"La gente no aceptará estas elecciones amañadas", "Obama espió nuestra campaña... y le hemos cogido", "Nevada está resultando ser un pozo negro de votos falsos", "Pensilvania nos impidió ver gran parte del recuento de votos" o "He ganado las elecciones" son sólo algunos de los mensajes que Donald Trump ha lanzado de forma continua y machacona desde su cuenta de Twitter desde el pasado 3 de noviembre, el día que tuvieron lugar las elecciones presidenciales en Estados Unidos, el día que comenzó el recuento y comienzo del fin de su presencia en la Casa Blanca.
No hizo falta que las encuestas comenzaran a inclinar la balanza del lado de Joe Biden. Días antes de las elecciones, Bernie Sanders, durante una entrevista con el televisivo Jimmy Fallon, narró punto por punto lo que sucedería y cómo Trump llamaría a frenar el recuento antes de que el voto por correo, masivo en esta ocasión, terminase de decantar la balanza del lado demócrata. Los votos presenciales del día 3 fueron mayoritarios para Trump, pero la votación previa sería abrumadoramente mayoritaria para Biden, tal y como se ha demostrado al final.
Precisamente con los estados clave en cuestión (Nevada, Arizona, Pensilvania, Carolina del Norte y Georgia), el voto por correo remontó rápidamente para Biden hasta que el candidato demócrata se aupó por encima de los 270 delegados para proclamarse 46º presidente de los Estados Unidos.
Desconfiar del sistema
Donald Trump nunca ha aceptado la derrota y ha promovido un mensaje de pucherazo, fraude y deshonra en las elecciones estadounidenses que ha calado más profundo de lo que podría esperarse entre sus votantes. De hecho, según una encuesta que el medio estadounidense Politico ha realizado entre el 6 y el 9 de noviembre, el 70% de los votantes republicanos no creen que las elecciones hayan sido libres y justas.
De hecho, el 78% de los republicanos cree, según esta encuesta, que fue el voto por correo lo que condujo a un fraude electoral masivo. De hecho, el 72% de los simpatizantes de Trump opina que esos votos por correo fueron manipulados y hasta el 84% cree que esa manipulación fue en beneficio de Joe Biden.
Estos porcentajes contrastan considerablemente con otras encuestas previas a las elecciones, ya que antes del 3 de noviembre sólo el 18% de los republicanos mostraba desconfianza en el sistema electoral estadounidense frente al 64% que lo opina después de la derrota de Donald Trump.
Sin dudas del recuento
La teoría de la conspiración sigue su curso mientras desde las instituciones y el sistema electoral norteamericano niegan de forma categórica que se haya producido cualquier intento de amañar el resultado. Es más, William Barr, fiscal general de Estados Unidos, ha dado su visto bueno a que se investiguen las acusaciones. Eso sí, sólo y exclusivamente si esas acusaciones "son creíbles".
Desde el The New York Times han profundizado en la credibilidad de esas acusaciones y han preguntado uno por uno a los secretarios de estado de cada uno de los 50 estados norteamericanos, a la sazón los responsables del proceso electoral en cada estado. 45 de ellos han respondido directamente al diario neoyorquino, otros cuatro han declinado la responsabilidad en sus segundos o han emitido un comunicado y los responsables de Texas han decidido no responder.
Ninguno de ellos ha señalado el más mínimo problemas en el recuento ni la más mínima sospecha de fraude en sus respectivos territorios.
Varios estados han decidido recontar los votos uno a uno y a mano ante el escaso margen de diferencia entre los candidatos. Es el caso de Georgia, donde después de unos cinco millones de votos emitidos Biden aventaja a Trump por apenas un 0,3% y apenas 14.000 votos. Sin embargo, la mayoría de estados apenas han reportado pequeños problemas, habituales dentro de cualquier proceso electoral como algunos casos de voto ilegal (no registrados), votos dobles, algunos problemas técnicos...
Presión republicana
Pese a las reticencias de tantos cargos oficiales a las acusaciones de fraude, no sólo Trump se ha volcado en una campaña para deslegitimar el triunfo de Biden sino que muchos representantes republicanos, de senadores a congresistas, se han sumado a la lista. Buen ejemplo de ello, tal y como cita el NYT, son los senadores republicanos de Georgia Kelly Loeffler y David Perdue, quienes están en busca de su reelección y han pedido por activa y por pasiva la dimisión del secretario de estado Brad Raffensperger, también republicano, por "haber fracasado en llevar a cabo unas elecciones honestas y transparentes".
Pero no sólo eso, pues desde la propia candidatura de Donald Trump ya se incitaba a mostrar ese apoyo público al aún presidente desde el mismo día de las elecciones con la amenaza velada de no apoyar a futuros candidatos del partido. "¿Dónde está el Partido Republicano? Nuestros votantes nunca lo van a olvidar", llegó a tuitear Donald Jr., hijo de Trump.
Una presión que no ha podido con buena parte de las voces republicanas más consolidadas. De hecho Mitt Romney, senador y excandidato presidencial republicano en 2012; Larry Hogan, gobernador de Michigan; Kevin McCarthy, líder de la minoría en la Cámara de Representantes; o Mitch McConnell, presidente republicano del Senado se han mostrado abiertamente contrarios a una teoría de la conspiración que Donald Trump ha conseguido implantar entre su electorado y que será otra de las barreras a las que se enfrentará Joe Biden como presidente de Estados Unidos.