Alberto Mayol, sociólogo: "Milei es un mesías destructor; también un gran analista de riesgos"
El académico chileno y autor de El fenómeno Milei (Arpa, 2024) explica a EL ESPAÑOL los desafíos que plantea una de las propuestas políticas más radicales de los últimos tiempos: el gobierno anarcocapitalista del actual presidente de Argentina.
12 agosto, 2024 02:45La primera interacción entre Alberto Mayol (Santiago de Chile, 1976) y Javier Milei giró en torno a las drogas. Era 2020 y Twitter aún era Twitter cuando el sociólogo y politólogo chileno insinuó sutilmente que el actual presidente de Argentina, que por entonces era sólo un economista que saltaba de un plató de televisión a otro, consumía estupefacientes.
Fiel a su carácter combativo, Milei le desafió a que le pagara dos años de sueldo a cambio de hacerse en público una rinoscopia. La pugna quedó sin resolver, pero ahora, cuatro años más tarde, Mayol, investigador del Instituto Universitario Ortega-Marañón de Madrid, ha escrito un libro sobre un personaje que, sostiene, le "fascina".
En Fenómeno Milei (Arpa, 2024), el analista trata de analizar en profundidad el triunfo, al menos en las urnas, de una de las propuestas políticas y económicas más radicales y polémicas del siglo XXI. "Milei quiere ser el primero en instalar un gobierno anarcocapitalista", cree el académico.
Conoce bien las entrañas de la política: él mismo llegó a ser candidato de izquierdas a las primarias presidenciales de Chile. Autor también de Las 50 leyes del poder en El Padrino (Arpa), Mayol vive en Valencia desde hace unos años. En una de sus habituales visitas a Madrid se reúne con EL ESPAÑOL para tratar de desentrañar las incógnitas que rodean al líder que lleva al frente de Argentina hace ya más de medio año.
¿Qué hace un intelectual chileno residente en España escribiendo un libro sobre el presidente de Argentina?
Llevo diez años investigando los procesos de transformación política. Muchos suelen proceder del malestar social que se produce cuando no entiendes para qué sirven las instituciones o la política. El malestar es como un magma subterráneo y el volcán por donde sale es puro azar: en algunos lugares sale por casos de corrupción, en otros por el coste de la vida o por violaciones de derechos humanos y en otros lugares donde hay de todo eso no pasa nada. Cuando vi cómo emergía Milei, que pasó de ser un showman televisivo a una figura política sin haber hecho nada, pensé: "Esta es la forma en que Argentina está procesando su malestar".
Pero su interés por Milei viene de antes…
Sí, hace unos años tuve un encontronazo con él en redes sociales. Quedó pendiente un debate en televisión, en un teatro, en el formato que él quisiera. Finalmente, dijo que si yo no pagaba 150.000 dólares no habría debate. Fue en ese instante cuando empecé a revisar los datos más anecdóticos y sus comentarios más intelectuales (que también los tiene), y leí sus libros y artículos para tratar de entender cómo es posible que exista ese discurso político y personal.
Lo dice como si fuese algo excepcional.
Bueno, no es normal que una persona que no es millonaria, que no tiene éxito -porque no es el economista más influyente de Argentina, ni el más citado, ni es un académico estrella, ni superventa, ni nada- despunte en política. Sobre todo porque su discurso se basa en considerar héroes a los grandes empresarios, pero él no cumple ninguno de sus propios requisitos para ser un héroe.
"Milei está lleno de contradicciones", dice usted en su libro.
De eso se trata. Y lo curioso es que Milei sabe que existe esa contradicción y la habita. Pero va hacia adelante, apuesta. Rafael Bielsa [ministro de Relaciones Exteriores de Argentina durante la presidencia de Néstor Kirchner] dice que Milei es un gran analista de riesgo porque toma decisiones muy rápido y a veces muy arriesgadas. Eso, en Argentina, que requería una respuesta furibunda, rápida y sencilla que acabara con un problema muy complejo, ha funcionado. Milei se convierte en una expectativa. Es un personaje muy mesiánico que sólo ofrece destrucción. Te dice: "Después vendrá algo bueno", pero tú no tienes idea qué viene después. Te dice: "Vamos a destruir lo que hay y luego a dar un salto al vacío". Y tú dices: "Probemos".
Hay líderes que encuentran a su enemigo en la migración o en la oposición. Milei lo ha encontrado en el Estado, que ha prometido desmantelar. Parece difícil vender este discurso en un país que emplea cerca del 37% del PIB en gasto público.
Milei hace una cosa inteligente que es situar el poder no donde está en el dinero, sino donde nominalmente está el poder. Él está construyendo una idea de clase privilegiada que no son los ricos.
¿Quiénes son?
Los políticos. Y eso es inédito. Es inédito que se saque a los ricos de la ecuación en un momento en el que los países o las organizaciones estatales no tienen nada que hacer frente a los sistemas financieros. Eso es un acto político de mucha osadía que logra instalar. Luego está el misterio de su marco teórico económico, ese que dice que no existen fallos de mercado y que le permite resolver cualquier controversia. Estos dos pilares le permiten tener cierta inmunidad. Y luego hay una tercera cosa inaudita y es que consigue proyectar fe en un momento de catástrofe. Él plantea que vendrá una gran catástrofe, pero que es necesaria para que haya una transformación. "Yo soy el destructor de mundos", dice. De alguna manera se ha convencido de que el proceso de restauración para Argentina y para el mundo es él. Por eso él no cumple un rol de gobernante: no va a visitar las regiones, no habla con la gente, no tiene reuniones… Su agenda es extrañísima porque entiende que su fuerte es el mensaje profético. Milei juega al profeta.
"Milei es la forma en la que Argentina ha procesado su malestar social"
¿Desde un punto de vista ideológico cómo se puede definir Javier Milei?
Está claro que no cabe en ninguna de las categorías de las ultraderechas que conocemos. Está en el extremo desde el punto de vista de los valores conservadores y económicos, y desde el punto de vista del libre mercado. Lo novedoso es su propuesta de gobierno. Hasta ahora han existido gobiernos de carácter minanarquista pero que no buscan la extinción del Estado salvo para temas de seguridad. Entienden que hay una necesidad de actuación subsidiaria al mercado. El de Milei ahora está en una etapa minarquista, pero su proyecto es un gobierno anarcocapitalista. Y los anarcocapitalistas creen que hay que llegar a un sistema en el que la coordinación de acciones se haga prácticamente en el mercado.
Como su propuesta de legalizar la compraventa de órganos.
Efectivamente. Él sigue un diálogo sencillo: ¿Cuál es la mejor forma de asignar órganos? El mercado. ¿Cómo se van a construir las calles? En el mercado; alguien construirá y los demás le pagarán por el servicio. La posibilidad de implantar eso es casi nula, porque no hay antecedentes de que una dinámica anarquista estructure nada. Pero bueno, ese es su plan y yo no tengo ninguna duda de que va a transitar hacia allí. No hay nada que se parezca a su proyecto. Milei quiere ir más allá del neoliberalismo más fuerte: quiere ser el primer proyecto de gobierno anarcocapitalista del mundo.
Para estar fuera de los cánones tradicionales de la política parece que se ha hecho un hueco entre los sectores de derecha y de ultraderecha.
Milei plantea un desafío muy complejo para la derecha, que al ver un jugador como él en la arena política piensa que es un genio con el que puede ganar. Sobre todo en el momento actual en el que la política tiene mucho de espectáculo. Por eso hay un Santiago Abascal antes de Milei y otro después: le dio alma. Milei es un ser humano lleno de imperfecciones, de locura, de frenesí; es una versión superior de espectáculo. Rufián, por ejemplo, no llega al 5% en comparación al nivel de show de Milei. Eso le hace tan atractivo que la derecha liberal, que sí cree en las bases institucionales, decide abrazarlo a medio plazo.
¿La derecha lo utiliza?
Sí, como hizo Ayuso. El problema es que él no se casa con nadie. Porque si Ayuso te invita para darte el premio, lo más hostil que puede hacer cualquier político es agradecer e irse temprano, pero no va a ensuciar la escena como hizo Milei. En su discurso, él habló de las manos porosas de los políticos y dijo que "quizá no es la del político directamente sino la del hermano, la de la pareja o lo que fuera". Podía hablar de la mujer de Sánchez, pero también del hermano de Ayuso. Es un maestro de la confusión.
¿Y qué me dice de la izquierda española? Algunos políticos, como Óscar Puente o Pedro Sánchez, han entrado al trapo ante las provocaciones de Milei.
Yo creo que Pedro Sánchez también compró acciones de corto plazo y sacrificó las de largo plazo.
¿A qué se refiere?
A que como presidente de España no quieres tener un problema con alguien que no tiene nada que perder ni nada que cuidar, porque su gran interés es destruir todo lo que hay en Argentina. Cuando Abascal y Ayuso vieron cómo a Sánchez, que es capaz de empatar lo que pierde, le cayó encima un personaje que lo va a morder, lo va a morder y no lo va a soltar, se entusiasmaron. A priori, para ellos como rivales es algo bueno, pero ¿qué hay mañana? Porque cuando tú invitas a cenar a uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis no sabes lo que va a pasar mañana. El sistema liberal, económico y político ha forjado la idea de que existe una base institucional que da orden, predictibilidad y una capacidad de gestión. Y Milei no te va a ofrecer eso nunca.
"Anarcocapitalista", "libertario", "ultraderechista", "un genio", "un loco", "un mesías". Son muchos los calificativos que han acompañado a Javier Milei desde que llegó a la presidencia de Argentina. ¿Con qué definición se queda?
En términos de la investigación el más correcto es que Milei es un anarcocapitalista. Pero en mi opinión, es un personaje de ópera: un poco macabro, pero también simple, a veces un poco niño y a veces un poco rock. Él piensa que si ofrenda un país entero al gran capital internacional, el capital internacional va a aterrizar allí. Por eso creo que ha sido muy desilusionante para él la visita a Elon Musk. Todo parecía indicar que iba a hacer una inversión importante, cosa que tiene lógica porque Argentina es uno de los países que está involucrado en el triángulo del litio. El problema es que él tenía la expectativa de una inversión rápida. Además, pensaba que su apoyo ideológico a los empresarios iba a darle lo que necesita: una inyección de dinero que permita mostrar en el primer año un gran nivel de crecimiento. El problema es que el encuentro con su héroe se redujo a unos selfies.
En su libro dice que parece imposible que Milei gobierne.
Milei propone destruir las instituciones, que son las herramientas que tienen los gobernantes, porque cree que el sistema va a ser más eficiente por sí solo. Entonces, si no pasa lo que espera ya no tiene herramientas a las que recurrir. Si gobernar ya es difícil con todas las herramientas, imagina sin ellas. Su probabilidad de éxito en términos de gobierno es muy baja.
¿Pero qué pasa si tiene éxito? Argentina aún no ha implosionado, tal y como auguraban algunos analistas.
Milei podría tener éxito si logra que los sectores empresariales generen una dinámica de crecimiento que produzca un chorreo de recursos. Sin embargo, en mi opinión, los empresarios son bastante más estatistas de lo que cree. Ellos quieren ver bases institucionales; les gustan los negocios con los Estados.
¿Cree que tiene un proyecto político y económico a largo plazo?
Tiene una visión de largo plazo mesiánica. Su pensamiento es muy parecido al del trabajador anarquista de una imprenta en los años 20 que está esperando que a partir de todos estos textos que circulan en la clandestinidad va a surgir una nueva sociedad desde las cenizas. Entre otras cosas porque el anarquismo considera que debe haber un salto al vacío, que no tiene que haber ningún sostén porque hay que destruir los pilares completos de la sociedad existente. Bueno, lo que sabemos es que alguien puede llevar un país a las cenizas, lo que no sabemos si eso después va a redundar en algo tan sui géneris como sería un gran triunfo de una sociedad que logra desarrollar un modelo económico.
Hay quien dirá que Mieli supone un soplo de aire fresco.
¿Cuántas veces los argentinos han apostado por un personaje más o menos loco o desquiciado y no les ha ido tan mal? Por eso no les importa probar con Milei cuando además no había más alternativa política. A todos sus rivales ya les conocía. Y en realidad tiene cierta lógica: hay que romper cosas para partir de nuevo. ¿Y qué mejor que la motosierra en un país que tiene una gran crisis? Además, Milei tiene esa extraña forma de poder que te lo otorga el no depender de nadie. Es alguien totalmente fuera de la sociedad. Milei tiene hoy un poco de las dos cosas: tiene la jefatura del Estado y la del gobierno, pero por otro lado no tiene partido ni amigos.
La desilusión, el tsunami de descontento, el enfado por años de crisis, de los políticos de siempre, parece estar detrás del ascenso de Milei. Parece que incluso han pesado más que el orgullo argentino. Usted recuerda en el libro cómo durante su campaña Milei ensalzó a Margaret Thatcher (considerada una enemiga nacional por la guerra de las Malvinas) y denostó a Diego Armando Maradona, considerado más que un héroe. ¿Cómo entender esa contradicción?
No se puede, es absolutamente absurdo. Y precisamente eso me hizo pensar que no había que buscar la explicación de Milei en el significado de su mensaje, sino en su capacidad de entroncar con la energía de la sociedad. Todo aquello que modifica escenarios es energía. Lo que la gente estaba pidiendo simplemente era una energía capaz de sintonizar con una demanda: la de romper cosas, de salir de allí. Da lo mismo lo que diga y él mismo lo sabe. Siempre dice que hay dos tipos de errores: aquel que lo hace todo bien y le sale todo mal, el que lo hace todo mal y le sale todo bien. Él sabe que es del segundo tipo: no está haciendo lo que corresponde, pero le está funcionando y no va a parar.
¿Cree que le puede el carácter o que las provocaciones forman parte de una estrategia de política?
La mayoría de los políticos suelen ser precavidos primero y luego le hacen caso a sus asesores. En cambio, Milei es un polemista que confía mucho en el diferencial del espectáculo que él va a montar y el que su contrincante puede montar. Y además no tiene pudor. Tiene sed de triunfo. Probablemente se deba a la historia personal que él presenta, que fue un niño muy golpeado, que vive solo con sus cuatro perros, que son cinco, que su hermana es la jefa y el verdadero genio… Todo eso requiere un análisis más psicoanalítico, pero a nivel político, Milei va en busca de la riña, pero no a lo loco, sino cuando sabe que va a ganar a nivel de espectáculo.
¿Es lo que le pasó a usted?
Un poco sí.
¿Debatiría ahora con él?
Yo estaría encantadísimo. Y es que la palabra que más define mi relación con el personaje es fascinación. Milei es fascinante y yo no voy a perderme su teatro. Hablar con él sería imperdible.