De las contradicciones que arroja hasta ahora el siglo XXI, quizás Argentina sea la mayor de todas. El domingo se celebró la primera vuelta de las elecciones generales (aunque también se celebraban elecciones locales) y el resultado es insólito. Dos candidatos han pasado a la segunda vuelta: el oficialista Sergio Massa, actual ministro de Economía de un país cuya inflación se sitúa en el 138%; y el opositor Javier Milei, un ultraderechista que se declara libertario (propugna la supresión de todo gobierno y de la ley) pero cuyo objetivo es instalarse en la Casa Rosada a perpetuidad, como declaró en uno de los debates previos a los comicios.
Tras dar la sorpresa en las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) del pasado agosto, en las que Milei se impuso con el 30,2% del voto, el empuje del anarcocapitalista parece haber alcanzado su límite. Entonces fue el claro ganador, por delante de Patricia Bullrich y de Massa, que con el 27% de las papeletas mordió el polvo y quedó en tercer lugar.
Sin embargo, dos meses después el candidato peronista, que ha crecido a la sombra del kirchnerismo, ha sabido darle la vuelta a la tortilla. Massa (Unión por la Patria) obtuvo el domingo el 36,8% de los votos y Milei (La Libertad Avanza) reunió el 29,98% de los sufragios. Con este resultado el libertario prácticamente ha calcado el porcentaje que logró en agosto. Como señalaba el diario argentino Clarín "en la cuenta global nacional no perdió ni un voto, pero tampoco creció".
Ese estancamiento es el que preocupa ahora a Milei, consciente de que el resultado no ha sido bueno. Por eso ha disparado y ha acusado de "traidores" a los radicales de Unión Cívica Radical (UCR) por haber apoyado a Massa.
"Subió Massa y bajó Bullrich, ahí está claro quiénes son los que traicionaron", dijo respecto de la UCR, un partido que forma parte de la coalición Juntos Por el Cambio (JxC), que era la que encabezaba Bullrich.
Con este panorama afronta ahora la segunda vuelta Javier Milei. Y como a perro flaco todo son pulgas, al estancamiento de su marca hay que sumar las críticas internas que se escuchan dentro de su partido. Cuenta Clarín que algunos de sus principales asesores consideran un error el hecho de que Milei se haya centrado en las últimas semanas en criticar a Bullrich, cuando los cañones deberían haber apuntado de lleno contra Massa.
El candidato ultraderechista también también ha tenido que hacer frente a las polémicas que se le acumularon durante la última semana antes de las elecciones. Por un lado, las declaraciones de la candidata a diputada Lilia Lemoine cuando planteó en la cadena argentina Neura Media un proyecto de ley para que los hombres puedan renunciar a la paternidad no deseada. Y por otro, cuando en su cierre de campaña el economista Alberto Benegas Lynch planteó "romper relaciones con el Vaticano".
Fueron controversias tan sonadas que el propio Milei ha llegado a declarar en radio La Red: "El responsable y el que lidera el movimiento soy yo". Cuando cualquiera sabe que afirmaciones de tal calado son innecesarias cuando los liderazgos son claros.
Contaba la periodista Jazmín Bullorini en Clarín que tras la primera vuelta de las elecciones del domingo "el silencio y el desánimo que se vivió en el búnker del libertario, montado en el Hotel Libertador, fueron las primeras señales de que el resultado no era el esperado".
[Argentina cae en el agonismo electoral, por Erika Rodríguez Pinzón]
Como contamos en este periódico el pasado fin de semana, Javier Milei es un apasionado de sus cinco mastines ingleses a los que se refiere como "mis hijitos de cuatro patas". Quizás esa pasión le haya llevado también a conocer un famoso refrán que sin duda, dadas las circunstancias, le gustaría que se hiciera realidad. Dice así: "Más corre el galgo que el mastín, pero si el camino es largo más corre el mastín que el galgo".