Si algo nos ha demostrado los últimos periodos electorales en Brasil es que parece no haber límites para la polarización y el ambiente de crispación. En las elecciones de 2018 uno ya decía que era la elección más polarizada de siempre, pero "siempre" es una palabra demasiado definitiva y a menudo se queda corta. Y ahí está, el siguiente acto electoral, para demostrar que no, que al final es posible tener más tensión, que los golpes bajos se pueden multiplicar, que el barro puede llegar un poco más lejos.
En una semana, 156 millones de brasileños acudirán a las urnas para decidir quién ocupa el Palacio del Planalto. Y lo harán basados más en el rechazo a uno de los candidatos que en la afinidad que tengan con el otro. "En la primera vuelta tenemos 92% de los votos válidos concentrados en dos candidatos. Es una polarización inédita en Brasil. Pero la polarización por si sola no es mala, el problema es el nivel de radicalidad que esconde", explica Humberto Dantas, politólogo e investigador de la Universidad de São Paulo.
"Si hacemos una media de los últimos sondeos sobre intención de voto y rechazo, los resultados son totalmente simétricos. Es decir: Lula tiene una intención de voto del 49% y Bolsonaro del 44%. A niveles de rechazo, los valores se invierten Lula obtiene un 44% y Bolsonaro un 49%", explica el politólogo. "Esto puede parecer baladí y obvio, pero no lo es. Quiere decir que nadie que vote a uno jamás se plantearía votar al otro y es el caldo de cultivo para posiciones radicales que deberían hacer encender una luz amarilla de preocupación porque, sí o sí, vamos a tener que pacificar este país tras las elecciones".
En este alto nivel de rechazo se ancla la campaña que se está llevando a cabo de un lado y del otro. Cuando los dos candidatos deberían estar enfocados en recuperar el voto más de centro y los electores sobrantes de los candidatos que ya no se presentarán a este segundo turno, ambos están más volcados en afianzar su propia bolsa de votantes. Y esto repercute en los mensajes que se están lanzando.
Entre el 8 de agosto y el 9 de octubre, el Tribunal Superior Electoral (TSE) recibió 87 peticiones para suspender o retirar propaganda electoral. La cifra ha aumentado en la campaña para la segunda vuelta aunque no hay todavía datos oficiales recopilados. Y aunque el tribunal ha emitido varias resoluciones obligando a la retirada de contenidos falsos de internet, la verdad es que la mayoría de los videos sigue circulando.
Contenidos prohibidos
Esta guerra sucia asume varias formas. Del lado del Partido de los Trabajadores los contenidos falsos prohibidos se centran en vídeos que aseguran que Lula persigue a los cristianos, que fomenta el consumo de drogas, que pretende cerrar medios de comunicación o poner a antiguos aliados, hoy en la cárcel, en el poder.
Sobre Bolsonaro, el vídeo que más ha llamado la atención es el que sugiere que el presidente es caníbal por haber dicho en una entrevista que se comería un indio "si tuviera que hacerlo", declaraciones que el TSE ha pedido que se retiraran por estar sacadas de contexto.
"Son dos campañas muy intensas y violentas. Es verdad que los contenidos relacionados con el PT suelen ser más manipulaciones burdas y hasta mentiras, pero tampoco podemos decir que la campaña de Lula no hay sido intensa. Ella se apoya más en las declaraciones del propio presidente, pero las utiliza de forma malintencionada", explica Dantas. "Cuando él dice que sería capaz de comer un indio… sacar la conclusión de que es caníbal es algo un poco fuerte… Bolsonaro es un tipo rudo, muy maleducado, grosero, con la capacidad mental de un niño, y sus adversarios lo exploran en un límite absurdo", sostiene.
Ante la poca eficacia de las resolución adoptadas hasta el momento, este jueves el TSE ha aprobado una medida que visa prohibir no sólo en contenido original, sino todas las réplicas que se hayan hecho del mismo, en un esfuerzo por contener la propagación de fake news. Además, en caso de difusión de hechos que son falsos o están fuera de contexto y afecten la integridad del proceso electoral, el TSE podrá ordenar su retirada inmediata y el infractor puede enfrentar una multa de 100.000 reales (más de 19.000 euros) por cada hora de incumplimiento.
Con relación a las últimas elecciones presidenciales, en 2018, el TSE denunció un aumento del 1.671% en el volumen de denuncias de desinformación, bien como el crecimiento de los episodios de violencia política en redes sociales en un 436%.
"Son dos campañas muy violentas e innecesarias con respeto al nivel que merece la democracia. Pero nada de esto ocurriría si los brasileños no estuviesen dispuestos a escuchar todo esto. Si no fuéramos una sociedad maleducada y violenta. No me llena de orgullo, pero sé cómo somos, sé dónde vivo… la gente espera esto, le gusta esto", dice el politólogo.
Para Humberto Dantas, en esta identificación puede estar la explicación de la polarización extrema que vive Brasil. "Yo creo, sinceramente, que la suma de Lula y Bolsonaro representa el estereotipo más bien acabado del 92% de los brasileños [la suma de los votos entre los dos] de su forma de ser, pensar, de comportarse. El brasileño es una persona muy cariñosa con los que son cercanos y, al mismo tiempo, extremadamente violentos e incapaces de pensar en una lógica de justicia colectiva. Somos un pueblo en primera persona, que ama y odia en la misma proporción", explica.
Guiños al centro
Pese a todo, los dos candidatos han intentado incluir mensajes en sus campañas que suavicen sus discursos habituales y puedan acercar a algunos electores que acusen una desafección con el ambiente de tensión de estos días.
Así, Jair Bolsonaro ha incluido un spot televisivo en el que pide "perdón por utilizar algunos insultos y palabras más violentas" en sus discursos, reconociendo que eso "puede asustar a algunas personas", pero señalando que es sólo su forma de hablar. Lula, por su parte, ha hecho hincapié en sus acercamientos a los grupos religiosos, reafirmando la idea de que es católico. Además, esta semana lanzó la carta a los evangélicos, un manifiesto para intentar aplacar la aversión de esta parte importante del electorado.
En el documento, Lula se comprometió a mantener la libertad de culto y religión, a reforzar el papel de la familia y a no interferir políticamente en el uso de la fe. En una referencia clara a su adversario, Lula criticó "el uso político de la fe" con "fines electorales" y recalcó que su Gobierno "jamás usará símbolos de su fe para fines político-partidarios".
A una semana de las elecciones, la preocupación de los analistas se centra en el día después de los comicios. En cómo se traducirá toda esta tensión en las urnas y cómo puede influir en la calle una vez salgan los resultados. "Si Lula pierde, creo que el sentimiento será más de desaliento que de violencia. Pero si pierde Bolsonaro, va a depender mucho de lo que haga, si reconoce o no los resultados, o si toma una actitud como la de Trump", analiza el politólogo.
"Esta semana volvió a poner en tela de juicio las urnas electrónicas e incluso ha llamado a los votantes a ir a votar vestidos de verde y amarillo y a quedarse al lado de las urnas para vigilar el proceso. Esto es ilegal en Brasil. Pero el presidente es alguien que desafía la ley de forma constante y lo hace como estrategia de convivencia política, de manera muy perjudicial para la democracia", recuerda. Y advierte: "No sé cuál será la intensidad, pero seguro que vamos a asistir a algún tipo de repercusión en las calles".