Lecciones chilenas de Memoria Histórica
- A 45 años del golpe de Pinochet, Chile ha sabido convertir la Memoria Histórica en la mejor forma de convivir con su doloroso pasado.
- El futuro del Valle de los Caídos: Auschwitz.
- Así borra Alemania la Memoria de Hitler.
“Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro” se puede leer en una pancarta roja y blanca colgada en el umbral de la puerta 8 del Estadio Nacional de Santiago de Chile. Por ese mismo pasillo transitaban hace 45 años centenares de prisioneros de la dictadura de Augusto Pinochet. Salían para sentir un poco la luz solar y regresaban sobre sus pasos para ser torturados, asesinados o derivados a otro centro de detención.
El 11 de septiembre de 1973 Chile cambió de golpe. La insurrección militar se llevó por delante al presidente Salvador Allende y a su empeño por llevar al país latinoamericano del capitalismo al socialismo a la chilena. Siguieron 17 años de dictadura militar en los que la persecución y la represión a los opositores fue sistemática.
Las cifras oficiales de los años más oscuros de Chile ascienden a 40.000 víctimas directas entre torturados, asesinados y desaparecidos. Un dato acreditado y actualizado por los trabajos de tres comisiones nacionales de la verdad y la reconciliación: el informe Rettig nada más terminar la dictadura en 1990 y la comisión Valech que en 2003 y 2011 presentó sendos informes que venían a suplir las carencias del primero y que se centraron en las personas que sufrieron privación de libertad y torturas por razones políticas.
No fueron sólo números. Los esfuerzos de estos organismos impulsados por Gobiernos de distintos colores políticos pusieron nombres y apellidos a los represaliados, dieron paso a compensaciones económicas para los supervivientes y documentaron con rigor histórico la crueldad sin límites de los métodos de tortura y exterminio que ejecutó la dictadura de Pinochet.
Quizás siguiendo los ecos del último discurso de Allende -”Mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral”- Chile ha sabido hacer de las políticas de Memoria Histórica la mejor forma de convivir con su doloroso pasado. “Los estados están en la obligación de custodiar el patrimonio de la Memoria Histórica. Es también un derecho irrenunciable para la ciudadanía, un derecho que no expira”, explica en conversación telefónica Francisco Estévez, director del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de Chile.
El museo, creado en 2010 a instancias de Michelle Bachelet, es quizá el epicentro de esta política institucional contra el olvido y representa un instrumento de reparación simbólica de las víctimas. “Los informes de las comisiones de la verdad son los cimientos de este museo y le dan vida. Es una expresión de nuestro compromiso para hacer Justicia y evitar la impunidad”, resume Estévez sobre la misión de este centro.
Para Mario Amorós, historiador especializado en Chile, este museo es “la mejor vacuna contra el olvido o trivialización de la dictadura” y “todo un acierto” en materia de pedagogía histórica: “Cada año lo visitan miles de niños chilenos y aprenden que un Gobierno democrático como el de Salvador Allende fue derrocado por un golpe que instauró una dictadura criminal”. ¿Sería posible algo así en España tal y como parece tener en mente Pedro Sánchez? “Lo dudo... y la duda duele. Antes, es imprescindible retirar los restos de Franco y José Antonio Primo de Rivera del siniestro mausoleo de Cuelgamuros”, defiende.
Junto al Museo de la Memoria de Santiago, Chile lleva años de ventaja a España en lo que a resignificación de los lugares en los que se cometieron violaciones contra los Derechos Humanos se refiere. Villa Grimaldi, antiguo cuartel de Terranova, fue uno de los primeros vestigios de la dictadura en ser reconvertido. Lo que hoy es un parque por la paz fue durante los primeros años del régimen militar de Pinochet un centro de detención, tortura y exterminio. Espacios como el Estadio Nacional -en su día el mayor campo de concentración improvisado de la dictadura- o el edificio de la calle Londres 38 -una de las comisarías clandestinas de la policía política- han experimentado un proceso de reconversión similar.
¿Está nuestro país a tiempo de seguir el ejemplo de Chile? Para Amorós, España “puede aprender que con el respeto a la Memoria Democrática y el fin de la impunidad se construye un país mejor, más justo y también más preparado para evitar que los crímenes del franquismo o del pinochetismo puedan repetirse”.
La Memoria Histórica es un derecho irrenunciable de la ciudadanía, un derecho que no expira
El historiador pone en valor la garantía que supuso para Chile la creación de la Comisión de la Verdad en 1990. “Es el Estado quien admite, reconoce y pide perdón por la represión. Recordemos que participaron esencialmente juristas chilenos muy destacados, pero también el historiador conservador Gonzalo Vial, quien apoyó el golpe en 1973 y fue ministro con Pinochet en el 1978”.
Amorós alberga dudas sobre la intención del Gobierno del PSOE de crear una Comisión de la Verdad aprovechando la inminente exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos. “No es fácil pensar que pueda llegar a crearse. Podría reeditarse el intenso ruido que acompañó en 2005 la discusión y aprobación de la Ley de Memoria Histórica. Pero, desde luego, sería un gran paso adelante”, sostiene.
Cuarenta y cinco años después del golpe, la cicatriz de la dictadura de Pinochet sigue siendo una “herida profunda”, lamenta Francisco Estévez, que recuerda la reciente polémica con el ministro de Cultura. Mauricio Rojas, se vio obligado a presentar su dimisión tan sólo tres días después de que la prensa chilena recordara su opinión sobre el Museo de la Memoria. "Más que un museo (…) se trata de un montaje cuyo propósito, que sin duda logra, es impactar al espectador, dejarlo atónito, impedirle razonar”, dejó dicho en un libro en 2015.
“Designar a un negacionista al frente del Ministerio del que depende este museo era una amenaza”, razona Estévez. “Se produjo una movilización social y política en contra del ministro que precipitó su caída. De alguna manera se activó un consenso transversal que me recordaba a una de las claves de la lucha contra la dictadura en Chile: ‘Nunca más’”.