45 años de la masacre del Upstairs Lounge, cuando EEUU se tomaba a risa quemar vivos a 32 gais
Iglesias y funerarias se negaron a celebrar misas o entierros, las autoridades ignoraron el suceso y aún quedan víctimas sin identificar.
28 junio, 2018 04:26La celebración del Orgullo Gay o LGTBI, como se lo conoce en los últimos años, está estrechamente conectada con Estados Unidos. El 28 de junio conmemora los disturbios del club Stonewall, unas protestas callejeras que se produjeron en Nueva York en 1969 tras una redada policial en aquel local de ambiente de Greenwich Village. Pero existe otro episodio negro menos conocido en la historia de la comunidad homosexual norteamericana del que ahora se cumplen 45 años y que marcó a toda una generación de estadounidenses en el armario, el incendio del UpStairs Lounge de Nueva Orleans, un fuego provocado y aún sin resolver que dejó 32 muertos, de los que todavía tres siguen sin identificar.
Las causas de aquel suceso siguen sin estar claras, ya que la policía de la época no puso excesivo interés por resolver aquel ataque. Pero la trascendencia de lo ocurrido va más allá de la treintena de fallecidos. Lo que siguió a las llamas fue un martirio tan devastador que aún hoy sigue sin cicatrizar. Homofobia, chistes, desdén y silencio, un silencio que se ha prolongado durante décadas hasta que Nueva Orleans y EEUU poco a poco ha vuelto a mirar hacia las cenizas de aquellos hechos para tratar de hacer justicia con la memoria de las víctimas.
"La gente decía todo tipo de cosas terribles. 'Dejad que los gusanos se quemen', o algo así como 'Oh, sus vestidos van a arder. Nada importante’. Se dijeron demasiadas cosas”, lamenta Ricky Everett, uno de los supervivientes de la tragedia.
El UpStairs Lounge era un bar gay en Nueva Orleans situado en el barrio francés. Aquel 24 de junio de 1973 se congregaron allí unas 60 personas, muchas de ellas asistiendo a una reunión de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana, un grupo religioso fundado en Los Ángeles años antes para el colectivo LGBT. Este local, situado en la planta alta del edificio, era uno de los pocos sitios donde este culto podía organizar sus actos con la discreción necesaria en aquella época.
Todo sucedió muy rápido. El fuego comenzó en la escalera, atrapando a las personas en que se encontraban en el segundo piso.
“Pasó de repente. Las llamas se dispararon directamente a lo largo de toda la barra y, al momento, todo estaba envuelto en fuego”, recuerda Everett.
El bar se convirtió en un infierno. El calor hizo que las alfombras se levantaran del suelo. Según el New Orleans Times-Picayune, los clientes trataron de huir por las ventanas, pero no pudieron porque había rejas instaladas. Después se supo que las barras se soltaban tirando de ellas hacia adentro, pero en aquel momento de pánico nadie acertó a probarlo.
La única vía de escape del club era una puerta trasera que daba a una escalera de seguridad. Buddy Rasmussen, camarero y gerente del local, logró huir ayudando a algunos de los asistentes. Cuando vio la humareda, dio un salto sobre el mostrador y pidió a varias personas que lo siguieran. Uno de ellos fue Everett. “Me arrastró del brazo, porque yo no podía moverme. Estaba allí pensando que aquello no podía estar pasando”.
Pero ocurrió. Y a pesar de la gravedad y del número de muertos, esta masacre permaneció por décadas olvidada. Sólo en los últimos años ha comenzado a documentarse lo ocurrido y a recuperarse las historias de las víctimas.
Este año, coincidiendo con el 45 aniversario, Jim Downs, autor de Stand by Me: The Forgotten History of Gay Liberation, ha publicado un artículo en Slate aportando nuevas evidencias sobre lo ocurrido aquella noche y desvelando que tras el fuego, los supervivientes acusaron a las autoridades de no haber actuado diligentemente.
“Inmediatamente después del incendio, los miembros de la comunidad homosexual acusaron al Departamento de Bomberos de no responder de inmediato y de negarse a tocar los cuerpos de muchas de las víctimas. Dado que los informes más completos sobre el ataque provienen de las oficinas de la policía y los bomberos, hay pocas pruebas empíricas que corroboren estas acusaciones”.
Quizá, la evidencia que prendió aquella teoría fue una foto publicada por el New Orleans Times-Picayune, en la que se veía el cadáver de un hombre abrasado y sobresaliendo de una ventana, al que nadie ayudó a salir. Era el reverendo William Larson, que había dirigido a la congregación gay de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana antes del ataque.
Al margen del debate sobre la actuación de los bomberos, lo que está claro es que nadie fue acusado formalmente de aquella matanza provocada. Y a pesar de que fue -y sigue siendo- el incendio más mortífero en la historia de la ciudad, ni el alcalde ni el gobernador hablaron de lo ocurrido en aquel momento.
Despedido por gay antes de morir
Quien sí contó lo ocurrido fue el reverendo Troy Perry, fundador de la iglesia que se reunía en el UpStairs, que viajó a Nueva Orleans tras conocer el suceso. Lo que se encontró allí lo hundió. Dejó su testimonio registrado en el archivo StoryCorps, una organización que recoge y preserva en la Biblioteca del Congreso las historias de los estadounidenses que quieren compartir sus experiencias con las generaciones futuras.
“Recuerdo yendo a los hospitales. Uno de los heridos era maestro de escuela. Estaba muy quemado. Me dijo que la junta escolar de su colegio le acaba de llamar para decirle que le despidieron de su trabajo”.
El docente recibió aquella llamada mientras estaba en la unidad de quemados. Su centro se había enterado que estaba entre las víctimas y, por lo tanto, entre los homosexuales que se reunían en aquel bar. “Se volvió hacia mí y me preguntó si podía ayudarlo a encontrar un nuevo trabajo. Le dije que por supuesto, que no se preocupara, aunque estaba tan quemado que no podía imaginar que sobreviviera. Al día siguiente murió”, recuerda el reverendo.
Perry trató de organizar los funerales para los fallecidos. Llamó a las iglesias locales, pero o bien le colgaban o directamente se reían de él, hasta que dio con un pastor metodista que consintió abrir las puertas de su templo para una ceremonia.
A pesar del miedo que existía entonces de ser identificado como gay, la iglesia se llenó. Para evitar que la prensa captara la imagen de los asistentes, el pastor les ofreció salir por la puerta de atrás al terminar el acto religioso. Ser visto allí podía suponer perder el trabajo o que tu familia te diera la espalda. “Pero nadie se fue por la puerta trasera”, destaca Perry. “Ese es el legado”.
Encontrado tras 40 años con Google
No sólo las iglesias cerraron sus puertas a las víctimas. “Las funerarias se negaron a enterrar los cuerpos de los hombres homosexuales, e incluso los familias que se negaron a enterrar a sus hijos u organizar sepelios para ellos”, recuerda Jim Downs.
Eso precisamente ocurrió con Ferris Jerome LeBlanc, cuyo cuerpo fue enterrado sin que nadie lo reclamara en Nueva Orleans. Pero en este caso, el motivo no es que sus familiares se avergonzaran de lo ocurrido, sino que nunca supieron que estuvo en aquel club.
Los Leblanc residían en California. Allí denunciaron a principio de los 70 la desaparición de Ferris, sin que la policía pudiera averiguar nunca qué ocurrió con él. Décadas después, en 2015, los familiares buscaron en Google su nombre y encontraron en una de las historias que los medios norteamericanos empezaban a airear sobre la tragedia del Upstairs Lounge.
Este pasado domingo 24 de junio, su hermana, Marilyn LeBlanc finalmente pudo asistir a sus 88 años a un acto en memoria de Ferris y de las otras víctimas en el monumento conmemorativo levantado en Nueva Orleans.
“No tengo palabras”, dijo a la prensa local Marilyn, que acudió desde California junto a su hijo Skip, su esposa y otros 200 asistentes. “Nunca nos dijeron que Ferris murió. Todos asumieron que no reclamamos su cuerpo porque estábamos avergonzados, pero eso no es verdad. Lo hubiéramos hecho, pero simplemente no lo sabíamos”.
Los restos de este veterano que luchó en la Segunda Guerra Mundial fueron enterrados en un cementerio de Nueva Orleans sin una lápida identificativa ni registro alguno. La familia Leblanc sigue aún buscando la tumba para llevarse a Ferris de vuelta a California.
Hoy todavía quedan tres víctimas sin identificar. Aquel proceso no fue sencillo por el estado en que quedaron los cadáveres y porque algunos llevaban un carné falso para evitar ser reconocidos en caso de que la policía llevara a cabo una redada, algo nada extraño en la época.
La homosexuaidad en EEUU durante los años 70 se consideraba un trastorno y un peligro para la sociedad. La policía atacaba locales de ambiente frecuentemente y los gais estaban perseguidos también laboralmente. Sin embargo, tras el incendio de Nueva Orleans se traspasaron muchos límites. La respuesta de la sociedad y las autoridades fue cruel. Los chistes en los medios de comunicación llegaron a comparar a las víctimas con las moscas de la fruta muertas en el fondo de un tarro.
Como hemos mencionado anteriormente, no hubo detenidos ni acusados, aunque sí un sospechoso, Roger Núñez, un gay que había sido expulsado del bar con anterioridad. Nunca se le llegó a detener ni a imputar formalmente, aunque la investigación de la policía no fue demasiado expeditiva. Núñez se suicidó en 1974.
La mayor matanza hasta 2016
El incendio del UpStairs fue la mayor matanza perpetrada contra la comunidad homosexual en EEUU hasta que en 2016 se produjo el tiroteo el la discoteca gay Pulse en Orlando, dejando 49 muertos. La reacción social ante este ataque fue muy diferente a lo ocurrido en 1973. No en vano, la homosexualidad está ya mayoritariamente aceptada y asumida en este país, donde desde junio de 2015 el matrimonio entre personas del mismo sexo es legal en todos los estados. Pero no todo está ganado para este colectivo.
El presidente Donald Trump se ha negado por segundo año consecutivo a declarar junio como el mes del Orgullo LGBT, rompiendo -como ya hizo George Bush- con una tradición que inició Bill Clinton y continuó Barack Obama. A cambio, prefirió conmemorar la herencia caribeña, la música afroamericana, la propiedad de vivienda, el aire libre y los océanos.
La matanza del UpStairs Lounge supuso un aldabonazo para la comunidad LGTB de aquella ciudad, que comenzó a dar la cara y a recorrer, junto al resto de EEUU, un largo camino hacia la igualdad real, cuyo primer logro llegó aquel mismo año. En diciembre de 1973 la Asociación Americana de Psiquiatría declaró que la homosexualidad no era un trastorno mental. Los chistes sobre los 32 fallecidos tardaron más en desaparecer.