"Después de una hora escuché gente llorando y pidiendo agua. Yo también estaba sudando y la gente estaba desesperada", narra Lara Vega, uno de los supervivientes del 'camión de la muerte' de Texas que se ha cobrado la vida de diez personas, dos de ellas niños. "Es entonces cuando perdí el conocimiento", relata.
A Lara Vega los contrabandistas le prometieron que si pagaba 5.500 dólares le transportarían en un camión con aire acondicionado. Sin embargo, el remolque negro en el que fue trasladado carecía de este sistema de refrigeración y tampoco contaba con ningún tipo de ventana. Pese a todo, aún no ha pagado la cantidad de dinero que le exigieron, contrayendo una deuda con quienes casi le arrebatan la vida.
Es la segunda que vez que ha intentado entrar a EEUU. Esta vez ha tenido suerte, aunque casi muere en el empeño y ahora corre el riesgo de ser deportado. En México vive con su mujer y sus hijos de 3 y 4 años, y ahora está esperando un trabajo en el sector de la construcción en territorio estadounidense.
La situación económica y la escasa seguridad en su país le ha motivado a realizar tan arriesgado viaje, al igual que los seis amigos que lo han acompañado. Pese al peligro que entraña esta hazaña, Lara Vega asegura que, en su situación, "las personas toman decisiones sin pensar en las consecuencias", según ha contado a Associated Press.
El conductor del camión, James M. Bradley Jr., de 60 años, ha sido acusado de transportar a 100 inmigrantes indocumentados, diez de los cuales han perdido la vida y entre los que se encontraban dos niños. Asimismo, más de una treintena están en el hospital tras sufrir deshidratación y golpes de calor después de soportar durante más de cinco horas temperaturas cercanas a los 40 grados. La mayor parte de ellos son mexicanos, con edades comprendidas entre los 15 y los 20 y 30 años, según la policía.
Condiciones infrahumanas
Bradley desconocía que estaba transportando a personas en su camión. Después de circular durante más de cinco horas a través de 200 kilómetros, se detuvo en el aparcamiento de un Walmart, perteneciente a la cadena de centros comerciales más importante de los Estados Unidos.
Tras abrir las puertas traseras del remolque, Bradley descubrió para su asombro una montaña de cuerpos hacinados, unos encima de otros. "Estaban tirados en el suelo como si fueran trozos de carne", ha relatado a un policía tras su detención, según recoge Reuters.
Los ocupantes, a quienes se les garantizó que el remolque contaría con refrigeración, tuvieron que soportar altas temperaturas en un día que el termómetro rozó los 40 grados, siendo la sensación térmica aún mayor dentro del habitáculo. Sin ningún tipo de ventilación, las personas tuvieron que turnarse para respirar aire del exterior por un pequeño agujero. Tampoco se les ofreció agua, a pesar de haber estado aporreando las paredes del remolque con el objetivo de llamar la atención del conductor.
Antes de embarcarse en el trágico viaje, los inmigrantes habían cruzado el río Grande hasta llegar a Laredo, un pueblo situado en el sur de Texas, en la frontera con México. Una vez allí, permanecieron varios días en una 'casa de seguridad' hasta que subieron al camión, según detalla el New York Times.
El caso "camión de la muerte" de Texas es considerado como el segundo peor accidente de inmigrantes indocumentados de la historia de Estados Unidos desde 2003, cuando 19 personas murieron después de viajar también en un camión por Texas. Desde 1998, la oficina de Aduanas e Inmigración de EEUU ha registrado la muerte de 7.000 personas intentando cruzar la frontera entre México y Estados Unidos y tratando de alcanzar el tan ansiado 'Sueño Americano'.
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