Washington DC

David, un abogado blanco de 33 años residente en Washington DC, se preparaba para viajar a Indiana a reencontrarse con los suyos y poder celebrar juntos el día de Acción de Gracias este jueves. Todo iba según lo previsto hasta que hace unos días un familiar subió a Facebook un comentario sobre el resultado electoral, mostrando su incomprensión ante el hecho de que Estados Unidos haya podido elegir a Trump como presidente. Ahí estalló la tormenta. Su madre entró a defender la libertad de voto de cada uno, su hermana demócrata (y partidaria de Bernie Sanders) se indignó con su madre, una tía telefoneó porque no sabía si debía entrar a terciar en la discusión…

La visión idílica que la industria cinematográfica estadounidense suele transmitir de la celebración de este día de reencuentros familiares no siempre coincide con la realidad. La cena que este jueves congregará alrededor de una opulenta mesa a millones de familias norteamericanas puede constituir el origen de discusiones, disputas y reencuentros incómodos, comparables quizá a los que algunos experimentan en España durante las fiestas navideñas. Pero este año la cosa se presenta más complicada que de costumbre y el pavo puede terminar literalmente volando en algún comedor estadounidense, ya que la tensión es máxima a cuenta de la victoria de Donald Trump en las pasadas elecciones presidenciales y el país continúa muy polarizado.

El propio Trump reconoció unas horas antes del gran día estadounidense que él celebrará en su residencia de Palm Beach en Florida, que "las tensiones no sanan de la noche a la mañana". Llamó a la unidad a los ciudadanos y argumentó que comienza "la oportunidad de hacer historia juntos para traer un cambio real a Washington, seguridad real a nuestras ciudades y prosperidad real a nuestras comunidades".

Para entender cómo afrontan muchos ciudadanos esta complicada jornada, primero conviene recordar que la sociedad norteamericana no es tan dada a los encuentros familiares como otras culturas. Normalmente, cuando los hijos parten a la universidad, abandonan el hogar y rara vez vuelven a convivir con sus padres.

Además, en un país tan extenso como éste, donde la movilidad geográfica está muy asumida, estas reuniones se limitan a visitas puntuales o a ocasiones especiales como la de ‘Thanksgiving’ o Acción de Gracias. De hecho, muchos se toman en estas fechas unos días de vacaciones para volver a casa a ver a sus seres queridos, entre ellos, miles de jóvenes profesionales asentados en las costas este y oeste del país, demócratas en su mayoría, que vuelven a la rural, republicana y, ahora también ‘trumpista’, América profunda. La mezcla se aventura explosiva. 

Ajetreo en la estación Penn de Nueva York ante el trasiego por Acción de Gracias. B. McDermid Reuters

El de David es sólo uno de los muchísimos ejemplos que se pueden encontrar estos días en EEUU, aunque algunos no ven esta crispación como una novedad, sino como parte de la tradición que acompaña a Acción de Gracias.

“Esta fiesta nunca ha sido pacífica ni tranquila. Lo normal siempre ha sido querer evitar de alguna forma esta cena porque se acaba discutiendo con el suegro o con el marido de tu hermana o con el abuelo. Pero al final se va, se sobrelleva y ya está. Es cierto que esta vez todo puede ser peor por culpa de la política, pero en realidad eso siempre pasa cada cuatro años, aunque con Trump las opiniones estarán más encontradas”, opina Michael, profesor de inglés de 56 años natural de Carolina del Norte, pero residente en un suburbio de Maryland.

Aunque es cierto que estos roces parecen una tendencia universal en las reuniones familiares de cualquier país, este año en EEUU las cosas se están llevado al extremo. El New York Times publicaba este fin de semana un reportaje recogiendo casos a lo largo de varios estados de personas que han decidido romper con familiares y amigos a cuenta de sus opiniones políticas. Matthew Horn, un ingeniero informático de Boulder, Colorado, canceló los planes navideños con su familia en Texas. Nancy Sundin, una trabajadora social en Spokane, Washington, suspendió la cena de Acción de Gracias con su madre y su hermano. Ruth Dorancy, una diseñadora de software en Chicago, decidió cambiar la fecha de su boda para que la abuela y la tía de su prometido, partidarias de Trump en Florida, no pudieran asistir. Y suma y sigue.Pero no todos lo viven así.

Markus Brauer es profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de Wisconsin, en Madison. Es alemán pero lleva cinco años en EEUU y este jueves cenará con su familia política estadounidense. “No estoy seguro de que estas elecciones afecten más que otras. En 2000, cuando Gore se enfrentó a Bush, también se tocaron muchos lazos familiares, y sobre todo con la victoria de Obama”, recuerda en declaraciones a EL ESPAÑOL.

A su juicio, “al menos este año ambos candidatos eran extremadamente impopulares, y la gente podrá convenir durante la cena que ambos eran rechazables, pero que votaron por alguno al considerarlo el menor de dos males”. 

Daniel es un español de 35 años que trabaja en un laboratorio en la capital del país. Está casado con una estadounidense y ésta será su tercera cena de Acción de Gracias, aunque en esta ocasión celebrarán un 'friendsgiving', es decir, una reunión sólo con amigos. No teme demasiado los posibles conflictos. “Si esto fuera otro país, el pavo acabaría estampado en la cara de alguno, pero los estadounidenses son muy civilizados. Si alguien dice algo inapropiado, intentarán cambiar de tema. Y si la tensión sube, pues se enfadarán un poco, pero no creo que llegue a tanto, porque son gente muy respetuosa”.

Algunos comparten su optimismo, al ver cómo las ventas de pavos no parecen indicar que el número de cenas vaya a ser menor que en otros años. "Yo lo veo como siempre", señala al otro lado del mostrador uno de los trabajadores de la sección de carnicería del Harris Teeter de la calle M de Washington. "Se está exagerando mucho", agrega una de las clientas que escucha la conversación. "La gente va a cenar como siempre, y el que no lo hace con la familia, lo hace con los amigos. Nadie se queda a comer solo ese día, y nadie se queda sin comer pavo", concluye mientras se lleva en el carro uno de los gigantes ejemplares que vende congelados este supermercado de moda en la capital.

Una clienta toma un pavo en un supermercado de Los Ángeles para Acción de Gracias. K. Djansezian Reuters

"Este año organizamos la cena en nuestra casa, aquí en Washington. Vendrán mis padres y los de mi marido”, explica Kristi Bradford, una empleada de 43 años del departamento federal de Trabajo. “Los míos son de Massachussets y los suyos de Dakota del Sur, así que puede haber discusiones -el primero es un estado muy demócrata y el segundo, republicano-. Por si acaso voy a servir el pavo ya cortado”, bromea, antes de añadir que intentarán “mantener la conversación sobre otras cuestiones y no derivar a la política, porque la verdad es que algunos están muy afectados por el resultado".

Su compañero Laurence, un afroamericano de 31 años, no tiene ese problema. “En mi familia no hay republicanos, que yo sepa. Y menos gente que apoye a Trump, así que cenaremos tranquilamente y si hablamos de política será para criticarle”. 

NEGAR EL CAFÉ A UN PRO-TRUMP

Pero hay más antecedentes que anuncian que seguramente no todas las reuniones resultarán tan pacíficas. Hace unos días saltaba una noticia sobre una pelea en un Starbucks de Miami, donde un cliente llamado David Sanguesa tildó de “basura” a una de las camareras que, según su versión, se había negado a servirle un café por ser votante de Trump y llevar un cartel de apoyo al magnate en su coche. La trabajadora argumentó que el hombre estaba enfadado porque su bebida se había demorado, pero negó discriminación alguna. Ahora es Sanguesa quien denuncia el acoso a través de las redes sociales a lo largo de todo el país.

Otro episodio se produjo durante un vuelo de la aerolínea United Airlines que cubría el trayecto desde San Francisco a Puerto Vallarta (México). Tras una discusión entre pasajeros, que derivó a una pelea sobre política, el piloto tuvo que intervenir -un vídeo que recoge lo ocurrido se ha convertido en viral- para pedir al pasaje que no discutiera sobre estas cuestiones: “Entiendo que todos tienen su opinión al respecto, pero todos tenemos que respetar las opiniones de los demás. Nadie va a cambiar su punto de vista por discutir, así que es mejor que cada uno se guarde sus comentarios. Pido decencia para que cada uno respete la decisión de los demás”.

Pilot stops a Political Argument over Donald Trump on Plane at 35,000 ft

Con estos precedentes, algunos expertos, como Arthur B. Markman, profesor en el Departamento de Psicología de la Universidad de Texas, dan por hecho que el clima será incómodo. “El resultado electoral ha sido un golpe para mucha gente. El país está profundamente dividido, como lo ha estado en las últimas décadas, y eso hará difícil para muchos estadounidenses hablar con personas cuyos puntos de vista difieren de los suyos”, comenta a EL ESPAÑOL. Por ello, advierte de que “si las reuniones familiares congregan a gente con opiniones diferentes, puede ser complicado hablar de temas peliagudos como la situación política”. “Es importante mantener conversaciones respetuosas con las diferencias de cada uno”, aconseja.



OPINAR SÍ, CRITICAR NO

Markman recomienda “que si surge durante la cena una cuestión política, lo idóneo es que cada uno exprese su propia opinión, sin hablar negativamente sobre otros grupos”. “Hay que evitar criticar las posturas de los otros. Con mostrar nuestro punto de vista es suficiente. De esta manera, la gente puede comenzar a encontrar un terreno común. Hasta que eso ocurra, las profundas divisiones que se reflejan en la política estadounidense sólo empeorarán”, augura.

Varios medios de comunicación, entre ellos la CNN, publicaban esta semana guías para evitar peleas durante este Acción de Gracias postelectoral, con consejos como sólo sumarse a las conversaciones sobre cuestiones no sensibles, no picar el anzuelo de los que buscan discutir, no tener miedo a enderezar una charla que va por mal camino, o sentir empatía con aquellos que piensan diferente a la hora de abordar un tema difícil.

Por su parte, el profesor Brauer asegura que este tipo de consejos pueden ser necesarios este año, en el que las opiniones políticas se han polarizado aún más. ¿Cómo evitar que esto enturbie el día de Acción de Gracias? “He hablado con varias personas que saben que los miembros de su familia votaron por el otro candidato y les preocupa cómo saldrá la cena. Creo que en general será menos armoniosa que años anteriores. Para prevenir las peleas hay que buscar el terreno común. Hablar acerca de las cosas en las que estamos de acuerdo, porque compartimos muchos valores fundamentales”, recomienda este psicólogo.

En caso de fracaso, de que sea imposible hablar de las elecciones sin subir el tono, aconseja un clásico: “Siempre se puede charlar de deportes, películas o comida, o dirigir la conversación hacia asuntos en los que la mayoría coincidan, como que todos los políticos son corruptos o que no podemos confiar en ninguno de ellos”, una fórmula que parece extensible a cualquier país y, de hecho, quizá valga la pena tomar nota de cara a las próximas fiestas en España.