nicolás Maduro. Pese a ello, cada vez se le agregan nuevos apellidos: disidente y demócrata, por ejemplo.
A juicio de Gabriela Ramírez, exdiputada por el movimiento Clase Media en Positivo, exdefensora del Pueblo (2007-2014) y asesora de la consultoría jurídica del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) hasta hace unos meses, esos calificativos son correctos.
“Somos chavismo originario, porque las bases que llegan al poder se gestan a través de la consulta popular. Chávez no se hizo del poder por el golpe de Estado de 1992, sino por elecciones y se relegitimó tres veces por esa vía. Por eso somos chavismo democrático. Y somos críticos a lo que se ha desviado”, explica.
Describe como parte de esas desviaciones que el Gobierno revise todas las nóminas de los trabajadores públicos para obligarlos a votar por la ANC. “A esos trabajadores se le está obligando a votar. Es una forma represiva de conminar al voto. El voto en Venezuela es un derecho, no una obligación”, cuestiona.
Pero el mayor desvío es la alergia que ha demostrado Maduro a elecciones democráticas. Ramírez rememora que Chávez, en 2004, se midió en un Referéndum Revocatorio (RR), mientras que en 2016, Nicolás Maduro, con ayuda del Tribunal Supremo de Justicia y el Consejo Nacional Electoral, poderes no independientes y que obedecen la línea gubernamental, obstaculizó por cualquier vía que la oposición logrará convocar a un RR.
Lo paradójico es que la consulta popular o plebiscito que llevó a cabo el bloque opositor la semana pasada en contra de la Constituyente, fue legitimada por 7,7 millones de venezolanos. Una cantidad de votos que superó los 7,5 millones que obtuvo Maduro en 2013 y que hubiesen significado la revocatoria de su mandato.
Pero la negación a eventos electorales es sistemática. Todo el chavismo crítico coincide en que las elecciones a gobernadores se tienen que realizar ya, pues constitucionalmente estaban pautadas para el año 2016.
Rechazan la postura del Gobierno que sostiene que no se realizaron esas votaciones, porque el Consejo Nacional Electoral estaba dedicado al revocatorio que activó la MUD el año pasado. Y el chavismo disidente va un paso más allá: en 2017 se deben elegir a los alcaldes de todos los municipios del país. No comprenden cómo ante tantos eventos democráticos pendientes, el presidente Maduro convoca una Constituyente.
Represión y violencia
Ante un escenario de polarización, crispación social y escalada de la violencia en rechazo a Nicolás Maduro junto a su propuesta constituyente, la respuesta del Jefe de Estado ha sido reprimir a la población a través de la Policía Nacional Bolivariana y la Guardia Nacional, uno de los cuatro componentes militares.
En las calles venezolanas ya han muerto más de 100 personas, se contabilizan miles de heridos, más de 4.400 detenciones y cientos de ellas se tratan de actos violatorios de la ley, en los que civiles son procesado y enjuiciados por tribunales militares.
Condenamos la represión estatal desmedida, no diferenciada ni proporcionada, de tipo letal contra las protestas pacíficas del pueblo
Al respecto, Gonzalo Gómez, uno de los mayores críticos del actual mandatario de Venezuela, no duda en desaprobar la represión por parte del Estado. Él es miembro del movimiento Marea Socialista, integrante del chavismo crítico y fundador de un foro en internet llamado Aporrea, conocido como el primer espacio de debate de los chavistas en la red.
“Exigimos pleno respeto a los derechos humanos y democráticos. Condenamos la represión estatal desmedida, no diferenciada ni proporcionada, de tipo letal contra las protestas pacíficas del pueblo, así como toda violencia política o social, particularmente la violencia de grupos foquistas, fascistas o de tipo paramilitar de cualquier signo político”. Así lo dejó saber Gómez a través de la lectura de un fragmento del primer comunicado efectuado por el chavismo crítico.
Un comunicado que fue presentado en una rueda de prensa que debió ser suspendida intempestivamente. Frente a la entrada principal del hotel en el que discurría el encuentro, se improvisó un acto político a favor de la Constituyente. Desde afuera salían los gritos amenazantes que etiquetaban de “traidores” a los disidentes y los seguidores de Maduro golpeaban las puertas del recinto. El lugar fue asediado por el otro chavismo, el que está en el poder y que ahora se conoce como madurismo.
Una tercera vía, también enfrentada a la MUD
Al hablar de un posible diálogo entre la oposición y el Gobierno para resolver la crisis política, económica y social en Venezuela, Gabriela Ramírez está convencida de que el chavismo crítico debe tener una silla. “Nosotros no estamos en ninguno de los dos polos y tenemos una defensa muy firme de la Constitución”, espeta la exfuncionaria.
Clíver Alcalá, militar retirado, cree que quien está más “desesperado” por que se dé una conversación que baje los niveles de tensión es el Gobierno. Destaca que el actual apuro económico del país, exacerbado por las amenazas de sanciones comerciales y energéticas anunciadas por Donald Trump, son un factor que presiona más al Poder Ejecutivo venezolano. Alcalá tiene claro que para Maduro la Constitución es una “camisa de fuerza” y por eso pretende cambiarla a su antojo.
Tenemos que restaurar la fe en el pueblo. Elija mal o elija bien, el pueblo siempre tiene la razón
El exministro de Chávez, Héctor Navarro, afirma que está de acuerdo con que se le consulte al pueblo, como lo hizo la MUD con el plebiscito del 16 de julio. En ese evento más de siete millones de venezolanos rechazaron la Constituyente en un acto de rebeldía ciudadana. Pero Navarro cree que la Mesa de la Unidad se excedió al agregar dos preguntas en esa consulta que irrespetan la Constitución. Una referente a la instalación de un gobierno paralelo y la otra que exige la subordinación de la Fuerza Armada al Parlamento. “Eso nos conduce directamente a una confrontación. Esa no es la vía”.
Por eso entre los dos sectores que definen la polarización política de Venezuela —la MUD y el PSUV—, el chavismo crítico emerge y puja por ser una tercera fuerza.
Algo que no esconde Gabriela Ramírez: “¿En qué estamos nosotros en esa tercería? Proponemos restituir la vigencia de la Constitución. Vamos a las elecciones de gobernadores, que están en mora, y en diciembre vamos a las de alcaldes. Y cuando toquen las del presidente, hagámoslas. Restauremos el cronograma electoral. Vamos a respetar la vocería del pueblo. Tenemos que restaurar la fe en el pueblo. Elija mal o elija bien, el pueblo siempre tiene la razón”.