50 años sin Martin Luther King: más pobres, peor pagados y con una Casa Blanca racista
- Estados Unidos no ha logrado la igualdad real que predicaba el padre de los derechos civiles.
Ha pasado medio siglo desde el asesinato de Martin Luther King Jr. En este tiempo la situación de la población afroamericana en los Estados Unidos ha mejorado sustancialmente, aunque aún sigue lejos ese ideal con el que soñaban los miles de manifestantes que acompañaron a King durante su épico discurso de agosto de 1963 frente al monumento a Lincoln. En estas cinco décadas se han producido logros indiscutibles, siendo quizá el mayor de ellos la llegada de Obama al Despacho Oval. Sin embargo, más allá de lo simbólico, el sueño de esa igualdad real presenta todavía muchas sombras y está lejos de darse por cumplido.
La discriminación racial sigue existiendo en muchos aspectos de este país, y no de forma disimulada o remota como podría pensarse. Washington es buen ejemplo de esta regresión. La victoria de Donald Trump y su tibieza a la hora de condenar la reaparición de grupos supremacistas en el último año no ha ayudado a cambiar las cosas. Pero no hace falta fijarse en estas organizaciones de extrema derecha para darse de bruces con el racismo institucional que todavía campa a sus anchas en la capital americana.
Sin irnos demasiado atrás en el tiempo, la última controversia de la administración republicana evidencia en qué momento está actualmente EEUU en la defensa de los derechos de los afroamericanos. La polémica la ha causado una fotografía oficial publicada por la Casa Blanca con la nueva promoción de becarios, nada menos que 91 jóvenes posando sonrientes junto al presidente. Hasta aquí todo normal. El problema de la instantánea es que 89 de los 91 escogidos son blancos, una anomalía teniendo en cuenta que un 40% de la población nacional es de color.
No obstante, querer culpar a Trump de la situación de discriminación de los negros en este país sería simplista y no se ajustaría a una tozuda realidad que, a base de datos y estudios, demuestra que la falta de equidad racial viene de largo y está cimentada en la historia fundacional de esta nación. De hecho, incluso durante la presidencia de Obama se vivieron algunos de los episodios de mayor tensión racial en el país, a cuenta de los arrestos y tiroteos de ciudadanos negros a manos de la Policía.
Antes de reparar en lo negativo, conviene reconocer los avances. Un reciente informe del Economic Policy Institute, que analiza el estado de los afroamericanos desde 1968, destaca mejoras en la educación. En 1968, poco más de la mitad de los negros superaba la secundaria, mientras que hoy son más del 92%. Las tasas de graduación universitaria todavía están considerablemente por detrás de los registros de los ciudadanos blancos -la mitad-, a pesar de que ahora los afroamericanos tienen el doble de probabilidades de obtener un título superior.
En cuanto a las tasas de propiedad de vivienda, la situación no ha cambiado, manteniéndose en los últimos 50 años alrededor del 41% para este colectivo. No obstante, en las grandes ciudades es la población de color la más afectada por procesos de gentrificación, como ocurre en Washington o Nueva York, donde los nuevos complejos de apartamentos están expulsando a la población autóctona de barrios tradicionalmente de mayoría negra.
Laboralmente la cosa no está mejor que hace 50 años, según este informe. El desempleo afroamericano en 1968 era del 6,7%, mientras que en 2017 subió al 7,5%. Además, el trabajador negro gana de media 82 centavos por cada dólar que obtiene un blanco, cuya tasa de paro además no sube del 3,4%.
Más negros en prisión
Pero sin duda, la desigualdad más alarmante en el estudio se refiere a las tasas de encarcelamiento de los afroamericanos. De 1968 a 2016, la proporción de negros entre rejas se triplicó. Sobre esta realidad se han publicado numerosos análisis, que apuntan a que detrás de esta situación está también la falta de recursos a la hora de afrontar una defensa legal. La pobreza suele ser siempre la otra cara de la discriminación.
Volvamos a la capital. En Washington DC, coincidiendo con el cherry blossom -el florecer de los cerezos-, estos días se recibe la mayor afluencia de turistas de todo el año. Uno de los monumentos más visitados junto al de Lincoln o el de Jefferson es el Memorial a King, al oeste del Parque Potomac, junto al National Mall. Allí, cientos de curiosos aguardan para hacerse una fotografía junto a la escultura de granito blanco que conmemora el imborrable discurso de I have a dream.
Pero ese sueño grabado en piedra en Washington no ha llegado a todos en EEUU. A pocos kilómetros del bullicio de turistas, en los bajos del puente de la intersección entre la calle H y las vías férreas de Union Station, se multiplican las tiendas de campaña aprovechando el clima primaveral. Son los sintecho que ya forman parte del paisaje urbano de las capitales norteamericanas. Aquí no hacen falta informes, sólo los ojos, para constatar que son mayoritariamente negros, quizá en la misma proporción que becarios blancos hay en la Casa Blanca.
“Hay racismo en todo. ¿Ves algún blanco aquí? Pues ahí está tu respuesta”, explica a EL ESPAÑOL uno de estos homeless. No es fácil conversar con algunos de ellos. Hay muchos que padecen enfermedades mentales no diagnosticadas ni tratadas por falta de cobertura sanitaria, por lo que tampoco es extraño verlos gritando en medio de una calle o deambulando sin rumbo. En esto, el color también importa.
Maurice Hobson es profesor de historia en la Universidad Estatal de Georgia y autor de un nuevo libro titulado La Leyenda de la Meca Negra: Política, clase en la fabricación de la Atlanta moderna. “Una persona negra necesitaría vivir 230 años para ponerse al día con la riqueza generacional de una persona blanca y no estamos hablando de personas adineradas. Estamos hablando de lo que consideramos normal”.
La desigualdad económica sigue siendo una constante desde los años de lucha de King, que además del racismo combatió la pobreza. Aunque en ese campo la batalla no ha avanzado demasiado, sí se han conseguido otros logros como la Ley de derechos civiles de 1964, la Ley de derechos electorales de 1965 y la Ley de equidad de vivienda de 1968. Pero estas victorias fueron sólo el principio de la contienda.
“Algunas personas malinterpretaron ese momento”, afirma Henry L. Taylor Jr., director del Centro de Estudios Urbanos de la Universidad de Buffalo, para quien aquellos avances fueron sólo el principio de la lucha, como evidencian los datos.
En esta ocasión, nos fijaremos en los informes que constatan la desigualdad. Según las estimaciones más recientes de la Oficina del Censo, el ingreso familiar promedio para los blancos en los EEUU es de 57.407 dólares, en comparación con los 35.695 de los negros. Además, mientras que el 8,8% de las familias blancas viven en la pobreza, alrededor de tres veces más familias negras, el 23,1%, son pobres.
Nuevas generaciones, a peor
Lo peor es que no parece que la situación vaya a enderezarse para la población afroamericana en las siguientes generaciones. Un estudio reciente de Stanford-Harvard-Census Bureau apunta que los niños negros tienen peores resultados económicos que los blancos, incluso cuando crecen en familias acomodadas y en los mismos vecindarios.
El estudio “debería servir como una llamada de atención a las personas negras que pensaban que la lucha había terminado”, apunta Taylor estos días en un diario de Buffalo.
Y los datos le dan la razón. Medio siglo después del asesinato de King y un año después de la salida del primer presidente negro del país, EEUU sigue considerándose una nación con problemas raciales, según una encuesta publicada a finales de febrero por The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research, que indica además que la mitad de los norteamericanos creen que su actual comandante en jefe es racista y que, en cualquier caso, muestran una gran división en cuestiones raciales.
La mayor evidencia es la doble vara de medir. Como mejor ejemplo, la Casa Blanca. ¿Qué habrían dicho muchos estadounidenses de Obama si hubiera estado involucrado en la mitad de escándalos sexuales o si hubiera pronunciado la mitad de las declaraciones contrastadamente falsas que el actual presidente? Tampoco hacen falta estudios para intuirlo.