A las 16:51 horas de la tarde del domingo, Evo Morales anunciaba su renuncia como presidente del Estado Plurinacional de Bolivia. Lo hacía denunciando un "golpe de Estado" por parte de la oposición y asegurando que su intención es que se "pacifique" el país que vive en tensión desde hace tres semanas. Manifestaciones, bloqueos, violencia callejera, enfrentamientos, amenazas contra líderes sociales, acusaciones de fraude electoral y hasta un motín policial y el reclamo desde las Fuerzas Armadas son la crónica de un golpe de Estado contra el que fuera el primer presidente indígena de América Latina.
Las calles comenzaron a llenarse la semana después de las elecciones del 20 de octubre. El Tribunal Supremo Electoral daba como ganador en la primera vuelta a Evo Morales quien conseguiría así su cuarto mandato consecutivo. La distancia de más de 10 puntos con el segundo candidato, Carlos Mesa, le aseguraba la reelección. Sin embargo, la oposición denunció fraude electoral. Con el 84% de la votación escrutada, el conteo se paró la noche del domingo. En aquel momento la distancia era de 8 puntos. Cuando se reanudó al día siguiente y se terminó el recuento superó los 10’5% necesarios para la victoria de Morales. La justificación fue que el voto exterior y el voto rural, que tardan más en contarse por cuestiones logísticas, se habían inclinado por el candidato socialista.
La oposición salió a la calle en tromba exigiendo una segunda vuelta. La Organización de Estados Americanos anunció una auditoría que el gobierno aceptó, pero que los contrarios a Morales rechazaron. Esta auditoría ha sido clave en la conclusión de los acontecimientos el fin de semana. Las primeras protestas tenían un objetivo: que se celebrase una segunda vuelta entre Morales y Mesa en la que el segundo era favorito al conseguir el apoyo de una oposición que previsiblemente se unificaría. El paso de los días fue cambiando el escenario.
De la segunda vuelta se pasó a exigir la renuncia de Evo Morales. Entonces Carlos Mesa había perdido parte del protagonismo en favor de los llamados comités cívicos. De estos, emerge la figura de Luis Fernando Camacho, líder del Comité Cívico de Santa Cruz, bastión opositor. Su discurso era mucho más directo contra el presidente, exigiéndole la renuncia inmediata, y con discursos a favor de que “la Biblia volviera al Palacio de Gobierno”. Perteneciente a la burguesía de Santa Cruz, su rostro joven y decidido le hizo ganar adeptos. Su aventura de llevarle la carta de renuncia hasta La Paz y el bloqueo que sufrió por parte de los seguidores socialistas en el aeropuerto de El Alto le fortalecieron.
Barricadas y muertos en las calles
Las manifestaciones, con enfrentamientos entre anti y pro Morales, dejaron en tres semanas tres muertos, el último el pasado miércoles en una jornada de tensión en Cochabamba. De aquel día queda la vergonzosa imagen de la alcaldesa de Vinto, del MAS (el partido de Evo), siendo agarrada por manifestantes de un grupo radical opositor que le cortó el pelo, le pintó de rojo y la humilló obligándola a ir descalza por la localidad y a arrodillarse y pedir perdón. No fue el único ataque a líderes sociales y políticos, pero la fotografía es la instantánea de una tensión desbordada.
Mientras tanto, las principales ciudades seguían en medio de paros y bloqueos. Calles cortadas y carreteras donde no se podía transitar dejando una pérdida de 800 millones de dólares en los primeros 15 días según el analista económico Luis Carlos Jemio. Los días eran de barricadas y las noches de enfrentamientos entre universitarios opositores y mineros pro gobierno con la policía intentando acabar con los disturbios. No se hablaba tanto de fraude sino que todo eran críticas genéricas a la “dictadura” de Evo Morales, a la supuesta falta de libertad y a las comparaciones con Venezuela.
El papel de la Policía
Precisamente la Policía es la que juega un papel fundamental en el fin de semana en el que todo ocurre. El viernes por la tarde se informa de un motín policial en Cochabamba. A las horas, la imagen de los policías ondeando la tricolor boliviana supone la confirmación del apoyo a los manifestantes y su posición contra Morales. Se le unen Santa Cruz, Potosí, Sucre, Oruro… pero no La Paz. Las reivindicaciones pasan de ser sindicales a ser contra el gobierno y exigiendo la renuncia del presidente. Por su parte, el gobierno rechaza sacar al Ejército a la calle, no quiere un baño de sangre que empeore la situación, pese a que denuncia que se está intentando un golpe de Estado.
Pero la situación se vuelve cada vez más difícil para el que fuera sindicalista cocalero. El sábado por la mañana se suma el Departamento de La Paz, un golpe moral porque son quienes protegen la Plaza Murillo, el kilómetro cero de la política boliviana donde están la Asamblea Legislativa y el Palacio de Gobierno; unos accesos que pasan a estar controlados por los manifestantes. La presión es cada vez mayor. La respuesta oficialista es ofrecer una mesa de diálogo a los partidos de la oposición donde buscar una salida y hace un llamado a los policías a negociar sus reivindicaciones laborales. Ni unos ni otros aceptan.
El ataque contra una caravana de opositores que viajan desde diferentes puntos del país hacia la capital para unirse a las manifestaciones sólo hace que añadir leña al fuego. La respuesta de la oposición es incendiar la casa del gobernador de Oruro (lugar en el que se produjo el ataque) al considerarlo el instigador de la emboscada. Un hecho parecido ocurre el domingo cuando un grupo de mineros son tiroteados dejando tres heridos.
En esa situación se llega al domingo, con barricadas en las calles principales de La Paz (aunque no movilizaciones masivas como las vistas en Chile) y los policías en los cuarteles replegados. A primera hora el presidente comparece en la televisión. Son las 7:38 de la mañana y anuncia la convocatoria de elecciones y una renovación total del Tribunal Supremo Electoral. Lo hace después de que la Organización de Estados Americanos haya presentado un informe preliminar de la auditoría de las elecciones en las que dice que existieron "contundentes irregularidades".
Indicios de manipulación electoral
Este informe llega cuatro días antes de lo esperado y la propia organización lo justifica dada la tensión que vive el país. Señala que después de las observaciones y de las proyecciones de resultados considera "improbable estadísticamente" que Evo Morales haya obtenido 10 puntos de diferencia respecto a Carlos Mesa, la distancia necesaria para ganar en la primera vuelta. Señala, sin pruebas -deberán mostrarse el día 13 cuando estaba prevista la presentación de la auditoría- que se manipularon actas físicas, se falsificaron firmas y que llegaron a la sede del recuento los votos desde dos servidores no controlados.
Lo que era considerado como una pantomima o papel mojado se convirtió en arma arrojadiza para la oposición. La convocatoria de elecciones no era suficiente. "Queremos que Evo Morales se vaya", decían en las barricadas alrededor de la Plaza Murillo los manifestantes, la mayoría jóvenes universitarios. Los líderes opositores oscilan entre pedir que Morales dimita hasta los que exigen su renuncia para dejar las manifestaciones. A estas peticiones se unen organizaciones opositoras, pero también algunas cercanas al gobierno como la Central Obrera.
La postura del Ejército precipitó todo
Sobre el mediodía comienzan a llegar informaciones de dimisiones del entorno de Evo Morales. El presidente de la Cámara de Diputados anuncia su dimisión y denuncia que fuerzas opositoras tienen a su hermano de rehén por lo que exige su liberación a la vez que deja su cargo. Tres ministros también dejan su puesto: Turismo, Minería e Hidrocarburos. La mayoría pide por la pacificación del país y señalan ataques a viviendas de diputados, gobernadores y hostigamiento a las familias. La casa de la hermana de Evo también es atacada. En total, sin contar con la del presidente y la del vicepresidente, hay durante todo el día 31 renuncias de altos cargos entre ministros, diputados, senadores y gobernadores.
El punto culminante llega sobre las cuatro de la tarde. El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Williams Kaliman, da una rueda de prensa en la que pide la renuncia del gobierno. El día anterior había salido a negarse a reprimir al pueblo, el domingo dio un paso más. Hay quienes aseguran que el papel del ejército sólo fue la confirmación de un golpe que ya estaba en su momento culminante con la intervención policial y cívica y que sólo lo hicieron para proteger sus posiciones de cara al futuro. Fuera así o no, el ejército ha sido un apoyo constante para el gobierno, les ha dado importantes prebendas y su papel ha sido clave en el desarrollo de algunas políticas sociales. La exigencia de renuncia era la gota que colmaba el vaso.
Los rumores se desataban. El avión presidencial despegaba. Las redes hacían todo tipo de especulaciones. A las 16.51 llegó la comparecencia de Evo Morales y su vicepresidente Álvaro García Linera. "Estoy renunciando para que mis hermanos y hermanas no sigan hostigados, perseguidos y amenazados. Lamento mucho este golpe cívico", decía Morales quien pedía la pacificación del país. "Espero que la comunidad internacional diga la verdad sobre este golpe”, añadió. Evo se iba del poder y lejos de huir, aseguraba que iba a instalarse en el Chapare, en el trópico boliviano, donde comenzó como sindicalista con la intención de "trabajar con las bases". Era el final de la era Evo Morales; se ponía el punto y final a un golpe del siglo XXI con muchos toques del siglo XX. Evo Morales ha aceptado el asilo que le ofrecía México y ha viajado este lunes al país azteca: "Volveré pronto a Bolivia".