Mientras las protestas de miles de ciudadanos disconformes con el resultado electoral del pasado martes resuenan en las calles de las grandes ciudades del país, se empieza a esbozar cuál será la hoja de ruta para los primeros 100 días del presidente electo, Donald Trump, que en buena parte dedicará este primer tramo del mandato a demoler el legado que el saliente Barack Obama pretendía dejar a EEUU.
El Obamacare -la reforma sanitaria del líder saliente- será previsiblemente la primera víctima del nuevo rumbo que ha tomado este país, pero no la única. Los republicanos, con un poder casi absoluto, amenazan con llevarse por delante los tratados de libre comercio, la lucha contra el cambio climático y otras medidas de la Administración demócrata.
No en vano, el programa del futuro comandante en jefe incluía una serie de enmiendas a la totalidad a varias políticas del gabinete actual. Ahora podrá llevarlas a cabo. Los conservadores mandan en la Cámara de Representantes y en el Senado, por lo que durante al menos dos años -luego habrá elecciones legislativas- Trump tendrá las manos libres para ejecutar muchos de sus planes.
La Corte Suprema es el árbitro que puede ejercer de contrapeso en un momento dado, pero el futuro presidente, respaldado por las cámaras, será quien designe al juez que ocupará una de las plazas, que lleva meses vacante, y que podría devolver el control del tribunal al ala no progresista. Además, en los próximos años se prevén nuevas bajas en este órgano, que el millonario podrá cómodamente suplir con magistrados cercanos a su posiciones.
No obstante, aún faltan meses para el relevo presidencial. De momento, este jueves se ha producido la primera reunión entre Obama y Trump. El magnate estaba desconocido. Amable, suave, comedido y repartiendo elogios a su anfitrión, manteniendo así el tono conciliador que emprendió la noche electoral. “Estaba deseando verlo”. “No nos conocíamos en persona”. “Estoy impaciente por colaborar con él en el futuro y contar con su consejo”. “Es muy buen hombre”... Por su parte, el líder saliente tildaba de “excelente” la charla y se volvía a brindar a echarle una mano en lo que necesitara.
Con esta presunta buena disposición por parte de ambos, parece garantizado un traspaso de poderes cordial. Y eso que el magnate fue uno de los impulsores de la campaña que sostenía que Obama no había nacido en EEUU, y durante la carrera electoral lo calificó como "actor de carnaval", lo acusó de haber fundado Estado Islámico y puso en cuestión la mayoría de los logros de su presidencia.
Por su parte, el todavía presidente repitió mitin tras mitin que Trump estaba "incapacitado" mentalmente para ser comandante en jefe, considerando un peligro que tuviera el control del armamento pesado. "Si su equipo no confía en él para que maneje su cuenta de Twitter, cómo le vamos a dar los códigos nucleares".
Ahora las hostilidades parecen olvidadas. Pero si nos atenemos a lo prometido en campaña, una vez que culmine el proceso, las cosas van a ser muy diferentes en el Despacho Oval.
Durante los últimos meses, el republicano fue desgranando cuáles serán sus primeras medidas para sus primeros cien días, y muchas de ellas van a cambiar el discurso político en sanidad, inmigración, defensa o medio ambiente, aunque también habrá acciones sobre lo que en España llamaríamos regeneración democrática.
Entre otras cosas, prometió una enmienda constitucional para imponer límites en el tiempo de mandato de todos los miembros del Congreso, la congelación de la contratación de empleados públicos (excluyendo a los militares y los sanitarios), la reducción de las regulaciones federales, o restricciones a que altos funcionarios trabajen como lobistas tras dejar el cargo.
Pocos le han puesto pegas a estas ideas, muy populares entre su electorado, a fin de poner freno a los desmanes políticos que denunciaba el magnate en sus mítines. Otras medidas, en cambio, buscan desmontar buena parte de la herencia Obama. Y sí tendrán efectos sobre la población.
¿MORIRÁ TODO EL OBAMACARE?
La que parece más inminente es la derogación del Obamacare, el programa que garantizaba la atención sanitaria a las rentas más bajas, permitía a los padres incorporar a sus hijos menores de 26 años a sus seguros de salud y prohibía a las aseguradoras rechazar a un usuario por padecer enfermedades previas.
Este sistema no ha funcionado completamente, ya que ha encarecido las pólizas sanitarias del resto de la población, por lo que incluso los demócratas se proponían modificarlo. Sin embargo, el futuro presidente quiere erradicarlo por completo y reemplazarlo por un sistema de cuentas de Health Savings, que ayuden a los beneficiarios a comprar seguros y productos médicos, dando más control a los estados. Parece un giro de 180 grados, pero quizá el cambio no será al final tan radical.
Varios expertos consultados por este periódico ven improbable que desaparezcan muchos de los avances de este programa, y coinciden en señalar que el Obamacare generaba rechazo incluso por su nombre.
El profesor Stephen B. Thomas es director del Center for Health Equity de la Universidad de Maryland. En su opinión, “el legado del presidente perdurará porque en su núcleo, el Obamacare es una solución impulsada por el sector privado ante el desafío de la asistencia médica en los EEUU. Es en realidad un modelo republicano que fue lanzado por primera vez por Mitt Romney, y que fue implementado en Massachusetts”.
En cuanto a cómo quedará el sistema, el experto apuesta por que "el presidente electo lo mejorará y le pondrá otro nombre y entonces será cuando sabremos con certeza que estas mejoras se harán definitivas en EEUU". "La asistencia sanitaria es ya un derecho que permanecerá, como en todos los demás países industrializados", comenta a EL ESPAÑOL.
A su juicio, una alternativa pública para la atención médica es viable. "Si preguntamos a la gente si les gusta el Obamacare, muchos dirán que no, pero si preguntamos si les gusta mantener el acceso a atención médica aun teniendo problemas de salud preexistentes, o si quieren mantener a sus hijos bajo su seguro hasta los 26 años, o si desean incentivos para mantener a la gente sana, con un enfoque centrado en la atención temprana, dirán que sí".
Jay Wolfson es decano y profesor de Salud Pública en la Universidad del Sur de la Florida, y tiene un punto de vista parecido. Según explica a EL ESPAÑOL, “nuestro sistema de salud ha sido disfuncional durante años”. “Es el más caro del mundo y proporciona el menor retorno. No hay controles sobre los costos de los productos farmacéuticos o de los dispositivos, no hay incentivos para el uso eficiente de los recursos y se ha puesto demasiado énfasis en la tecnología y los edificios en lugar de resultados y la seguridad del paciente”, expone.
Por ello, este doctor considera que lo más probable es que Trump opte por arreglar estos problemas, y no por erradicar al completo el plan sanitario de Obama. “Creo que su legado seguirá, porque mucho de este programa ha tenido que ver con perseguir la eficiencia, incrementar la calidad y la seguridad y la reducción del fraude, aspectos en los que demócratas y republicanos no discrepan”.
ANULAR ACUERDOS COMERCIALES
En lo que sí que hay diferencias es en el plano económico. Uno de los golpes de timón que dará Trump afectará a las relaciones comerciales del país, renegociando o retirándose del NAFTA, el tratado comercial entre EEUU, México y Canadá que firmó Bill Clinton, y dejando sin efecto el TPP, el tratado de libre comercio entre con otros 11 países del Pacífico que promulgó la administración Obama y que estaba pendiente de la aprobación del Congreso. Estas medidas buscan en teoría defender a los trabajadores norteamericanos y evitar la deslocalización de las industrias.
También en el ámbito financiero, para los 100 primeros días, el presidente electo pretende catalogar a China como “manipulador de divisas”, ya que varió el valor de su moneda para mejorar su comercio, según los republicanos, así como elaborar una lista de los países que perjudican a los empleos estadounidenses.
Durante estos ocho años Obama ha sido un defensor de la lucha contra el cambio climático, fomentando las energías renovables y enmendando la postura que recibió del gobierno de Bush. Trump, en cambio, quiere reactivar el potencial de las reservas de energía del país, valorado en 50 millones de millones de dólares, incluyendo petróleo, gas natural y carbón. Además, levantará los obstáculos que la Administración actual ha puesto a proyectos como el polémico oleoducto Keystone, que pretende conectar Canadá con EEUU.
Y otra de las promesas más polémicas del magnate también entran en este calendario de 100 días, cancelar el pago de millones de dólares a programas contra el cambio climático impulsados por la ONU y usar ese dinero para reparar las infraestructuras hidráulicas y medioambientales del país.
MICHELLE Y MELANIA
Por último, en materia migratoria, veremos al Congreso y a Trump promulgar una ley que permita financiar completamente la construcción del muro con México. Pero este punto, muy llamativo para los medios, no es lo que más temen los inmigrantes en situación irregular.
El republicano se propone recuperar el programa de Comunidades Seguras, que la administración Obama enterró, y que durante seis años llevó a la deportación de 375.000 extranjeros indocumentados. Fue George W. Bush quien lo puso en marcha. No obstante, aunque el todavía presidente lo canceló, durante su mandato ha recibido numerosas críticas por permitir que continuara la extradición de irregulares.
Queda por ver si el relevo entre las primeras damas promete ser tan rupturista como éste. Por ahora, se sabe que ambas van a hablar y colaborar para facilitar un traspaso de poderes pacífico, también en lo que se refiere a los cometidos de la esposa del presidente. Michelle Obama se volcó en estos ocho años en mejorar los hábitos de vida de los niños, con una alimentación más saludable y promulgando el ejercicio. Melania Trump ha dicho que quiere ayudar a las mujeres y, sobre todo, combatir el acoso a los menores en las redes sociales. Al menos en lo que a Twitter se refiere, podrá pedir consejo a su marido.
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