"Aquello es un delirio", comenta desde su oficina en Caracas Sergio Dahbar, dueño de una editorial independiente, sobre las imágenes de las que todos hablan estos días en Venezuela. La asombrosa escena sucedió el miércoles cuando 11.000 soldados de Nicolás Maduro "invadieron", quemaron y desalojaron el penal de Tocorón.
Que el nombre no despiste: este lugar, aunque concebido como una cárcel, dejó de serlo hace nueve años. En 2014, los reclusos, fuertemente armados, expulsaron a los guardias y establecieron su propio orden. Los que tomaron el poder aceptaron a los familiares de los presos y les cobraron una "causa" semanal. Con la recaudación, convirtieron el centro penitenciario masculino en un complejo residencial: piscina, estadio de béisbol, discoteca y un pequeño zoo con flamencos y una avestruz. Túneles, también, para entrar y salir libremente.
Al mismo tiempo, se fraguó una banda criminal. El Tren de Aragua, en referencia al estado venezolano en el que vivían. Los miembros establecieron una jerarquía sobre los demás y se convirtieron en pranes ―acrónimo de preso rematado, asesino nato―. La influencia de la organización trasgredió los límites de la cárcel: pronto se convertió en una de las estructuras criminales más poderosas de Sudamérica.
En el momento de la operación de esta semana ―apodada Cacique Guaicaipuro por Maduro―, Tocorón era la sede de una megabanda con presencia en siete países de Latinoamérica y 13 estados de Venezuela, además de la frontera con Panamá. Sobre aquella cárcel se había impuesto una pequeña ciudad con estrictos "estratos sociales que tenían a algunos de los reos desnutridos y atemorizados", cuenta a EL ESPAÑOL Ronna Rísquez, periodista de investigación especializada en bandas criminales y autora de Tren de Aragua, que estima que entre 3.000 y 5.000 personas vivían en Tocorón.
El desalojo del viernes tuvo como objetivo "desarticular", en palabras de Miraflores, "bandas criminales que operan desde la cárcel de Aragua". Pero el operativo también hizo víctimas a inocentes: "Llevaba allí un mes. A las 6:00 empezaron a maltratarnos y arremeter contra nosotros. Tengo a muchas amigas heridas. Mi hija está herida, que sólo tiene 16 años. Nos quitaron todo: teléfonos, nuestras pertenencias. Nos tiraron granadas y explosivos. No sabemos dónde vamos a parar", dice una mujer a un periodista.
A quien no pilló de sorpresa el saqueo fue a Héctor Guerrero Flores. Apodado 'Niño Guerrero', cumplía en Tocorón una condena de 17 años. Es él el pran, el cabecilla absoluto del Tren de Aragua, y el encargado de cobrar al resto de reos la "causa" con la que la organización recaudaba hasta tres millones de dólares anuales.
Guerrero se aseguró de no estar en Tocorón el 19 de septiembre, día en que llegarían los 11.000 hombres de Maduro. Su huida una semana antes del operativo ha levantado sospechas en Venezuela. ¿Cómo supo el jefe de la mayor banda criminal del país el plan de las autoridades? Ciertos documentos han servido a algunos de prueba suficiente para afirmar que el pran mantuvo conversaciones previas con Caracas para negociar la toma, entre ellos la ONG Observatorio Venezolano de Prisiones. Rísquez cree que es demasiado pronto para hacer afirmaciones: "No hay fuentes ni planes contundentes que permitan decir que sí".
Además de la partida del cabecilla en el único momento en que el Ejército ha visitado el recinto, hay otras razones que permiten sospechar que existen conexiones con el Estado venezolano: la operación se desarrolló de forma totalmente pacífica, y ningún enfrentamiento tuvo lugar dentro o fuera de la cárcel. En palabras de Rísquez: "Esta intervención sin violencia ni fuerza, que es lo que parece que ocurrió, no habría sido posible sin un acuerdo o alguna negociación previa con los privados de libertad".
Pero, ¿por qué ahora? Durante la última década, Maduro ha convivido con un monstruo como Tocorón dentro de su territorio sin padecer aparentemente mayores quebraderos de cabeza. La autora de El Tren de Aragua cuenta a EL ESPAÑOL que, desde su injerencia en otros países de Latinoamérica, la banda criminal ha provocado serios delitos y desequilibrios más allá de las fronteras de Venezuela. "Especialmente desde 2021, nuestros países vecinos ejercen presión para que el Gobierno controle el Tren de Aragua y su sede en la cárcel de Tocorón", explica Rísquez.
Para la periodista, las reclamaciones de países como Colombia, Perú, Ecuador o Chile "se convierten en un ruido en el proceso que adelanta [Maduro] en procura de legitimarse y ser reconocido por otros gobiernos, y que EEUU levante sus sanciones", cuenta. Pero Rísquez asegura que la toma de Tocorón esta semana por parte del Ejército no significa el desmantelamiento del Tren de Aragua: "Esto sólo era una base de operaciones. Su desalojo puede afectar a la organización, pero no significa que vaya a hacer que desaparezca".