Para Estados Unidos y Japón, este año ha sido uno de terminar de cicatrizar viejas heridas.
En mayo, Barack Obama se convirtió en el primer presidente estadounidense en visitar Hiroshima desde que la bomba atómica redujera la urbe a escombros hace siete décadas. Aunque no se disculpó, reconoció la “agonía” de la guerra y llamó a librar al mundo de las armas nucleares, un gesto que fue bien acogido por el pueblo japonés.
Ahora, el primer ministro nipón, Shinzo Abe, ha visitado la base naval de Pearl Harbor, en Hawai, que hace 75 años y 20 días fue bombardeada por el entonces imperio asiático en una ofensiva sorpresa que catapultó a EEUU a la Segunda Guerra Mundial. Las sanciones económicas estadounidenses para contener las ambiciones territoriales de Tokio llevaron a los japoneses a emprender el ataque.
Al igual que Obama, Abe no ha pedido disculpas este martes a su antiguo adversario militar por la tragedia en la base hawaiana, que se cobró más de 2.000 vidas estadounidenses. Sin embargo, el premier ha ofrecido sus respetos a las víctimas.
"Como primer ministro japonés, ofrezco mis sinceras y eternas condolencias a las almas de aquellos que murieron aquí", ha afirmado, "así como a las almas de los incontables inocentes que fueron víctimas de la guerra".
El año pasado Abe ya había expresado su pesar por las penurias de la guerra ante el Congreso en Washington DC.
El primer ministro japonés hizo pública su intención de visitar Pearl Harbor a principios de este mes, casi en la víspera del aniversario del ataque y apenas unos meses después del histórico viaje de Obama a Hiroshima. Preguntado por los medios, el secretario de prensa de la Casa Blanca negó entonces que ambas visitas estuvieran coordinadas.
“Pienso que si las dos [visitas] estuvieran directamente conectadas, probablemente habrían sido anunciadas de manera simultánea, pero no fue así”, respondió Josh Earnest, que celebró los planes de Abe como un símbolo de profundo significado.
Si bien se ha calificado la visita del dirigente nipón a Pearl Harbor de hito, lo cierto es que su antecesor Shigeru Yoshida visitó Hawai en 1951 sin grandes galas cuando regresaba de California. Pero el viaje de Abe pone la guinda a un proceso de reconciliación entre dos pueblos y a la estrecha colaboración entre dos mandatarios que han buscado reforzar la alianza EEUU-Japón.
"Este gesto histórico simboliza el poder de la reconciliación, nos recuerda que incluso las heridas más profundas de la guerra pueden llevar a la amistad y a una paz duradera", ha afirmado Obama desde Hawai.
Washington considera a Tokio la “piedra angular de los intereses estadounidenses en Asia”. Ambos firmaron un Acuerdo de Mutua Cooperación y Seguridad en 1960 y hoy día hay más de 50.000 militares estadounidenses en Japón para preservar “la estabilidad” del Pacífico. En el ámbito económico, los dos países son también socios estratégicos que mantienen “enormes flujos de comercio e inversión”, en palabras del Ministerio de Exteriores estadounidense.
Obama, que ha hecho del “giro a Asia” un pilar de su política exterior, ha impulsado el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TTP, por sus siglas en inglés), un tratado comercial entre una docena de Estados de la cuenca del Pacífico respaldado por Tokio. Ha acercado a Japón y Corea del Sur, que fue víctima de las agresiones del otrora imperio nipón, para afrontar la amenaza nuclear del régimen de Pionyang. Y ha asegurado que EEUU defenderá a Tokio frente a Pekín en la disputa territorial en el mar de la China Oriental.
La incógnita Trump y el factor China
La llegada inminente de Donald Trump al Despacho Oval, sin embargo, genera cierta incertidumbre para Japón tanto en lo económico como en lo geopolítico.
El mes pasado, el presidente electo recibió a Abe -el primer mandatario extranjero con el que se reunió tras su victoria- acompañado de su hija mayor, Ivanka Trump, y su yerno, Jared Kushner, que se prevé que tengan gran influencia en el nuevo Gobierno. A la salida del encuentro, el japonés aseveró que Trump “es un líder en el que podemos confiar”. Pero el republicano acusó a Japón en la campaña electoral de no dedicar suficientes recursos a su defensa y arremete con furia contra el TTP.
Sheila Smith, experta en Japón del estadounidense Council on Foreign Relations (CFR), advierte de que es pronto todavía para conocer cómo será la política exterior de Trump, aunque no espera grandes cambios en la alianza americano-japonesa.
La experta afirma que la cuestión de la seguridad ha sido una constante en las relaciones entre EEUU y Japón, pero en el supuesto de que la nueva Casa Blanca presionara mucho a Abe en este sentido, el dirigente nipón podría ampliar un poco el presupuesto de defensa. Por otro lado, a Tokio le interesa que el TTP sobreviva, por lo que no sería extraño que el Ejecutivo japonés intentara convencer a Trump de los beneficios del tratado.
Pero en lo que respecta a China y, por tanto, al escenario asiático en su conjunto, “parece bastante claro que a el señor Trump le gustaría cambiar las cosas un poco”, dice Smith.
En las últimas semanas, el presidente electo ha sacado de quicio a las autoridades en Pekín. Ha roto una tradición de décadas al aceptar una llamada de la líder de Taiwán y ha llegado a cuestionar el dogma de las relaciones chino-estadounidenses, la política de 'una sola China', que reconoce al Gobierno pekinés como el único representante legítimo del gigante asiático.
“No sé por qué tenemos que estar sujetos a ella, a no ser que lleguemos a un acuerdo con China en otros asuntos, comercio inclusive”, dijo el futuro presidente en Fox News, sugiriendo que podría usar a Taiwán como palanca para presionar a China en materia comercial.
“Si tenemos tensiones con China, especialmente en el mar del Sur de China con Taiwán, eso afecta directamente a la seguridad de Japón”, afirma Smith. “Tendremos que ver -y tengo esperanza de que lo haga- a que la Administración venidera empiece a una altura temprana a definir cuáles son sus prioridades respecto a Pekín”.
Cómo será verdaderamente la política del Gobierno Trump hacia China es una incógnita y las opiniones sobre qué ocurrirá divergen. Sin embargo, en una reciente entrevista con este diario, el experto en China de la Brookings Institution David Dollar, aseguraba que probablemente la relación será difícil en un primer momento pero que Trump acabará moderando sus posturas. “China no va a negociar con su soberanía sobre Taiwán y otros países no van a seguir a EEUU por el camino de la confrontación”, afirmó.