Hillary Clinton y Donald Trump, durante actos de campaña.

Hillary Clinton y Donald Trump, durante actos de campaña.

EEUU ESTADOS UNIDOS

Trump y Clinton, un debate en el fango

Los candidatos republicano y demócrata llegan igualados en los sondeos al primero de los tres debates previstos tras una de las campañas más agresivas que se recuerdan.

26 septiembre, 2016 02:51

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Meses de reproches, de ataques y de acusaciones cruzadas. Desde el momento en el que Hillary Clinton y Donald Trump fueron confirmados como candidatos a la presidencia de Estados Unidos, ambos han protagonizado una de las campañas más sucias de la historia. Tal clima de agresividad se palpa en el aura del primer debate entre ambos, que tendrá lugar en la noche de este lunes ante una audiencia prevista de más de 100 millones de telespectadores. Será el momento en el que se inicie la cuenta atrás hacia el 8-N.

El último roce entre ambos ha venido de la mano de una mujer llamada Gennifer Flowers. Puede que su nombre no sea conocido pero las hemerotecas la señalan como una de las que, allá por 1992, cuando Bill Clinton aspiraba a la Presidencia, dijo haber mantenido un romance con él.

Trump la sacó a colación a través de un mensaje en Twitter con el que amenazaba a su rival después de se anunciara que el multimillonario Mark Cuban, uno de sus críticos más feroces, estaría sentado en primera fila del debate animando a Clinton.

Para echar más leña al fuego, la misma Flowers entró al trapo con otro tuit en el que se mostraba especialmente favorable al republicano: "Hola Donald, sabes que siempre estaré de tu parte y estaré en el debate indudablemente", escribió.

Fue el mismo equipo de Trump el que matizó que esa idea era únicamente una amenaza: "La campaña no la ha invitado oficialmente ni se prevé que acuda como invitada de nuestra campaña".

Un combate político enfangado en lo personal

Este episodio, más allá del colorín, es únicamente el último de una serie de acusaciones y polémicas entre ambos, que no han dudado en acudir a la confrontación directa más allá del debate político. Hace pocas semanas, de hecho, un desvanecimiento de Hillary Clinton a causa de una neumonía tras acudir a un acto oficial le sirvió a Donald Trump para presionarla acerca de un, aseguraba, estado de salud tan precario que no le permitiría asumir la presidencia en caso de alcanzarla. El gesto de ofrecer en un programa de televisión sus propios informes médicos buscaba hurgar en este aspecto.

El asunto de los correos electrónicos también fue un filón para las acusaciones del candidato republicano hacia su enemiga política. Hillary dio motivos a sus críticos por haber usado un servidor privado para almacenar correos electrónicos que contenían información sensible y oficial mientras ejercía como secretaria de Estado. Aunque finalmente el tema se archivó con una reprimenda judicial por ser "extremadamente descuidada", Trump no ha dudado durante estos meses en acusarla de ser irresponsable y poco menos que indigna para ocupar la Casa Blanca.

Ahora, tras esta serie de acusaciones y comentarios malintencionados, ambos se encuentran en un plató de televisión y son muchos los que piensan que el debate pueda enfangarse en acusaciones personales en vez de temas políticos.

Marcar músculo de cara a la campaña

Los analistas creen que este primer debate marcará la línea del resto de campaña. Una de las claves para ellos es ver si Clinton es capaz de dejar al descubierto la falta de experiencia y preparación de Trump, por lo que esperan que le provoque en este aspecto. Pero sólo será un aspecto dentro de 90 minutos en los que ambos deben marcar músculo de cara a una elecciones que se presumen ajustadas e inciertas.

Los dos candidatos son conscientes de la importancia de este primer cara a cara y no han dudado en sacrificar parte de la agenda de los días previos para prepararlo. Hillary Clinton lo ha asumido a conciencia y lleva jornadas concentrada para ello; Trump, por su parte, aún celebró un mitin este pasado sábado antes de recluirse en Nueva York.

Otra de las máximas de una cita así es que puede que no gane elecciones pero sí pueden perderlas. Y lo cierto es que los deslices pueden pagarse. Hasta el momento, la desventaja inicial del aspirante republicano en los sondeos se ha ido enjugando hasta una suerte de empate técnico que da mayor emoción e interés al debate. Según una última encuesta el 44% de estadounidenses creen que la demócrata ganará el debate; el 34% apuesta por el republicano. La solución, en horas.