Washington DC

Las últimas encuestas que pronostican una remontada de Donald Trump al calor de la aparición de nuevos escándalos vinculados a Hillary Clinton han llevado a más de uno a ver posible que el polémico magnate gobierne finalmente el país más poderoso del mundo. Sin embargo, para tranquilidad de sus detractores y desasosiego de sus incondicionales, no lo tiene nada fácil, por más que los sondeos nacionales hablen de una situación de empate técnico o incluso de ventaja. El sistema electoral estadounidense es indirecto y no se basa en el cómputo total de votos, por lo que si finalmente el empresario llega a la Casa Blanca, será una proeza digna de estudio.

Para empezar, conviene recordar que el próximo martes cada uno de los estados y el Distrito de Columbia celebrarán comicios en los que, entre otras cosas, los ciudadanos optarán por uno de los aspirantes a presidente, aunque en realidad estarán eligiendo a los miembros del Colegio Electoral de Estados Unidos, un grupo de compromisarios electos que son realmente los que designarán en diciembre al comandante en jefe para los próximos cuatro años. Es algo parecido a lo que ocurre en España, donde se vota a los diputados que luego escogen al jefe del Gobierno.

En total, están en juego 538 delegados, por lo que el candidato que logre el apoyo de 270 de estos representantes ocupará el Despacho Oval. Su distribución por estados varía en función de su población, por lo que California o Texas, con 55 y 38 'electores', respectivamente, tienen un enorme peso, mientras otros como Alaska o Vermont sólo tienen tres cada uno. El partido que gane en cada uno de estos territorios se lleva todos sus compromisarios -a excepción de Maine y Nebraska, que los distribuyen proporcionalmente.

Esta introducción es relevante porque explica cómo es posible que en EEUU, aun habiendo logrado más sufragios que el rival a escala nacional, es posible quedarse sin la presidencia del país. Y teniendo en cuenta los pronósticos demoscópicos y la tradicional distribución política del mapa estadounidense, donde algunos territorios llevan décadas sin cambiar de color, los republicanos (rojos) sólo vencerán en estos comicios si dan un verdadero golpe a las encuestas actuales.

Así, a menos de una semana para el 8-N y aunque Trump ha recuperado terreno en varios estados clave, todavía tendría que mantener para su partido cada una de las victorias que Mitt Romney logró en 2012 y sumar más de 60 votos adicionales del Colegio Electoral.

Tomemos por ejemplo los sondeos de la cadena ABC News, que hace un par de días situaba a Trump un punto por delante de Clinton a escala nacional. Según el reparto que hace este canal, los demócratas (azules) ya alcanzan la cantidad necesaria para mantener la Casa Blanca, con 279 electores, llevándose estados importantes como California (55) y otros en los que la batalla está más reñida como Pensilvania (20), Colorado (9), Nuevo México (5), Nevada (6) o Virginia (13). Su rival suma de momento suma sólo 180 electores, con estados tradicionalmente rojos como Texas (34) de su lado.

Según este sondeo, quedan en disputa y sin atribuir Utah (6) y Arizona (11), que en 2012 fueron republicanos, Carolina del Norte (15), Florida (29)  -que Obama conquistó en 2012- y Ohio (18), uno de los tradicionales swing states, estados de voto volátil.

Trump estaría obligado a lograr la victoria en los cinco estados, algo que no parece sencillo, para elevar su cifra de compromisarios a 259. Aun así, se quedaría lejos de los 270, por lo que necesitaría  hacerse con alguno de los territorios calificados como “probablemente demócratas”, como Pensilvania, donde los conservadores llevan décadas sin ganar. Ya alcanzaría los 279, aunque para ello tendría prácticamente que barrer a Clinton.

Otra opción, igual de complicada, sería recuperar para su partido Nevada (6), Nuevo México (5) y Colorado (9), que fueron demócratas en las pasadas elecciones y que las encuestas acercan más a la ex primera dama. Por cierto, sobre los estados en disputa, la ABC pone a Trump dos puntos por delante en Florida, pero da a Clinton Carolina del Norte con siete enteros de ventaja, respectivamente.  

"Desde el principio se ha dado por hecho que el camino hacia la presidencia para los republicanos era muy estrecho este año", afirma Joshua Blank, responsable de Encuestas e Investigaciones en el Texas Politics Project y profesor del Departamento Gubernamental de la Universidad de Texas en Austin.

En declaraciones a EL ESPAÑOL, este experto admite que "es cierto que en estos últimos días la actitud de los votantes puede variar y volverse más exigente, pero es poco probable que se vea el tipo de cambio a gran escala necesario para aflojar los estados importantes en favor de Trump". "Los votantes indecisos son una parte muy pequeña del electorado a estas alturas del proceso, y lo más probable es que se dividan en un 50-50 entre los dos partidos o en una proporción similar al resto del electorado, lo que no variaría las cosas", añade.

A su juicio, "las encuestas nacionales son casi irrelevantes en este momento ya que en realidad lo que se celebran son 50 elecciones estatales. Para que Trump llegue a los 270 votos electorales debe lograr la combinación de Ohio, Virginia, Pensilvania y Maine. Y varios de estos parecen cada vez más improbables".

“NECESITARÍA UN VUELCO”

El periodista y analista de la ABC Jonathan Karl resume la situación con claridad: “Incluso ganar todos los estados púrpura (los disputados) no sería suficiente para Trump. Necesitaría darle completamente un vuelco a la situación actual que reflejan los datos”. A su juicio, el hecho de que el magnate le saque un punto de ventaja a Clinton en el recuento nacional no es tan significativo “como el factor del entusiasmo del electorado”, que en el citado estudio cae del lado de la demócrata y crece del conservador, lo que puede indicar una peligrosa desmovilización que puede hacer variar el mapa.

Otra encuesta más reciente, publicada este mismo miércoles por la CNN, también augura un peor resultado del esperado para Clinton, pero pocas posibilidades para Trump de lograr la Casa Blanca. La demócrata tiene una ventaja de cuatro puntos entre los votantes de Pensilvania, mientras que su contrincante la supera en cinco enteros en la disputada Arizona. En Florida la situación también es de infarto, con la ex secretaria de Estado en el 49% y el magnate en el 47%. Y en Nevada, la encuesta sugiere que la carrera también ha cambiado, con el empresario ahora por delante con un 49% frente al 43% de su oponente.

Si estos pronósticos se cumplieran, Trump seguiría teniendo difícil los 270 electores, siempre teniendo en cuenta que la sorpresa puede saltar en cualquier estado de los calificados como predecibles o consolidados, desbaratando todas las previsiones.

Pero de momento, y aún constatando que las perspectivas mejoran para el millonario, el consenso general le da pocas posibilidades. Según recoge la publicación Five Thirty Eight, el blog de la campaña del New York Times estima que Trump tiene un 13% de opciones de ganar, frente al 8% de hace una semana. Nate Silver, el gurú que predijo las victorias de Obama siguiendo un método matemático, da al republicano sólo un 28,8% de posibilidades.

Esta publicación digital cuenta con un mapa interactivo que muestra las opciones de cada aspirante valorando diferentes estudios. En estos momentos da a Clinton un 70% de las opciones e ilustra gráficamente cómo funciona el sistema de elección indirecta americano.

EFECTO “VERGÜENZA”

Por otro lado, la página de predicción interactiva de CNN atribuye al magnate un 26% de posibilidades de ser presidente, habiendo crecido 19 puntos en cinco días. Incluso la web de apuestas británicas OddsChecker reduce sus oportunidades a un 28.57%, pese al considerable salto dado en sólo una semana.

Pese a todo, no hay que olvidar que las encuestas pueden equivocarse, y este año más. “Hay muchas personas que no van a confesar que votan por Trump, por vergüenza o miedo a ser señalados. Ni siquiera a los encuestadores. La gente miente y eso distorsiona cualquier sondeo de los que se publica. Quizá esta vez ese efecto se va a ver compensado gracias al perfil de Clinton. Estoy convencido de que hay muchos electores, sobre todos en el Sur, que no van a admitir que darán su confianza a una aspirante tan poco querida entre los conservadores como Hillary”, explica a EL ESPAÑOL Michael Harvey, un exvoluntario del Partido Republicano que este año ha optado por no implicarse en la campaña al no compartir los mensajes del cabeza de cartel.

En cualquier caso, y a escasas jornadas del gran día, lo cierto es que todas las opciones están abiertas, teniendo en cuenta la aparición casi diaria de nuevas informaciones comprometidas para ambos aspirantes y que el FBI continúa con la comprobación de los correos electrónicos que podrían derivar en una acusación formal contra la ex secretaria de Estado. Generalmente en la recta final de campañas más reñidas, los sondeos suelen acercarse y poner emoción a la contienda electoral. Todo puede pasar.

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